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Las laguneras opinan.../La migración mexicana

Ana Isabel Cobo Celada

La migración es una de las vicisitudes en que como país y como ciudadanos nos encontramos hoy día inmersos.

“Acción y efecto de pasar de un país a otro para establecerse en él”. Así de frío y sencillo se define el concepto y sin embargo, cuánta valentía, cuánto desprendimiento y cuánto sufrimiento encierra para aquellos que lo viven y para aquellos a los que dejan.

La humanidad ha conocido desde siempre las migraciones y sus causas no han cambiado, siguen siendo las mismas: razones políticas, económicas o religiosas.

En México, por razones económicas, se ha ido gestando una de las más importantes del mundo, la migración de más de veinte millones de nuestros compatriotas hacia los Estados Unidos. La riqueza de los vecinos, nuestro país corrupto e injusto sin posibilidad de dar las fuentes de trabajo que necesitamos, la pobreza lacerante y más de tres mil kilómetros de frontera la han propiciado.

Como hija de migrante, es un tema que me duele. Me duele, que alguien tenga que dejar su país y su familia para tener la posibilidad de conseguir trabajo. Me duele, la familia de cada uno de ellos, que aquí se queda, esperanzados de que cuiden su vida y de volverlos a ver. Me duele la muerte de miles de ellos y el dolor de sus madres.

Sin embargo, igual su acción y el efecto de ésta me esperanza, porque al cruzar la frontera, encuentran lo que nosotros como país les negamos, trabajo y con él, dignidad, sentido de vida y empoderamiento de facultades. Nos lo dicen las estadísticas de consumo que rigen la vida de nuestros vecinos; los hispánicos (así llamados genéricamente los de habla hispana), que se encuentran hoy día en Estados Unidos, tienen una capacidad de consumo de 675 billones de dólares anuales, es decir 675,000 millones de dólares tan sólo en su gasto corriente: vivienda, menaje, vestido, alimentación, diversiones, etc.

Las estadísticas igual consideran que es uno de los grupos étnicos cuya capacidad de compra más rápidamente está creciendo y se predice que llegarán en el año 2007 a tener la posibilidad de gastar anualmente 928 billones de dólares, o sea 928,000 millones de dólares. Coincidiendo los analistas responsables de éstas, en que el mercado hispánico debe ser tratado como un sector importante en el mercado de consumo y no como un grupo marginado.

La población hispánica, creció el 61% entre 1990 y este año del 2003, explotando, de 21.9 millones a 35.3 millones, lo que la hace, según la oficina del censo de los Estados Unidos, el grupo étnico de más rápido crecimiento en dicho país. Se estima que esta población se triplicará para el año 2050, año que se prevé alcanzará el 24 por ciento del total de la población de los Estados Unidos.

De los hispánicos de las cuales nos hablan estas estadísticas, la mayoría son mexicanos, quienes, igualmente del producto de su trabajo, envían a nuestro país 1,083 millones de dólares mensuales, (según fuentes del Banco de México aunque el BID señala, que lo que envían son 1,208 ocho millones de dólares mensuales) con los cuales viven otros veinte millones de mexicanos que los reciben, sus seres queridos que aquí se quedaron.

Este ingreso de divisas es el segundo más importante que recibe el país, tan sólo después de los ingresos derivados por las exportaciones de mercancías y ya mayor que los ingresos derivados de nuestras exportaciones de petróleo.

Cuántas estadísticas, cuántos dineros, pero… ¿Qué sabemos de sus vidas? ¿Qué sabemos de sus pesares? ¿Qué sabemos de sus alegrías? ¿Qué sabemos de su lucha diaria? ¿Cómo se sienten? ¿Qué piensan del país que no los pudo contener? Sabemos muy poco, por no decir nada. ¿Y por qué no lo sabemos? Yo me imagino que la causa de estas interrogantes sin respuesta deriva, de que hasta al día de hoy, la inmensa mayoría de nuestros migrantes han sido los más “fregados”, los más pobres, los que si bien tienen voz, porque todos la tenemos, ésta no se escucha, no interesa, no aparece en los medios de comunicación.

Lo único que sí sabemos y a muchos nos alienta, es que al cruzar una frontera un migrante, con su cuerpo también la cruza su espíritu y su cultura y esta penetración del ser a otros espacios, asegura la vida de las civilizaciones y su renovación. Así como las semillas traspasan las fronteras con el viento y echan raíces por doquier, quién nos dice si la misión de nuestros migrantes no sea ir a complementar con humanismo, esa religión sin Dios que tanta falta nos hace, al país más poderoso del mundo, a ese país que en este momento nos necesita, porque a todos los demás les tiene miedo.

Tarde que temprano Estados Unidos regularizará nuestra migración. Será más temprano que tarde porque sin darse cuenta los que todo lo creen saber, nuestros migrantes se están empoderando, se están posesionando de aquel país, es una invasión silenciosa y como dice nuestro pueblo… palo dado, ni Dios lo quita.

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