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Las laguneras opinan.../Patrimonio cultural

Rosario Ramos Salas

Noventa kilómetros antes de llegar a la ciudad de Oaxaca en el estado del mismo nombre, por la carretera 190, México-Oaxaca, existe una desviación que lleva, por la carretera libre, al poblado de Yanhuitlán, en la región de la Alta Mixteca. Desde lejos, a medida que uno se acerca al pueblo, se divisa una enorme construcción que domina todo el paisaje. Yanhuitlán es un pequeño poblado, cuyo principal atractivo es el conjunto arquitectónico de la iglesia y la misión, fundadas ambas en el siglo XVI por los dominicos. De hecho el poblado forma parte de lo que se llamó la ruta de los dominicos, orden religiosa que en la Colonia llegó de ultramar y desde Guatemala fue estableciendo conventos para llevar a cabo la evangelización de los indígenas. El conjunto fue levantado por arquitectos traídos desde España, que utilizaron seis mil indios en un lapso de 25 años.

Para sorpresa encontramos al llegar la iglesia cerrada; y una mujer sentada en los escalones a la entrada del convento, ocupada bordando una pequeña costura nos recibe con un escueto “Buenas tardes”. Le preguntamos por la entrada a la iglesia y nos dice que hay que ir a buscar la llave a la presidencia municipal. Hacia allá nos dirigimos y después de esperar que alguien nos atienda, un funcionario nos acompaña con la llave y abre la enorme puerta de madera carcomida por los años. Uno no espera encontrar en el interior de la iglesia, el maravilloso retablo barroco, que a manera de biombo de siete calles y cinco pisos, sostiene pinturas y esculturas originales, que luego de asombrarnos, lo que se piensa es cómo es posible que esta maravilla se encuentre cerrada y cómo le han hecho otros países para aprovechar el patrimonio cultural en beneficio de sus comunidades. Sin ir más lejos, más tarde visitamos, ya en la ciudad de Oaxaca, la iglesia y el ex convento de Santo Domingo, transformado hoy en el Museo de las Culturas de Oaxaca, a la altura de cualquiera de los mejores del mundo, y uno se da cuenta que este conjunto se ha convertido en una fuente alterna de ingresos para la ciudad, además de ser una joya del barroco mexicano única e inigualable, orgullo de los oaxaqueños.

Sin embargo en Yanhuitlán, el pueblo es con seguridad igual de pobre que cuando los dominicos se establecieron en el lugar y construyeron la misión. Ahora, cinco siglos después urge su restauración, para que dicho patrimonio pueda servir como alternativa de ingreso para los mixtecos.

La lista del patrimonio cultural de la nación es enorme y de gran riqueza. Aquí se incluye los cientos de sitios arqueológicos que existen sobre todo en el centro, sur y sureste del país, acrópolis, centros ceremoniales, habitacionales, juegos de pelota de las culturas mesoamericanas. De la época colonial encontramos misiones, conventos e iglesias de gran contenido artístico y educativo, edificios de arquitectura civil como mercados, palacios, hospicios, cárceles, casas de moneda, centros de estudio, plazas; del porfiriato poseemos antiguas estaciones de ferrocarril, edificios militares y de gobierno, mansiones, cascos de hacienda de gran belleza arquitectónica y de contenido histórico.

Si agregamos a las bibliotecas, archivos, códices, vestidos, textiles, tradiciones, festividades, objetos de artes plásticas como pintura y escultura de diferentes épocas de la historia nacional y todo tipo de objetos de uso doméstico desde la época prehispánica, hasta los primeros años del siglo XX descubrimos que nuestro patrimonio cultural es invaluable y comparable al de países europeos, que como España han logrado hacer con ellos proyectos de turismo alternativo y cultural. Algo que a los mexicanos nos ha fallado, tal vez por ideas anticuadas sobre el significado de patrimonio de la nación.

Si vemos con detenimiento la gran riqueza histórica y cultural con que contamos, es una desgracia que no desarrollemos proyectos en los que se pueda aprovechar nuestro pasado para vivir mejor el presente y asegurar una vida futura digna para los habitantes de comunidades que como en Yanhuitlán apenas subsisten con las actividades tradicionales.

Luego de visitar la iglesia y admirar el retablo, vamos al convento y encontramos a la misma mujer sentada bordando, quien es la encargada de cobrar la entrada al convento. Se levanta únicamente, para darnos el boleto y vuelve a su labor. El lugar está solo y descuidado, con pocas piezas que den información sobre el convento. El claustro es como muchos claustros de los conventos coloniales, una joya.

Le pregunto a la mujer si puede platicarnos algo más sobre la misión y su contestación es escueta: “El convento es del siglo XVI y fue fundado por los dominicos”. Le sugiero que en sus largas horas de la jornada de trabajo en que no recibe visitantes, lea un poco más de información sobre el lugar, para que la ofrezca a los visitantes fuereños y me contesta que alguien, no sabe quién, no le permite hacer otra cosa más que vender el boleto. Me dice esto y continúa con el bordado, con la vista clavada en el aro de la costura.

Me voy pensando que si este lugar estuviera bien señalado en los mapas, y con suficiente información, serviría como fuente alternativa de ingresos, al atraer turistas tanto extranjeros como nacionales. Afortunadamente el funcionario municipal que nos atiende nos dice que están por rescatar la iglesia para que una vez restaurada, el municipio mismo la atenderá para beneficio de sus habitantes.

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