Con los pasos tan grandotes que está dando la tecnología, a cada rato están apareciendo en el mercado nuevos aparatos diseñados para hacer tantas y tan variadas cosas, que ya llegan a adjudicarles el adjetivo de “inteligentes”.
En algunas ciudades como mi querido Monterrey, ya hay hasta semáforos a los que se les llama inteligentes aunque lo único que “saben” es cambiar la señal de sus luces según el flujo vehicular, (1) y eso porque así los programaron.
Lo menciono porque llamarles inteligentes a los semáforos nada más por eso me parece exagerado, sobre todo si se compara esa facultad con todos las que debe tener un agente de tránsito para hacer su trabajo, por ejemplo en un viernes lluvioso a la hora de la salida de los trabajos cuando las calles están inundadas de agua y de vehículos manejados por conductores desesperados por llegar a casa, despojarse de la ropa de trabajo y ponerse algo más cómodo para irse a una “carne asada” en la casa del compadre.
Primero habría que definir con toda claridad qué es ser “inteligente”. Nos vamos de voladísima al diccionario etimológico para investigar la raíz de la palabra. Inteligente es aquel ser que está dotado de la capacidad de entender. El ser inteligente entiende, reflexiona y razona.
Mire usted, señor agente, le pido por favor que razone y reflexione. El semáforo está en luz roja y eso significa que hay una orden para que me detenga y lo hago y lo obedezco. Pero si veo que no hay carros circulando por la otra calle, no tiene caso que me espere a que cambie la luz.
Si no es hora de entrada o salida de clases o si estamos en temporada de vacaciones, no tengo por qué pasar a 30 kilómetros por hora aunque sea zona escolar. Tampoco a 150, pero a 50 como yo venía, está bien, ¿no cree?
Aplique usted su inteligencia, señor agente. O si no, déjeme hablar con el semáforo que si como dicen es realmente inteligente, él sí aplicará la lógica y me sabrá entender.
Además fíjese: el semáforo no me pide que “le dé para sus aguas” (2) ni siquiera que le dé para sus luces y si es tan inteligente como se presume, menos propondrá “algún arreglo” entre él y yo, porque como buen semáforo inteligente entiende que la mordida es corrupción y en este país ya estamos de corrupción hasta los apéndices auriculares, es decir, hasta las orejas.
Todo ser inteligente percibe, entiende, aplica el criterio (3) y escoge entre varias opciones la mejor, la más adecuada, la más acertada. Sea usted más inteligente que el más inteligente de los semáforos señor agente. Sea usted lo suficientemente inteligente para saber qué es lo que hay qué hacer, porque imagínese lo que significaría ser superado por un semáforo, y que resulte que el aparato tiene un IQ más alto que usted… ¡Qué horror!
Por si las dudas...
1.- Flujo vehicular: Forma rebuscada de llamarle al tránsito que usan algunos agentes para hacer creer que están muy bien preparados.
2.- “Sus aguas...”: Se supone que son aguas frescas de jamaica, de tamarindo, o de limón, pero no de cebada.
3.- Criterio: Capacidad de juicio que por lo general resulta desconocida para los agentes del orden público.
Pregunta: ¿Por qué el Himno Nacional dice “y retiemble en sus centros la tierra” si nuestro planeta sólo tiene un centro?, Jesús Castro.
Respuesta: Es una forma poética de decirlo, como cuando se dice por ejemplo “Cruzaré los mares...” aunque sólo vaya a cruzar un mar. Además originalmente lo que escribió Francisco González Bocanegra fue: “Y retiemble en sus antros la tierra…” en donde “antros” se refería a las entrañas de la Tierra. Se cambió “antros” por “centros” hace algunos años porque la palabra antro se desacreditó.
Frase loca... de remate
El hombre, haciendo gala de toda su inteligencia, ha inventado la estupidez. ¡Hasta la próxima!
donjuanrecaredo@hotmail.com