La extracción, distribución y administración del agua potable ha sido, históricamente, un dolor de cabeza para los alcaldes de Saltillo y los gobernadores de Coahuila; y sigue siéndolo.
En 1963 Saltillo disponía de tres fuentes de agua: Las galerías filtrantes de Buenavista, el fundador Ojo de Agua y uno que otro pozo profundo propiedad de particulares, que aportaban reducidos volúmenes al sistema de distribución, el cual tampoco funcionaba con eficiencia.
El líquido elemento llegaba a los domicilios en tandas, un día si y otros no, como aún lo reciben varios sectores de la ciudad. Gemían las viejas llaves, tremaban y a duras penas soltaban una lagrimilla, aparentes víctimas de prostatitis. Los saltillenses no perdían el sentido del humor y reían con las aventuras del agua que no salía. Lo mismo aseguraban haberse bañado como “odalisca”, (adheridos a la pared y meneando el trasero al estilo oriental para recibir algunas gotas de agua) o que su baño semanal era “estilo avioncito”... Sólo las alas y el motor.
En 1963 el sistema del agua era solamente un modesto departamento municipal, escaso de agua y pródigo en imperfecciones. Algunos usuarios y la iniciativa privada agravaban la escasez: Unos eran usuarios morosos, mientras que los organismos privados rechazaban a ultranza: cualquier intento de incrementar tarifas. Saltillo, una ciudad con poco más de 50 mil habitantes, disponía, muy a fuerza, de cincuenta litros de agua por segundo que conducía una deteriorada red de distribución conducía a las casas. El agua no era precisamente buena; en verdad resultaba era tan intratable como la propia IP, pues los carbonatos de calcio, que aún posee, se precipitaban en las juntas y codos de unión de la tubería reduciendo su capacidad conductora.
Pero en 1964 la escasez de agua devino insoportable y los organismos privados, encabezados por Humberto Hinojosa Domínguez, ciudadano ejemplar, se unieron a la autoridad municipal para plantear el problema al gobernador del Estado, Braulio Fernández Aguirre, en pos de una solución definitiva. Eulalio Gutiérrez Treviño, ex alcalde de Saltillo, era Senador por Coahuila: Conocía el problema a profundidad y por lo tanto compartía la preocupación del Alcalde y de la IP. Juntos fueron a verlo. Entrando 1965 el gobernador empezó a explorar la zona de Loma Alta, en Arteaga, en busca de nuevos acuíferos. Hubo éxito y se acrecentó el caudal de agua en más de 600 litros por segundo, Al siguiente año construyó la línea de conducción y en pocos meses los saltillenses percibieron alguna mejoría en el sistema de agua potable.
Como los organismos privados habían acordado pagar de dos bimestres extras del impuesto predial al gobierno del Estado, para ayudar a costear la línea de conducción Loma Alta-Saltillo, se sintieron merecedores quid pro quo de dirigir la naciente JAAPAS y lo consiguieron. Los ipecos mejoraron la administración, era incuestionable; pero el servicio a los usuarios era defectuoso. Además, los administradores de JAAPAS recurrían al Gobierno Estatal ante la aparición de una nueva inversión. Buscar más fuentes de abasto se hizo recurrente; aunque el verdadero problema no se localizaba en el agua que ingresaba a la red, sino en la que se perdía por fugas, en la que no se facturaba, en la que no se cobraba, o en la que no se pagaba.
Al inicio del sexenio de Óscar Flores Tapia, éste reestructuró el organismo e hizo nacer a otra empresa paramunicipal con similar estructura: Simas, cuya novedad era que otorgaba representación paritaria en el cuerpo administrador a los sectores empresarial y social. Entonces se realizaron varias perforaciones exitosas en Zapalinamé.
Entre 1965 y 2002 Simas reconoció otra realidad palpable: Si el servicio de agua resultaba ineficiente, no podían cobrarlo como si fuera eficiente. Igual existían sectores sociales cuya capacidad económica obligaba al organismo a construir la introducción de las redes de agua y drenaje a precios disminuidos. Era asunto de humanidad tener consideración de la gente sin recursos. Así y todo, los problemas siguieron.
¿Qué tanto influyeron los inversionistas saltillenses para que el Ayuntamiento decidiera sacar a subasta la venta de Simas? Lo cierto es que algunos pensarían que la venta saldría a precio de quemazón, pero no resultó así. La Presidencia Municipal hizo valer su patrimonio y recurrió a una empresa financiera, Andersen y no sé cuánto, para valorizar los activos. Lo cierto es que aquí nadie se quiso animar y en el año 2001 AGSAL apareció a la mitad del foro; hubo regateo y finalmente surgió un ganador: Aguas de Barcelona se posesionó del sistema ofreciendo el oro y el moro; pero al tomar el gobernalle del sistema subieron sus tarifas; implantaron una severa política de cobro ante los usuarios incumplidos y conservan, todavía, obras pendientes en más de 30 colonias marginadas, actualmente exigidas por los colonos.
De ahí que la presión empresarial y social sobre AGSAL se espese y aparezca justificada, aunque conozcamos las antipatías y reconcomias que la movilizan. Aguas de Barcelona y Aguas de Saltillo, 51 por ciento propiedad de los saltillenses, necesitarán aclimatar sus métodos de cobro a la temperatura de un organismo con cualidades humanas y servicio social, antípoda de un lucro desmedido. Tampoco sería viable denunciar la operación de compra-venta por el 49 por ciento de las acciones de AGSAL. Eso sacaría a los españoles de la administración; y no es que nos guste tenerlos allí, pero si el Ayuntamiento hiciera tal denuncia podría ser demandado ante el Tribunal Internacional del Comercio; y en un caso de pérdida por decreto judicial, todos pagaríamos; además se asestaría un golpe fatal al sistema globalizado de comercio.
¿Y qué resultados tendríamos?: Por lo pronto, retornaríamos a los usos, costumbres y servidumbres eficientistas. En poco tiempo, veríamos la evidencia de miles de tomas clandestinas en las colonias residenciales. Y ambos, AGSAL y opinión pública, nos acostumbraríamos a criticar y a que los hispanos nos manden por un tubo. Es mejor obligar a los administradores de AGSAL a cambiar métodos y bajar tarifas basados en la ley y con los contratos a la mano. Esta película ya la vimos. hace tiempo: se llamaba “Tiburones de agua dulce”...