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MÉXICO, DF.- Se calcula que cada año aparecen en el mercado mexicano seis mil novedades bibliográficas (cifra ofrecida por la Cámara Nacional de la Industria Editorial), situación que pone en aprietos a los editores, ya que para poder colocar la gran mayoría de las existencias es necesario ofrecer descuentos a las grandes tiendas que han acaparado la venta de libros.
En este contexto, dichas cadenas pueden aplicar a su conveniencia la ley de la oferta y la demanda, obligando a los editores a ceder terreno y a relegar cada vez más a los pequeños negocios libreros, dedicados exclusivamente a esta actividad.
“Se les da descuento porque sus compras son mayores, más significativas; cuando las compras son moderadas no puede hacerse un descuento’’, dijo Carlos Graef, gerente general de Editorial Paidós, durante el encuentro en apoyo al libro, “Leer, un placer que da frutos’’.
A este respecto, Porfirio Romo, director de Lectorum, propuso establecer un precio fijo para todos, sin descuentos, “para que las grandes superficies dejen de tener muchos libros y éstos pasen a las librerías, las que sólo así se convertirán en una expectativa real como buen negocio’’.
Sin embargo, los descuentos no logran unificarse y mucho menos los precios que se ofrecen al público, ya que además, detrás de esto se esconde la situación del gravamen con tasa cero para libros que ha sido tan discutido.
Y es que entre los descuentos y los impuestos, poco queda al alcance de los editores para volver del mercado editorial una industria que pueda caminar por sí misma.
Para algunos, la decisión de tasar los libros sobre cero sólo significó una posición política, idea con la que coincide Julio Sanz, fundador de Aconcagua Ediciones y Publicaciones, en el marco del mismo foro, celebrado en Casa Lamm, porque, además “el precio de los libros no ha bajado’’.
“No estoy de acuerdo en que los libros no tengan IVA, si los libreros y los editores nos hubiéramos puesto de acuerdo para compartir el descuento y bajarlo, ahora los representantes de las editoriales no tendríamos que correr detrás de Hacienda para recuperar los impuestos’’, agregó.
Una buena posibilidad sería encontrar un justo medio, a sugerencia de Porfirio Romo, “y aplicar un IVA moderado de alrededor del cuatro por ciento, para así poder cubrir la cantidad que se paga en las facturas de cada uno de los insumos, sin necesidad de descapitalizar al editor, quien permanece a la espera de que le devuelvan su dinero’’.
Y aún peor es la situación que enfrentan los libreros, porque ellos no tienen ninguna posibilidad de recuperar sus impuestos.
Con todo esto, la industria editorial atraviesa por una serie de circunstancias amenazadoras, donde las preferencias dan cabida al monopolio de la venta de libros a favor de grandes cadenas trasnacionales, que a su vez inflan la cartera de las grandes editoriales, dejando el camino libre para que éstas se coman a las más pequeñas y los precios se encarezcan más cada vez, permitiendo que la piratería y el ambulantaje se introduzcan en gran manera dentro de un funcionamiento que cada vez tiene más fugas y menos ganancias.