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Las virtudes de Andrés Manuel

Guadalupe Loaeza

¿Será posible hablar de Andrés Manuel López Obrador como ser humano, sin referirnos al político? Aunque la apuesta resulte difícil, bien vale la pena intentarlo. Nos queda claro, sin embargo, que en su caso no se pueden excluir estos dos aspectos. Es un político sumamente exitoso, porque es un buen ser humano. Y es una excelente persona, porque cuenta, precisamente, con una vocación de servicio. Más que de su trayectoria y de sus logros como Jefe de Gobierno, nos referiremos a cinco virtudes las cuales pensamos lo pintan de cuerpo entero.

Para entenderlas mejor leímos con atención, nuestro libro de cabecera cuyo título lo dice todo, Pequeño Tratado de las grandes Virtudes de André Comte-Sponville. (Editorial Andrés Bello).

Empecemos con la primera sin la cual, no se podrían concebir las otras cuatro virtudes. No hay duda que gracias a ellas Andrés Manuel ha sabido gobernar una de las ciudades más grandes del mundo. No en balde, después de las encuestas realizadas por dos diarios capitalinos, obtuvo 83 por ciento de aprobación.

La generosidad: Según el filósofo francés, la generosidad es la virtud del don. Ya no se trata de “dar a cada uno lo suyo”, como decía Spinoza a propósito de la justicia, sino de regalarle lo que no es suyo, que le falta, lo que tú tienes. No, Andrés Manuel no es populista como insisten en señalar varios analistas, es ge-ne-ro-so; les da a los adultos mayores, lo que piensa que les hace falta. Es verdad que 680 pesos no es nada, pero también es cierto, que para muchos de ellos, es una lana. Es bien sabido que la generosidad se debe más al corazón, de allí que casi siempre sea espontánea. La justicia tiene que ver más con la razón. La generosidad no actúa en función de tal o cual texto, de tal o cual ley. Va más allá. Aunque tiene que ver con la solidaridad, la justicia junto a la generosidad, la superan. No hay duda de que la solidaridad puede motivarla (a la generosidad), suscitarla, reforzarla. Pero sólo es generosa a condición de rebasar el interés, aun bien entendido, incluso compartido; es decir, a condición de ir más allá de la solidaridad.

“Ay, pero es que Andrés Manuel todo lo hace porque quiere ser presidente, porque es un demagogo”. No es cierto, López Obrador piensa en los que menos tienen, porque es generoso. Así es y así mismo lo desea. Pero lo más importante es que tiene la voluntad para serlo. Decía Descartes que el hombre generoso no es prisionero de sus afectos ni de sí mismo; al contrario es dueño de sí y no busca justificaciones. Le bastan la voluntad y la virtud. Su generosidad nada más depende de él: Basta con que lo quiera. Por último diremos que la generosidad de López Obrador ha sabido elevarlo hacia los demás. Y si no pregúntenle a la gente de la calle.

La Compasión: Ponerse en el lugar de los demás. Compartir su indignación, su malestar, imaginar sus necesidades, pensar en el otro.

* La compasión (misericordia) es el amor en tanto afecta al hombre de tal suerte que goza con la felicidad de otro y se entristece con su desgracia. Algo me dice que cuando Andrés Manuel sale de gira dentro de la ciudad, termina entristecido (que no deprimido) por toda la desgracia que aqueja a tantos ciudadanos del DF. Los considera, los compadece. Siente simpatía por ellos, por los que sufren. La compasión, se siente o no se siente. Andrés Manuel, la trae pegada a su piel. Es tan compasivo López Obrador, que en su fuero interno hasta siente compasión por sus enemigos, en especial por Madrazo y Fernández de Cevallos. Los compadece porque sabe cuánto han de sufrir por sentir tanta envidia y tanto coraje. Por eso ya ni les responde, ni los mira, ni los oye. En el fondo ha de sentir hasta simpatía por estos dos individuos, que no saben de virtudes. No hay que olvidar que la compasión es lo contrario de la crueldad que se deleita con el sufrimiento ajeno y del egoísmo que no se ocupa de él.

El Coraje: El coraje es la virtud de los héroes. ¿Quién no admira a los héroes?, se pregunta el autor al que nos hemos referido. Gobernar, una ciudad como el Distrito Federal, es, indiscutiblemente, un acto de heroísmo. Haberse enfrentado a todas las críticas que surgieron a raíz de la construcción del segundo piso del Periférico, fue un verdadero acto de heroísmo. Levantarse todas las madrugadas a las cinco de la mañana y para realizar una rueda de prensa, es un acto de heroísmo de lo más admirable. Haberse lanzado a reformar el Paseo de la Reforma cuando nadie creía en el proyecto, es un acto de heroísmo. Soportar las miradas de puñal en tanto le manda recados al Jefe de Gobierno, es un acto de heroísmo. Ser un político autocrítico ante aquello que no se ha logrado, en nuestro país, es un acto de heroísmo. El razonamiento nos dice lo que hay que hacer (si hay que hacerlo), mas no nos dice que haya que hacerlo; y todavía menos hace lo que dice. En cambio el coraje intelectual, el que no cede al miedo, nos da fuerza para llevar a cabo nuestra voluntad. Coraje para actuar, para durar, para vivir, para ejecutar, para soportar, para combatir, para sufrir ausencias, para resistir y para perseverar. Es lo que Spinoza llama, firmeza de alma. Todo coraje es de voluntad. Un servidor público necesita de coraje. Hay que escapar al miedo mediante el coraje, decía Alain. El miedo paraliza. El coraje triunfa. Andrés Manuel es valiente, no le tiene miedo a nada ni a nadie. Lo único que teme, es fallarle a los ciudadanos del Distrito Federal.

La simplicidad: La simplicidad es lo contrario de la duplicidad, de la complejidad y de la pretensión. Andrés Manuel es llano. Es como es. Lo contrario de la simplicidad no es lo complejo, sino lo falso. Según Comte-Sponville, la simplicidad es ante todo una virtud moral, espiritual. Transparencia de la mirada, sinceridad en el discurso, derechura del alma o de conducta. En otras palabras la simplicidad es olvido de sí y en ello reside su virtud; es lo contrario del narcisismo, de la pretensión, de la suficiencia. Como bien dice Federico Reyes Heroles (nota publicada en un diario de la capital el 22-abril-2003) al hablar de la honestidad de López Obrador: En su Nissan para arriba y para abajo, el madrugador gobernante, se ve lejos de las degradadas formas del pasado y del presente: Ni guaruras, ni “Suburbans”, ni negocios o amigos litigantes. Es sencillo. Su pequeño departamento nada tiene que ver con el estilo del hacendado a caballo que el régimen foxista se ha esforzado en reimponer. AMLO le apuesta a otro México. El Humor: Carecer de humor es carecer de humildad, de lucidez, de liviandad, en otras palabras, es estar demasiado lleno de uno mismo, demasiado engañado por uno mismo, es ser demasiado severo o agresivo y carecer por ello, casi siempre de generosidad, de dulzura, de misericordia. Dice bien el filósofo francés que hay que desconfiar de las personas que son demasiado serias, por allí hay algo de fanatismo. No hay mañana, (¡a esas horas!) que Andrés Manuel no haga reír a los periodistas con una reflexión humorosa. No hay mañana, en que el Jefe del Gobierno del D.F., no sonría y no hay mañana, en que no diga algún dicho popular lleno de humor. El humor es humilde. La ironía desprecia, acusa, condena... es soberbia. El humor es una manifestación de la generosidad. La ironía por el contrario, sólo sabe odiar, criticar, despreciar.

Para finalizar no nos queda más que reiterar que Andrés Manuel López Obrador gobierna con cinco virtudes; virtudes que caracterizan su personalidad pero sobre todo, su gran sentido humano: generosidad, compasión, coraje, simplicidad y humor. Y encima de todo un segundo piso que está: ¡¡¡guáu!!!

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