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Los curas en capilla

Gilberto Serna

Cuidado, mucho cuidado. No sólo consiste en aplicar penas a unos cuantos miembros de la clerecía que se supone realizaron actos prohibidos por la ley en materia de procesos electorales. No es una necesidad ineludible; basta una plática con las altas jerarquías eclesiásticas en la que se hiciera una admonición, un estirón de orejas y en su caso una exhortación a los curas, que hayan manifestado mediante actos públicos su interés en participar en eventos políticos, para que no lo hagan más. Algo así como: ve con Dios y no vuelvas a repartir volantes. En estos momentos, no es el poder civil el mejor conducto para sancionar, en caso de que haya suficientes elementos para hacerlo, a los sacerdotes. No hay autoridad moral en quienes, dentro de las esferas gubernamentales están encargados de las relaciones Iglesia-Estado, que permita obtener la seguridad de que los amonestados, bajando la vista al suelo, reconozcan que se actúa con equidad al imponerles un castigo.

Hay bastante lenidad, como fierros en una fogata, para que los ministros del Señor aceptaran en silencio un llamado de atención que implicara un escarmiento. Si bien es cierto que un homicida no puede disculpar su acción diciendo que desde los tiempos de Caín y Abel los seres humanos privan de la vida a otros, la cuestión no radica en eso sino en la consagrada impunidad de la cual gozan ciertos sectores del tegumento social, que suele provocar recelos por cuanto a que podrían decir: a mí se me reprende porque estoy ejerciendo un derecho natural, sin que, en cambio, se haga algo para imponer una condena ejemplar a los Amigos de Fox. ¿Por qué a nosotros sí y a ellos no?. A los campesinos de San Salvador Atenco, que secuestraron a funcionarios, dañaron bienes patrimoniales, incurrieron en faltas al libre uso de las vías generales comunicación, se amotinaron, robaron urnas electorales y se pasearon armados con machetes, los dejaron hacer y deshacer, sin que recibieran una justa sanción. Igual pasa con las tropelías de los educadores de la coordinadora, CNTE, que, un día sí y otro también, bloquean calles y toman con violencia el edificio del sindicato que estaba en manos del SNTE.

En el asunto de los asesinos de Ciudad Juárez, que han sacrificado a decenas de señoritas, no se ha detenido a los verdaderos responsables. En el caso de Luis Donaldo Colosio, candidato a la Presidencia de la República , un asesino solitario que, con su pistola, le da un balazo en la cabeza y en el vientre con trayectorias opuestas, pretendiendo el gobierno justificar que no hubo otros participantes con una cinta de video, como las antiguas cajas de títeres, en que increíblemente la víctima gira sobre sí misma dando oportunidad a que el matarife dispare una vez más. Otro caso, más sensible, lo constituye el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas en que se hace lo mismo que con el crimen de Colosio sirviéndose las autoridades de otra cinta de video, mediante la cual se quiere llegar aun resultado distinto que el que indica la lógica, dándose la versión de que fue confundido con un conocido narcotraficante, para, al comprobarse que hubo disparos a quemarropa, de inmediato rectificar la versión señalando que murió a consecuencia de fuego cruzado.

Hay más. El homicidio de Digna Ochoa, defensora de los Derechos Humanos y el de Abraham Polo Uscanga, magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, cuyos verdugos permanecen en el misterio, gozando de santa y bendita libertad. En el caso del actual gobernador de Chihuahua, Patricio Martínez, una mujer dispara un arma de fuego lesionándolo en la cabeza, ignorándose si el evidente intento de asesinato fue resultado o no de una conspiración. En diverso caso, individuos a pie y a caballo, aparentemente barzonistas, causaron destrozos en el recinto de la Cámara de Diputados federales sin que se sepa hayan sido detenidos. En fin, un rosario de desmanes cuyos autores no han recibido el debido castigo permaneciendo en la más devota de las libertades. Por eso me pregunto: ¿con qué cara las autoridades pretenden corregir a los demás, si no son capaces de aplicar la ley sin distinciones ni privilegios? ¿estarán los curas en capilla, como reos a punto de ser ejecutados?

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