El año que comienza es crucial para las aspiraciones de los diversos partidos políticos que protagonizarán las elecciones intermedias renovando la Cámara de Diputados. Al mismo tiempo también lo es para las pretensiones del actual residente de Los Pinos, quien no se ha cansado de decir que no ha podido tomar el timón porque sus iniciativas de ley que tienden a cambiar el entorno económico del país, se han visto rechazadas por el Poder Legislativo. Hay desde luego un antagonismo entre los dos poderes que unos dirán que sus autonomías no son convenientes, en tanto otros reconocerán que es el equilibrio que debe prevalecer dentro de una democracia en la que el pueblo con su voto decide cómo y con quiénes deben quedar integrados esos poderes.
Tanto la persona que ocupará el cargo de Presidente de la República como los integrantes de las dos Cámaras que componen el Congreso de la Unión son elegidos por el voto directo de la ciudadanía, que acude a las urnas electorales y decide libremente cuáles hombres, y de qué partidos políticos serán los encargados de resolver los asuntos de la nación en sus respectivos ámbitos de competencia. Es posible que de esa manera el pueblo envíe gente adicta al Presidente para que como sucedía no hace mucho, los diputados sin la menor discusión aprueben cuanto proyecto les sea enviado por el Ejecutivo Federal, o por el contrario, determine que la composición se mantenga como en la actualidad.
En ambos casos no habría queja que valiera, pues estaríamos dentro de los riesgos que implica un gobierno surgido de la voluntad de la ciudadanía. Es posible que con un sentido patriótico el Presidente prefiera una Cámara dócil que apruebe lo que a su manera de ver las cosas sea lo que conviene a los mexicanos. Es factible que quienes actualmente integran la Cámara al resolver los asuntos actúen con un ánimo revanchista y no con estricto apego a un compromiso de darle a la nación las leyes que convengan a su desarrollo, aunque provengan de propuestas planteadas por el Presidente. Si en la próxima hornada de diputados el pueblo escoge con su voto candidatos que lleven el fierro de Fox en la frente, bien por la ciudadanía si lo hace libremente y en secreto.
En un contexto diverso si la ciudadanía con ese sentimiento colectivo con el que suele acertar lo que le conviene, otorga su preferencia a candidatos que comulgan con la idea de que deben frenar las iniciativas presidenciales conforme a un criterio imparcial, no habría objeción que oponer. En el pueblo reside la soberanía por lo que no ha lugar a ponerle cortapisas. En un caso u otro los que no estén de acuerdo deben recordar que cada tres y cada seis años hay la posibilidad de que se pueda cambiar el criterio popular. No es necesario rasgarnos las vestiduras porque no hubo los resultados esperados. En fin, este año que recién comenzamos se constatará cómo no es posible engañar a la ciudadanía: tanto en un caso como en otro. Es posible que el embrujo de la personalidad de Vicente Fox logre que el pueblo le dé una demostración de apoyo. Lo veremos muy pronto. La conciencia comunitaria, más alertada que nunca, es algo que no podrán eludir ninguno de los bandos.