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Las renuncias de Fox

Jorge Zepeda Patterson

En 1979 Vicente Fox renunció a la presidencia de Coca Cola México para irse a probar suerte como ranchero en los negocios familiares en Guanajuato. Tenía apenas 37 años y constituía ya uno de los ejecutivos más importantes y poderosos de México. La trasnacional le había ofrecido la dirección de toda América Latina, con sede en Miami, aunque su esposa de entonces, Lilian de la Concha, asegura que la propuesta era para dirigir a la Coca Cola en el continente Europeo. Fuese un sitio o el otro, lo cierto es que Fox estaba siendo invitado a formar parte del puñado de CEOs o funcionarios de élite, que dominan los asuntos mundiales a través del control de las trasnacionales. Justo en ese momento el guanajuatense decide dar la espalda y refugiarse en la casa de su madre en San Cristóbal.

A la postre Fox sería gobernador y posteriormente presidente del país, pero eso arrancó diez años más tarde. En el momento en que decide dar la espalda a su vertiginoso ascenso en una de las diez empresas más grandes del mundo, la decisión se antoja inexplicable. Los negocios familiares no eran precisamente boyantes y la llegada de Fox para operarlos junto a sus hermanos no cambió las cosas. Durante los siguientes años, en la década de los años ochenta, los Fox incursionaron en varias actividades, se endeudaron con los bancos e incumplieron con los proveedores. A finales de esa década, Fox decide probar suerte en la política (primero tímidamente y, posteriormente cuando se involucra Marta Sahagún con mayor vehemencia).

Esa decisión probablemente permitió que parte de los negocios familiares no quedara en las manos de sus acreedores. Es una historia poco conocida e investigada, pero la suerte de las empresas de los Fox comenzó a mejorar una vez que Vicente se dedicó a la política (sea por el “entorno favorable” que significa tener un gobernador o un candidato presidencial en campaña dentro de la familia; o simplemente porque la ausencia de Vicente Fox en la conducción de esos negocios permitió a los hermanos sanear su economía).

No resulta fácil entender los motivos que llevan a un joven padre de familia, un brillante ejecutivo, a renunciar un futuro espectacular y regresar a un pequeño rancho del que había salido 20 años antes. Es un tema casi olvidado en la biografía de Fox, pero que hoy vuelve a ser pertinente recordar por el súbito deseo del Presidente de prácticamente dar por terminado el sexenio y poder regresar a su pueblo. Hace unas semanas Vicente Fox aseguró que la carrera presidencial ya había arrancado, lo cual constituye una declaración extraña, poco menos que inexplicable. En el pasado los presidentes de México han intentado retrasar al máximo el comienzo de esa carrera, porque eso marca el inicio del final de su poder. Desde el momento en que los aspirantes presidenciales buscan agrupar intereses y convocar a las fuerzas vivas en torno a su candidatura, la atención de los factores de poder comienza a desplazarse de Los Pinos hacia el posible futuro soberano. En esa medida la posibilidad del Presidente para sacar adelante sus proyectos en el segundo trienio queda menguada por la pérdida relativa de poder a manos de “la cargada”.

En mi opinión el deseo de Fox de dar un banderazo de salida tan prematuro a la carrera presidencial, está emparentado con el mismo sentimiento de abandono y renunciación que hace 24 años le llevó a dar la espalda a la conducción de la Coca Cola. Estos dos momentos en su vida se explicarían por un mismo impulso: una especie de parálisis frente a la responsabilidad del ejercicio del poder.

Tanto en la trasnacional como en su carrera política, lo mejor de Fox brotó durante el proceso de conquista del poder, le fascinó el ascenso a la cumbre, le apasionó el viaje pero no el destino final. Una vez en la cúspide del poder, Fox no ha sabido qué hacer con él. Como presidente del país Fox ha carecido de la vehemencia, de la imaginación y del talento que tuvo como candidato.

Desde el arranque mismo del sexenio, cuando todos esperábamos los grandes proyectos nacionales que pondrían en marcha la transformación del país, Fox comenzó a menguar. Es más un publirrelacionista de México S.A. de C.V. que un soberano. Ningún presidente ha delegado en el gabinete el poder tan ampliamente como el panista. Los secretarios son pequeños virreyes que no son llamados a cuenta por Los Pinos, ni son reprendidos por sus errores (mucho menos despedidos). Los presidentes priistas ejercían un control absoluto sobre el gabinete; en contraste, la dejadez de Fox es casi irresponsable.

Sería asunto de diván profesional indagar las verdaderas razones que explican el enorme éxito que ha tenido Fox para encumbrarse en la cima del poder y el extraño desinterés que le provoca ejercerlo una vez que se encuentra en la cúspide. Su expediente en Coca Cola y las razones de su salida deben ser uno de los secretos mejor guardados en la trasnacional. Él ya ha señalado que dentro de tres años no tendrá más ambición que regresar a su rancho. Da la impresión de que, si por él fuera, regresaría mañana. ¿Qué pasó hace 24 años? ¿Qué pasa ahora? ¿Principio de Peter? ¿Pánico ante la responsabilidad? Quizá nunca lo sabremos. El costo que representó para la Coca Cola esa tendencia de Fox a la evasión fue simplemente el de un reemplazo de ejecutivo. La pérdida para el país es histórica, es inmensa. (jzepeda52@aol.com)

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