No me queda muy claro si se trata de una intromisión de obispos en asuntos electorales al hacer proselitismo a favor de partidos políticos en plena misa, según esto, identificándose cinco casos concretos, o contrariamente los prelados hicieron uso de su libertad de expresión para proclamar los principios morales de la iglesia teniendo autorización para hacerlo por ser un derecho consagrado en la Constitución. No hay que descartar que se trate de una añagaza de algún partido político, de los llamados “morralla”, en la búsqueda de publicidad gratuita. Sea una cosa u otra, en estas últimas semanas hubo un enorme ruido en el que menudearon las discusiones acerca de si es legal que los hombres de la iglesia participen en los procesos políticos en que el país reemplaza sus cuadros de gobierno. ¿Cuál sería la razón para que la ley ordene, a los que pertenecen a un culto religioso, se abstengan de expresar en el púlpito sus preferencias políticas?
Lo primero que se antoja es que los sacerdotes, cualquiera que sea su jerarquía, no son como el común de los seres humanos. Son gente de bondad, interesados por sus votos eclesiásticos, en la salvación del hombre siguiendo las enseñanzas de Jesús Cristo. No tengo la menor duda de que las tentaciones del demonio acosan a la humanidad, por lo que si hay médicos para curar las lastimaduras del cuerpo físico, con igual o mayor razón deben existir los hombres de Dios para, en su santa labor ecuménica, aliviar las enfermedades que aquejan el alma. Es la razón de ser de los clérigos quienes practican su ministerio en los altares de los templos, donde los hombres se arrodillan en demostración de absoluta sumisión ante el misterio de la resurrección. El presbítero habla y sus pronunciamientos cabalgan encima de las palabras del Redentor. Es difícil, si no es que imposible, saber cuándo un cura se despoja de sus vestiduras de pastor religioso para convertirse en líder de causas sociales que nada tienen que ver con su responsabilidad espiritual para la cual ha sido ungido.
¿Es verdad que los ministros del culto participan en la arena política, cuando su misión pastoral debe estar reducida a predicar el Evangelio? No considero que la clerecía tenga necesidad de hacer proselitismo desde los altares, a favor o en contra de candidatos o partidos políticos, porque obviamente no es parte de su tarea. Ni creo que se haga propaganda sacerdotal para inducir al voto. Es posible, aun cuando no está muy claro el propósito, que aprovechando las homilías dominicales hayan convocado a los ciudadanos a que acudan a las urnas a sufragar con responsabilidad, lo que de seguro causó enfado entre miembros de algún partido político que participa en el actual proceso electoral. De ahí que la secretaría de Gobernación haya recibido denuncia de políticos quisquillosos que sabiendo del peso moral que tienen las palabras provenientes de un párroco, pretenden se abstengan de ocuparse de asuntos terrenales.
En nuestro país se es especialmente sensible a estos acontecimientos pues nadie, que tenga un gramo de memoria, es ajeno al recuerdo de épocas en que se dieron guerras intestinas, donde hubo bandos que ensangrentaron el suelo patrio. Es absolutamente cierto que los mexicanos no deseamos que regresen esos tiempos de cruenta violencia fratricida. Después de todo las creencias nada tienen que ver en los resultados de un proceso electoral. El sermón, que precede al sacrificio divino, debe concretarse a los padecimientos que corroen las conciencias de las criaturas del Señor. La erradicación de los pecados que afligen a sus feligreses debe ser su única preocupación. Este mundo, dicho en términos teológicos, no es su mundo. En fin, la sucia actividad de partidos políticos, cuyos candidatos aspiran a un puesto de elección popular, debe ser enjuagada únicamente en los lavaderos de la democracia.