—Me cruzaré de brazos y Comala se llenará de adioses- Pedro Páramo, Juan Rulfo
Los falsos subsidios que sólo figuraban en los discursos son el resultado de las atrocidades que se viven en el campo nacional.
Más allá de lo que en reuniones del Consejo Agrario y las diferentes organizaciones campesinas se diga, se acuerde e inclusive se firmen actas de buena fe, por parte del presidente Fox y el mismo Javier Usabiaga, secretario de Agricultura y Ganadería, -quien entre otras cosas salió de una reunión en Veracruz entre chiflidos y abucheos-; declare que la deuda fiscal agropecuaria será cancelada, (la de los ricos, porque el pobre ejidatario ni siquiera paga impuestos, el mal está hecho y como dice el coloquial refrán: “No hay plazo que no se cumpla, ni tiempo que no se llegue”, ahora les tocó “para no variar” a los campesinos; mañana serán los industriales y maquiladores y sin escaparse está en la mira el ramo automotriz y así sucesivamente hasta la llegada de una locomotora desgobernada y arrolladora, llamada Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
La tierra arada, sembrada y regada, no fue capaz de quitar el hambre en el campo, una hambre que está ahí, en una memoria labrada de miserias y cuyos recuerdos no son de abundancia. Una herencia de culpas propias y ajenas que viene de lejos y promete no tener fin, un dolor acumulado que en mucho rebasó a nuestros campesinos, ejidatarios y obreros del campo, donde duerme sólo una tierra lívida bajo el sol y ante la decepcionante e indescriptible confusión política que impera en la cúpula y más aún en el campo, donde la realidad es convulsa y vociferante, la agricultura ejidal, de temporal y comunera en nuestro país, hace mucho tiempo dejó de ser negocio y pasó de un simple romanticismo a un ingrato trabajo de sobrevivencia, la realidad nos rebasó y en mucho.
En el México rural habita una cuarta parte de la población total y es donde la pobreza y miseria han sentado sus reales. Los campesinos son los huérfanos de programas y servicios, amén de ser donde el analfabetismo ocupa el mayor porcentaje, lo que como una falaz paradoja parece que así le convino al sistema por décadas, y tienen por costumbre nuestras autoridades el “Tapar el pozo una vez que se ahogó el niño”, esto ha sido continuo y permanente en todos los ámbitos y las tragedias se mitigan con lamentos, reuniones, declaraciones y planes de emergencia, que la verdad sea dicha, en nada remedian, sólo proponen e imitando a los gatos, el gobierno sólo echa tierra a sus deyecciones.
La fuerza laboral que una vez tuvieron los campesinos para labrar el campo y producir su propio alimento se fue para otra parte. Pueblos fantasmas quedaron como mudo ejemplo, comunidades, donde rondan fantasmas y los lamentos, cual plegarias ancestrales aún resuenan en sus callejuelas. Un ejemplo es que desde 1994 al 2000 sólo para darnos una idea, fueron devueltos 1’600,0000 paisanos que no lograron pasar el Río Grande. Y desde 1997 a junio del 2001, fracasaron en su intento y lo peor pagaron con su vida aproximadamente 1,500 mexicanos, toda una tragedia si tomamos en cuenta que por año se “brincan el charco o la cerca” más de 830,000 y en su mayoría le dicen adiós al campo y sus labores.
Mientras nuestros ecologistas y luchadores sociales, tratan de hacer respetar los acuerdos de San Andrés, liberar a algunos indígenas presos, evitar que instalen Mac Donald´s en Oaxaca y que se construya Costco en el Casino de la Selva y evitar un aeropuerto en tierras temporaleras, además de cerrar puertas y puentes, entrar a caballo al recinto del H. Congreso y otras lindezas propias del manipuleo del hombre. Una horda incontenible de miserables ve un espejismo en las ciudades y allende el Río Grande y como colación se incrementan los costos de servicios en las grandes y pequeñas ciudades con los nuevos inmigrantes y vecinos distantes en las fajas de miseria. Los surcos se borraron y por las acequias ya no corre agua, el agua de las presas y subsuelos es manoseada por las dependencias y los diversos cultivos son dirigidos por la gorda burocracia desde lustrosos escritorios, la escuálida producción de granos, leche y carne entre otros son acaparados por coyotes. La reforma del artículo 27 dio la puntilla al campesino y el ejido después de 70 años les fue devuelto a los latifundistas, dueños absolutos de tierra y subsuelo, con producción que sólo beneficia a unos cuantos grupos, monopolios, muchas veces auspiciados por encumbrados políticos en el poder.
Los slogans de los políticos fracasaron, sus programas se fueron por donde vinieron; al cesto de la basura, (si no es verdad que demuestren lo contrario), el trabajo emergente y el programa Procampo, Oportunidades, entre otros, sólo sirvieron para hundir más al campesino, con tanto burócrata “buscachamas” chupando de la teta presupuestal, el Banrural (Bandidal) gastando hasta el último centavo en sus jubilados. Decenas de organizaciones campesinas en su mayoría vendidas y entregadas por sus líderes al gobierno en turno. Un Tratado que nunca fue negociado y ahora ya es tarde para ello, además nunca les interesó a sus líderes o al mismo gobierno y ante este caos al campesino sólo le queda decir adiós al terruño que tanto amó y buscar en tierras desconocidas lo que no perdió, sino que le fue arrebatado, la esperanza y sus sueños... Correo-e;linga__1031@hotmail.com