Por Cecilia Aguilar Acuña
El Siglo de Torreón
SAN PEDRO, COAH.- “¡Hasta que encandilen de tanto brillo!”, dice en torno a su oficio Roberto Martínez Lozano, de 30 años de edad, quien desde hace 20 años se dedica a bolear los zapatos de los sampetrinos.
Su historia como bolero inicia cuando su papá lo llevaba con su abuelito materno a ayudarle, “él estaba también aquí en la plaza principal, pero en la esquina de la calle Hidalgo”, -apunta al lugar-, “él fue muy famoso en su época, hasta señores de la alta venían a lustrar sus zapatos”.
“Me ponía a hacerle al vivo con mi abuelito, él me enseñó muy bien el oficio, me decía: tienes que sacarle brillo hasta que encandilen los canijos”. Y añade que con lo que su abuelito le pagaba, le alcanzaba para ir al cine, “yo tenía como 11 años creo..., pero me encantaba ir a ver las películas del Santo en el Cine Obrero y también me gustaban las de Mario Almada que pasaban aquí en el Cine Plaza”, comenta señalando el lugar donde ahora niños de secundaria y jóvenes preparatorianos acuden a jugar a las maquinitas.
Sus manos llenas de tinta lo delatan. Dos sillas color rojo establecidas frente al antaño Cine Plaza, permiten proporcionar el servicio a los clientes. En un cajón amplio se aprecian sus utensilios: cepillos, franelas, grasa, tina de todos colores.
Pero no puede faltar una grabadora, “para amenizar el rato, la escuchamos algunas veces y moderadamente, pos´a algunos clientes no les gusta y otros prefieren que escuchemos sus historias”, comenta mientras sacude con un trapo viejo las sillas donde cientos de personas a lo largo de 20 años, las han ocupado.
En la plaza principal se ubican cinco boleros más, pero para Roberto la competencia lejos de asustarle, le agrada, “es que así nos obligamos a hacer las cosas mejor, mire... ellos tienen sus clientes y yo los míos, lo que me queda es trabajar bien, pa´que vuelvan y los que ya tengo, pa´que se queden”, dice con convicción al tiempo que contesta un saludo que le hace un grupo de señores.
El mediodía arriba y la plaza principal se ve abarrotada por jóvenes estudiantes, niños de secunda-ria que al lado de sus mamás caminan disfrutando ya sea un dulce, ya sea una nieve. La fama de este entusiasta bolero, parece ser mucha, pues los “hola Beto”, se presentan continuamente.
“Imagínese, tengo tantos años aquí y como viene tanta gente de todos lados a la plaza, pos´ a uno ya lo conocen hasta debajo de las piedras”, comenta mientras suelta una carcajada.
Roberto tiene tres hijos, la más grande tiene 12 años, “ahora que entre a secundaria los gastos serán mayores, por eso hasta mi esposa trabaja como empleada haciendo gorditas, “pos´ aquí sale apenas pa´ darles de comer. Cobramos diez pesos por un lustre sencillo y 30 pesos algo más elaborado como cambiar el color original”, informa al tiempo que da la bienvenida a un cliente.
Esta persona a quien Roberto lustra sus zapatos con frecuencia, dice preferirlo a los demás, “ya que nadie deja mis zapatos como él, creo que hasta rechinan de limpios...”, ríen a la vez que Roberto se disculpa para ponerse a trabajar.