El espectáculo político-religioso continúa adelante, luego que en días pasados reavivaran las agresiones verbales, el escarnio, las acusaciones de criminalidad y las denuncias de falta de probidad al confundir la verdad que se lanzan mutuamente el ex procurador Carpizo y el arzobispo de Guadalajara Juan Sandoval Íñiguez; ahora, como en los tiempos de aquellas viejas “caravanas de artistas” que visitaban a la Comarca Lagunera, saltan al ruedo otros altos prelados de la Iglesia Católica, encabezados por el arzobispo de Acapulco, Felipe Aguirre Franco; el obispo de Tlaxcala, Jacinto Guerrero Torres y el de Cuernavaca, Florentino Olvera Ochoa, autoridades de diócesis importantes, quienes inmediatamente recibieron el apoyo de sus sacerdotes, declarando sobre “los pecados” que se cometen en relación a la responsabilidad cívica, particularmente en referencia al acto criminal del aborto.
La respuesta de la sociedad no se hizo esperar: Políticos respondiendo a las declaraciones y defendiendo sus intereses; periodistas opinando y recordando antecedentes del sexenio de Carlos Salinas de Gortari y el pueblo en general, sorprendiéndose y hasta mostrando dudas e inconformidad con la exposición pública de esas autoridades religiosas, que en antaño daban las bases de muchas de las normas sociales y hasta de moralidad.
La realidad es que la participación de los sacerdotes en la vida política de un pueblo no es nada nuevo, se da desde los orígenes de la historia del hombre; ¿qué ya no recordamos a los chamanes de la prehistoria que orientaban, dirigían y avalaban las actitudes tomadas por los líderes de los clanes?; o ¿ya olvidamos la narrativa de los pueblos primitivos, que por medio del grupo sacerdotal dirimieron diferencias y nos legaron pleitos humanos que aún no podemos solucionar, como el de los judíos y palestinos?
En nuestro continente no hubo diferencia; los sacerdotes en los pueblos de los primeros ocupantes de América, tuvieron un protagonismo principal en la historia. ¿Qué hubiera sucedido si nuestros antepasados no hubieran esperado el cumplimiento de la profecía sacerdotal del regreso de un Dios barbado.
Con la llegada de los salvajes conquistadores, el sacerdote español acudió a América con el propósito de evangelizar; pasados los años, con el asentamiento firme del virreinato, estos religiosos debieron intervenir, en no pocas veces, para detener los abusos de los virreyes y nobles (por título) españoles. La Iglesia Católica como institución religiosa en mucho influyó para que se respetara la vida de los indígenas y para que se les diera trato como seres humanos.
De la Independencia de México ni qué decir, sólo les escribo un nombre: Miguel Hidalgo y Costilla.
El liberalismo de México debió luchar por el poder con los conservadores y ultraderechistas y hay capítulos de nuestra historia que a veces olvidamos. Algunos autores narran las diferencias de Santa Anna con esos altos prelados, en relación al cobro de impuestos, choques de poder que volvieron a repetirse con Benito Juárez.
De la Guerra de los Cristeros ni qué comentar; aún se recuerda el hecho y ha sido causa hasta de la intervención del Papa, que ha declarado salvos y santos a algunos de esos combatientes, que por cierto eran buenos para los bombazos.
Los que vivimos una educación escolarizada en instituciones de inspiración cristiana, recordamos claramente las enseñanzas de los religiosos en cuestiones de moral, vida comunitaria y compromiso social; entre ellas, que mucho han producido socialmente en la Comarca Lagunera, también venían incluidas las exposiciones y puntos de vista sobre política y partidos, de su historia y su vida cotidiana.
Pareciera que no estuviéramos enterados de múltiples anécdotas de México, de los estados de la Laguna y de nuestras propias ciudades. ¿Usted no conoce historias de entrevistas de políticos en campaña con obispos y altas autoridades de la Iglesia local? Si no se dieron con líderes de otras comunidades cristianas, simple y sencillamente se debe a que representaban a minorías que no pintaban a la hora de las elecciones. Por cierto, ellos también participan activamente en la política nacional, ¿o no?
Así pues, Carlos Salinas de Gortari también tuvo comunicación y escuchó comentarios, puntos de vista y hasta recomendaciones de los líderes religiosos, a quienes les había medido su fuerza política; así, en 1992 promovió la reforma constitucional que les dio, después de muchísimos años, la oportunidad de votar más no ser votados. Ni dudarlo, le reconocía las pintas al tigre.
De esa reforma sólo le cito un dato: Artículo 130 constitucional, inciso e) “Los ministros no podrán asociarse con fines políticos ni realizar proselitismo a favor o en contra de candidato, partido o asociación política alguna”. De verdad que me estoy imaginando su sonrisa al leer lo anterior. También me viene a la memoria aquello de “las leyes se hacen para obedecerlas y no para que sean violadas”.
Imposible que el ser humano deje de tener alguna de sus características fundamentales; somos gregarios por naturaleza y en consecuencia debemos tener una vida que incluye actos de políticos; lo hacemos en la sociedad, no sólo al votar, sino al dar opiniones y tomar acuerdos de grupos, en organizaciones intermedias, sindicatos, colegios de profesionistas, o clubes de servicio social; actuamos como políticos en nuestros empleos, cuando acordamos o decidimos no sólo en cuestiones laborales, sino de trato entre personas que pertenecen a una misma institución, del tipo que sea; igualmente cuando en la familia acordamos sobre cuestiones referentes a los usos y costumbres entre nuestros cercanos, que van desde horarios para actividades hasta principios de orden y autoridad.
Esta realidad transforma en un reto difícil de atender la adecuada relación de los líderes religiosos y los sociales y créame que los primeros tienen muchas ventajas sobre los segundos, porque unos tienen “el poder de perdonar los pecados” y los otros no, así de simple.
Si los religiosos tienen a su cargo la grave responsabilidad de orientar a los creyentes, deben asegurar aquello de “la enseñanza con el ejemplo”, cosa que algunos, la minoría, no hacen, dañando a la gran mayoría que sí cumple son sus obligaciones pastorales y dan un excelente ejemplo (también sé que Usted puede pensar y recordar muchos nombres de religiosos laguneros que son ejemplos de amor al prójimo). Pero qué mal hacen esos pocos a los demás, pues como dice el refrán: “mata a un perro y te dirán mata perros”.
Los religiosos, entre ellos los sacerdotes católicos, siempre han tenido foros importantes para expresarse y ser oídos, lo que provoca desconcierto es que algunos ingresen a campos que desmeritan su imagen y autoridad moral. Ojalá que los nuestros, los de la Laguna, no acepten ese tipo de tentaciones.
Si el aborto es un acto criminal, de lo que no me queda la menor duda, que debe ser combatido en los medios adecuados y por las personas adecuadas. La Iglesia católica siempre ha tenido grandes pensadores laicos que pueden asistirla, representarla y hasta defenderla en forma sobresaliente, con la autoridad del conocimiento y la calidad moral que se han ganado a pulso. Además, así dejan de exponer su imagen de líderes morales que en cuestiones de fe, bien y bondad tanta falta nos hacen. ¿o piensa Usted que hay algo más de fondo? Ojalá que no. ydarwich@ual.mx