La noticia que se transmitió en estos días de que no se celebrará la Batalla de Puebla en la Casa Blanca nos deja igual que si anunciaran que va a tener lugar el próximo cinco de mayo. La verdad es que no necesitamos que nadie festeje un acontecimiento que corresponde a nuestro calendario histórico. Si lo hacían antes, gracias, si ya no lo hacen, gracias, lo recordaremos en casa. En el siglo antepasado, en 1862, las fuerzas que comandaba el general coahuilense Ignacio Zaragoza derrotaron a las fuerzas invasoras de Napoleón “El Pequeño”. Era presidente don Benito Juárez, participando en la refriega, entre otros, el general Porfirio Díaz. No es importante que el presidente George W. Bush invite a mexicanos que residen en su país a comer platillos típicos y a escuchar a cantantes nuestros que interpretaban canciones vernáculas. Nos hacía el honor, como lo hicieron durante cerca de cincuenta años los presidentes que le antecedieron, de hablar un poco de español chapurreado en una cortesía, que es de nobleza reconocer, como un gesto de buena voluntad.
Eso se acabó. No más enchiladas, mole de guajolote, chicharrón, frijoles y otras sabrosuras servidas en un buffet de ollas de barro colocadas en mesas ubicadas en los espaciosos y bien cuidados jardines de la residencia oficial del titular del poder ejecutivo. Sin mayor explicación se ha dicho que el banquete recepción, por esta vez, quedará suspendido. Lo único que se nos ocurre es que el presidente Bush está molesto con el gobierno mexicano que preside Vicente Fox, aunque con el pueblo de México no lo esté. Si se recuerda cuando el 11 de septiembre fueron derribadas las torres del World Trade Center, nuestro mandatario, por algún motivo que se desconoce, fue lento en reaccionar, sin que se le viera al lado de su amigo como un gesto de solidaridad. Al iniciar las hostilidades contra el régimen de Saddam Hussein, creyó Bush que recibiría el apoyo incondicional de Fox, pero pronto se daría cuenta de que estaba equivocado.
Aunque funcionarios de alto nivel del gobierno de Bush dicen que no habrá represalias, por esa falta de apoyo, la realidad es que ya las hay. Nuestro país es lo suficientemente vulnerable como para que estos gringos lo paren de cabeza a la hora que se propongan hacerlo. Quizá no lleguen a tanto pero sí aprovecharán, en cuanta oportunidad se les presente, para hacer saber a Fox que están verdaderamente molestos. El que nos devuelvan a nuestros compatriotas que se encuentran laborando en su país sin papeles, sería un menudo problema que le crearían a nuestro gobierno que no tiene la capacidad para crear los empleos que éstos requieren. Sería peor que si nos dejaran caer una bomba en pleno Zócalo de la ciudad de México. Por un momento imaginemos lo que sucedería si tuviésemos que recibir a nuestros paisanos.
Haga lo que haga Fox, la suerte está echada desde que anunció que su gobierno votaría en contra de la guerra. Lo único que le queda es aguantar el vendaval hasta que las cosas vuelvan a normalizarse. Lo que, cabe suponer, sucederá en un futuro incierto. Cuando el gobierno americano se dé cuenta que somos un país independiente que admiramos al pueblo norteamericano sin que eso quiera decir que somos sus lacayos, sin otro pensamiento que la de ver qué se le ofrece a los amos. La culpa no la tiene el gobierno de Washington, la tienen varias generaciones de mexicanos que se la han pasado lamiéndoles las botas, sin decirles que somos otros individuos, con ideas propias, no dispuestos a renunciar a nuestra manera de pensar. Que respetamos a esa gran nación pero que pedimos se nos respete porque somos seres humanos con los mismos derechos. Hay un grupo de mexicanos que desde hace tiempo quisiera que nos hubiésemos constituido en una estrella más de la bandera de los EU, sin darse cuenta de que tenemos un destino distinto. Somos un pueblo peculiar. Nuestras diferencias son nuestra mejor arma para seguir siendo libres. En eso radica nuestra fuerza.