Mal se empezó a asentar el polvo en Karbala y Basora y cuando todavía quedaban varias estatuas de Saddam Hussein en pie, la pregunta empezó a rondar el mundo. ¿Y ahora qué? ¿Cuáles son los planes de la hiperpotencia no sólo en relación con el territorio recientemente conquistado, sino en el futuro? ¿De aquí, para dónde?
Evidentemente, a los Estados Unidos les preocupó mucho más preparar la guerra que la paz. Las explosiones de saqueo y violencia y las carencias de servicios públicos como agua potable y electricidad que se presentaron en los días inmediatamente posteriores a la toma de Bagdad, pusieron en evidencia que a EUA le importó muy poco prever qué pasaría con la población civil y la infraestructura urbana luego de su entrada en la capital iraquí. Eso sí, los pozos petroleros fueron asegurados primero que nada. Por ahí vamos viendo cuál era el interés principal. Que no hayan podido armar un gobierno provisional en un mes también habla horrores de lo improvisada que está resultando la supuesta liberación del pueblo iraquí. Si siguen las cosas como van, quién sabe de qué tamaño será el alacrán que se echaron al cuello los americanos. Y a ver cómo se lo quitan de encima.
Pero también hay preguntas sobre qué pasará más allá de Iraq. Y es que, recordemos, Bush tiene menos de dos años y medio en el poder y ya derrocó dos regímenes (Afganistán e Iraq), no muy legítimos que digamos, no muy queridos por la comunidad internacional, pero bueno. Si uno lo ve como promedio de bateo, da qué pensar. ¿A quién le toca ahora?
Durante la guerra, los halcones del Pentágono y la Casa Blanca empezaron a perrear a Siria: un vecino de Iraq, en teoría gobernado por el mismo movimiento político (de hecho el Partido Bahat llegó primero al poder ahí) y que tiene la muy mala fama, desde hace mucho tiempo, de apoyar a grupos terroristas. La principal acusación contra los sirios fue que estaban apoyando material y humanamente a Saddam, enviándole anteojos de visión nocturna y voluntarios para pelear contra los americanos; y que estaban permitiendo que miembros de la jerarquía iraquí pusieran pies en polvorosa, asilándolos en Damasco. A fin de cuentas, parece que Estados Unidos va a dejar en paz (por lo pronto) a los sirios: Después de todo, ya tiene un avispero alebrestado en ese vecindario y con ése basta y sobra. Además, tarde o temprano habrá que invitar a los sirios a las negociaciones entre palestinos e israelíes, dado que estos últimos siguen ocupando territorio sirio (las Alturas de Golán) y técnicamente se hallan todavía en guerra contra sus vecinos del noreste.
No, el siguiente Estado bandolero al que puede intentar acabar en duelo bajo el Sol el Sheriff (palabra de origen árabe, por cierto) Bush se encuentra al otro extremo del mundo. Y sobre aviso no hay engaño: Ese país ha estado en jabón desde hace un buen rato: Desde que Bush, en su mensaje sobre el Estado de la Unión (una especie de Informe Presidencial, pero con más aplausos y menos sustancia) habló de la existencia de un “Eje del Mal”, consistente en Iraq, Irán y Corea del Norte. Y ahora sí que de los tres que yo tenía, nada más me quedan dos, dos, dos.
Seguirle de frente contra Irán tiene muchos inconvenientes, sobre todo en términos de cómo justificar nada contra él: Ese país no amenaza a sus vecinos, no hay evidencias de que ande fabricando armas no convencionales y su dirigencia fue elegida por el pueblo iraní, así sea en elecciones cuya planeación y desarrollo le darían el soponcio a José Woldenberg. Además, igual que Siria, está en el mismo vecindario, uno más peligroso y caótico que Tepito. Ah, y tiene el triple de población que Iraq, lo que a la hora de echar cuentas siempre resulta importante. Además, siendo país musulmán, Bush tendría muchos problemas para convencer al mundo de que no le tiene tirria al Islam. No que le importe mucho lo que piense o deje de pensar el mundo; pero la reacción de tan numerosa congregación sería previsible: Más terrorismo, más temor dentro de las fronteras americanas, más inspecciones mongoloides en los aeropuertos.
Así pues, echémosle un vistazo al tercer miembro del mentado Eje del Mal: Corea del Norte. Este es un país mucho más complicado y rejego que cualquier otro. Empezando porque, técnicamente, sigue en guerra contra Sudcorea, Estados Unidos y la coalición que formara la ONU en 1950.
Vayamos por partes: En julio de ese año, Norcorea invadió a su vecina del sur con el propósito de unificar la península coreana bajo mando comunista. EUA y la ONU respondieron militarmente a la agresión, con tanto éxito inicial que por poco y acaban con el gobierno de Kim Il Sung, el inenarrable presidente norcoreano. Pero luego intervino China en defensa de sus hermanitos comunistas, y las tropas de Estados Unidos tuvieron que emprender la retirada más vergonzosa de su historia. Total, para no hacer el cuento largo, luego de tres años de guerra y de dos millones de chinos y coreanos (y unos 58,000 americanos) muertos, se llegó a un cese al fuego. No a un tratado de paz. No a un reconocimiento diplomático entre ambas entidades coreanas. No, a un cese al fuego. Y ahí siguen: La zona desmilitarizada que separa a ambos ejércitos es la franja mejor armada y fortificada del mundo. Y como nunca se ha firmado ningún papel, los tiros pueden empezar a volar cualquier día. Y eso que en unas semanas se cumple medio siglo de ese acuerdo, que se suponía era por mientras...
Más aún: Norcorea ha restablecido su programa atómico y al parecer ya tiene un artefacto nuclear con qué amenazar a quien le haga el feo. No sólo eso: Posee misiles capaces de alcanzar ya no digamos Seúl, la capital sudcoreana (la cual, de hecho, está a tiro de artillería de los cañones del norte), sino la mismísima Tokyo. Así pues, dos aliados americanos (medio remolones, pero aliados) están bajo la sombra de un ataque nuclear por parte de un país que ha roto cualquier número de convenios internacionales, que es perfectamente imprevisible y que cuenta con el cuarto o quinto ejército del globo. La población norcoreana se estará muriendo de hambre, pero sus militares no tienen muchas carencias que digamos.
Norcorea es el último país estalinista del mundo (en comparación, Cuba es libérrimo) y se parece a Estados Unidos en una sola cosa: Le importa muy poco lo que opinen o digan los demás. Ha seguido su propio (y desastroso) camino de comunismo de línea dura durante décadas, y no piensa introducir una sola reforma: Norcorea está anclada (en muchos sentidos) en los años cincuenta. Pero a raíz de que Bush los puso en el mismo barco que a Irán e Iraq y viendo lo que le pasó a este último, la dirigencia norcoreana, que siempre ha sido patológicamente paranoica, se ha puesto más histérica que de costumbre. Ello explica por qué el empeño norcoreano en adquirir armas nucleares y echarle trompetillas a un mundo que había esperado que dejara esos afanes desde hace casi diez años: Según Norcorea, tener la Bomba es la única garantía de que los EUA no los invadirá. Por supuesto, la pregunta obvia es ¿y para qué querrían los Estados Unidos invadir un país paupérrimo, sin recursos naturales? ¿Para evitar que vendan tecnología y armas a países como Irán o Pakistán? ¿Para impedir que le hagan llegar armamento no convencional a Bin Laden? ¿Valdrá la pena arriesgar una guerra que puede tener elementos nucleares por eso? Conociendo (o desconociendo, porque es el país más cerrado del mundo) a la dirigencia norcoreana, todo es posible. Y viendo cómo se las gasta la actual Casa Blanca, ello se aplica en varios sentidos.
Total, que si EUA se va a seguir de frente para desmantelar el mentado Eje del Mal, en el Extremo Oriente se va a hallar con un hueso muy duro de roer. Si Saddam no usó sus armas no convencionales fue quizá porque éstas no existían, o porque creyó que luego la cosa le saldría peor. Pero en el caso de Norcorea, nadie duda que, por quítame acá estas pajas, sea capaz de utilizar todos los recursos con que cuenta... incluidos los nucleares. A ver cómo lidia Estados Unidos con un país mucho más aislado, pero por lo mismo más desesperado, que el que acaba de ocupar.
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