Y eso es verdad, cuántas veces decimos: “Tengo mil cosas qué hacer, me tengo que apurar...”, y mientras decimos esto, salimos de casa casi corriendo. Durante el día no tenemos tiempo de escuchar a los demás, no tenemos tiempo de detenernos con quienes más nos necesitan... Demasiadas cosas qué hacer, ésa es nuestra preocupación constante, y así pasa la vida, hasta que un día, el menos pensado nos morimos. No tuvimos tiempo para nada, sólo tiempo para morir. ¿Y qué pasa después? Cuando nos presentamos ante el Señor, y vemos que en sus manos está el libro de nuestra vida, el cual seguramente mirará con tristeza, porque seguramente con tantas prisas y apuros nunca tuvimos tiempo: “Ni siquiera para poner nuestro nombre, y Él tal vez no diga no puedo encontrar tu nombre”.
Esta historia no la inventé yo, es una reflexión. Y todo esto lo tengo en mente, porque en verdad todos vivimos acelerados, agobiados por mil cosas y no nos percatamos de tantas necesidades que hay a nuestro alrededor e incluso en nuestro interior.
Tener paciencia hasta con la familia, los hermanos, o amigos “ni pensarlo son muy necios”... ir a misa, ¿a qué hora? ¡No tengo tiempo!... Y demás. Y es que se nos olvida que no existe un día que se llama mañana. Se nos olvida que el amor es algo tan valioso que tenemos que dar para poder poseer y sobre todo, se nos olvida que la única certeza que tenemos en esta vida es que estamos de paso y el tiempo que Dios nos regale lo debemos aprovechar para ganarnos la eternidad. El tiempo no regresa, sólo avanza, por eso vive tu vida con decisión y valor... sostente de tus principios.
¡Cruel realidad...! Hace algunos años leí en una calle un anuncio que decía con grandes letras: “Tú puedes ser un gran emprendedor”. No había más palabras, ni imágenes. Esta frase abarcaba todo el espacio publicitario. Nunca supe si anunciaba algún producto, negocio o empleo, pero la realidad es que se trataba de un mensaje necesario de aplicar a nuestra propia vida. Era a mi parecer, para sacudir nuestra mente. Hay muchos jóvenes que se lanzan a grandes ideales, tienen la firme decisión de no descansar hasta lograr sus objetivos. Son los emprendedores, los decididos, los que no se dejan limitar por pequeños o grandes obstáculos, pero también hay jóvenes que creen no poder hacer nada. Desilusionados de sí mismos, no intentan nada más que pasar la vida por encima. Otros no quieren ni mover un dedo, sino sólo divertirse. Les haría bien verse en ese gran cartel, porque esta frase debe ser repetida continuamente. Les comento de un amigo que se la pasaba todo el día trabajando, existía sólo para trabajar, le decíamos el “hiperactivo”. Era el clásico muchacho de 24 años: alegre, entusiasta, amable, con sus cualidades físicas atraía a todas las chicas, era alto, delgado y con una simpatía extraordinaria. Tenía diversos proyectos, organizaba las fiestas de la Universidad. Participaba en varios deportes y para ello entrenaba todas las tardes, trabajaba en una oficina, llevaba y recogía a sus hermanos menores del colegio, asistía a todas las clases sin falta y además se ofrecía para explicar a quien no entendía la materia. No descansaba y siempre estaba dispuesto ayudar a todo mundo, una vez le pedí si podría ayudarme a buscar unas refacciones para mi auto. Todavía no terminaba de decirle, cuando él ya estaba en su auto esperándome. En el último año de profesional los médicos le descubrieron cáncer cerebral. Un cáncer fulminante que en menos de seis meses terminó con su vida. Reflexión. ¿A dónde fue a parar todo ese esfuerzo que él puso por hacer algo en su vida? ¿Dónde quedó todo el deseo que él tenía por emprender y finalizar grandes proyectos? Como ves a veces la vida es cruel, hasta con uno mismo.
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“Reflexión Leonística”: Aunque las cosas no salgan a veces como uno quiere, no te preocupes ni te desanimes, sigue intentando, lo lograrás. “Nosotros servimos”.