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Las mujeres y los mitos/Diálogo

Yamil Darwich

Carlos Fuentes, novelista mexicano, dice que “el mito es un pasado con futuro que se ejercita en el presente” y es uno de los muchos pensadores del mundo que han dedicado su tiempo a estudiar las relaciones existentes entre el mito, la historia y nuestras tradiciones.

En el campo de la mitología donde se fundamenta la historia de la humanidad, que escribió y nos dejó legados orales sobre sus experiencias, donde se basan las sentencias morales que nos rigen hasta nuestros días, Bruno Bettelheim, recientemente fallecido (1990) fue un psiquiatra austriaco radicado en Estados Unidos que escribió sobre “El psicoanálisis y los cuentos de hadas”, afirmando que las primeras historias que escuchamos, las que nos dan los principios de “lo bueno” y “lo malo” son las infantiles, que en general tratan sobre valores trascendentes, haciéndolo en forma velada, construyéndonos mitos.

Los mitos son la expresión del inconsciente colectivo, debiendo entenderlos en su sentido más profundo, no solamente con el punto de vista de la interpretación contemporánea que erróneamente les da la connotación de lo que está equivocado, es irreal, o falso.

Quizá el mayor campo del mito esté en la narración de nuestros orígenes; cuando nos planteamos la eterna pregunta: “¿de dónde venimos y a dónde vamos?” y en casi todas las culturas antiguas aparece la mujer como justificación de la creación; como diosa que genera la vida, incluyendo a la humana.

La mujer por su capacidad fisiológica de ser fecunda y dar vida, fue la primera respuesta a la pregunta sobre la creación en el planeta Tierra. Así en todas las culturas primitivas vemos a personajes fabulosos, femeninos, que son protagonistas centrales en los orígenes del mundo. Baste recordar la palabra Gea, utilizada para nombrar a la diosa creadora de la Tierra y la vida (cuatro palabras femeninas):

Le cito algunos ejemplos de diosas, en las culturas del mundo, a través del tiempo: Brahmán (India) creó al hombre y la mujer de la misma esencia, la tierra; Eurínome, (Grecia) la gran diosa de la creación; Gea (Grecia) y su hijo Urano, al que creó a partir del caos; la madre tierra (Madagascar) que hacía figuras de barro, a las que le daba vida “El Creador”; Ulma (Finlandia), que tuvo una primera hija llamada Luonnotar; el Ying y el Yang (China), esencia masculina y femenina; Uzanaji e Uzananu (Japón), que son lo masculino y femenino, principio creador; Ao y Po (Polinesia), también principios masculino y femenino; Ranginui padre cielo y Papatuanuku madre tierra (Nueva Zelanda); etc. etc.

Como se habrán dado cuenta, siempre existió la forma femenina, partícipe activa en la creación.

Fue en el período Axial (unos 200 años A.C. y hasta 500 años D.C.) que se escribió y definió el pensamiento moderno religioso, desvaneciendo hasta hacer desaparecer la presencia de la mujer en el proceso de la formación del mundo, dejando de festejar su capacidad creadora y su participación como diosa, hasta llevarla al segundo plano, de sumisión.

Tal vez también haya participado en ello el proceso de la especialización de las tareas humanas, con el cambio al sedentarismo y la organización social en pueblos y ciudades, cuando la mujer perdió terreno como protagonista en la elaboración de los mitos y el desarrollo histórico del mundo.

De vivir un período que para el caso europeo llamaron de barbarie, donde aún no se organizaba el concepto de familia, se pasó al matriarcado, donde el incipiente mundo social giraba alrededor de la madre hasta pasar al patriarcado de las religiones monoteístas, donde desaparecen las mujeres diosas (Gea, Asera y otras) para dejarlas como simples seguidoras de los hombres.

La mujer dejó de ser la organizadora y ordenadora de la vida, para ser la parturienta de los nuevos miembros de la familia, la nodriza y educadora de los críos, la preparadora de alimentos y la cuidadora de los bienes del hogar. Por su parte el hombre fue el agricultor, comerciante, gobernador, sacerdote o militar; el de los puestos sociales de trascendencia y autoridad.

Con el desarrollo humano en el campo de la ciencia y la técnica, los mitos (secretos) son a cada día develados y contestados, dejando paso al logos (conocimiento por sí mismo), que ya perseguían los griegos y romanos, quedando atrás la fe y las creencias enseñantes de resignación. En ese mismo contexto renacen las nuevas oportunidades para que la mujer reocupe su importante espacio en el quehacer y ser de los seres humanos.

Si la tecnología liberó a la mujer de muchos de los trabajos esclavizantes del hogar; si la ciencia le está dando la oportunidad de ser y decidir en cuestiones tan trascendentes como la fecundación, el parto, el embarazo y el cuidado (ahora compartido con el hombre) de los hijos; y si los espacios ganados en términos de igualdad y justicia social le abren las grandes oportunidades de alcanzar a hacer y superar lo logrado por el varón, también le deja el enorme reto de ser mujer realizada en un sentido más amplio, integrado: Como esposa, trabajadora, madre, compañera, amante, generadora de calidad de vida para todos (incluidos los varones); en pocas palabras: Ser verdaderamente feliz, y me parece, salvo su mejor opinión, que lo está logrando.

En el mundo occidental festejamos el día ocho de marzo a la mujer, en un espacio dedicado a reconocer su vital importancia en la existencia de los seres humanos sobre la faz de la Tierra. Lo invito a que reflexionemos en el tema y que nos unamos a la justa reivindicación de la pareja humana. ¿Qué le parece? darwich@ual.mx

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