la semana anterior, no fue el transcurso cualquiera de siete días, con sus veinticuatro horas cada uno. De pronto los asuntos cotidianos adquirieron un nuevo matiz, a las familias que, en miserables chozas, padecen temperaturas arriba de los cuarenta grados, más la falta de agua potable, se les anegaron los ojos de lágrimas al enterarse de las declaraciones que hizo el Presidente Vicente Fox Quesada, de que muy pronto podremos codearnos con los países más industrializados del mundo. El Grupo de los ocho representa a las economías más poderosas del planeta Tierra. Es un grupo que deberá aceptar a México dado que, dijo Fox, somos la novena economía en tamaño en el panorama mundial, la séptima en materia de comercio internacional, tenemos una balanza comercial de 350 mil millones de dólares y contamos con reservas internacionales por más de 54 mil millones de dólares y agregó, en cuestión de economía nada nos impide unirnos al grupo en el que se encuentran Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Japón y Rusia.
Es entonces cuando escuchamos un diálogo que nunca existió. En el sillón ortopédico que ocupa en sus oficinas de Los Pinos, el presidente Vicente Fox, recibió al secretario de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez, quien le comunicó que nuestro país estaba invitado para estar presente en los trabajos que se iniciaron el pasado domingo. Poco faltó, se lo impidió la faja, para que el mandatario federal brincara lleno de contento. A la oportunidad la pintan calva, se dijo, que mejor me podía pasar en estos momentos que irme de viaje. El anuncio espectacular que haré será de que mi gobierno buscará la membresía para que México ingrese “a las grandes ligas”. Señor Presidente —se atrevió a insinuar el secretario, sacándolo de su embeleso— qué diremos si alguno de los asistentes, como ha hecho aquí el empresario Lorenzo Servitje Sendra, presidente fundador del Grupo Bimbo, nos echa en cara que México está en la lista de las naciones con los niveles más altos de pobreza y de desigualdad social.
No te preocupes, eso déjamelo a mí, ¡caray!, nunca falta un pelo en la sopa. La estabilidad financiera que ha logrado mi gobierno es suficiente argumento para fundar nuestra solicitud de afiliación. Pero -balbuceó el subordinado- tenemos 53 millones de mexicanos sumidos en la pobreza, de los cuales, dice Lorenzo, 23 millones están en condiciones de pobreza extrema. Detalles, no te fijes en detalles, date cuenta de que estoy luchando con todas mis fuerzas para llevarles progreso a esas comunidades, no por ahora, pero ya me encargaré de sacarlos de su marginación, en cuanto me quiten el freno. Lo que se necesita es mejorar la recaudación de ingresos como lo dice el mismo Servitje y para eso es la reforma fiscal que los nuevos diputados me aprobarán, ya verás como sí.
No olvide chief —añadió el doctor en economía, graduado en las Universidades de Oregon y Iowa—que el tal Lorenzo asevera que nos estamos acercando al umbral de la deflación. Eso no me quita el sueño —responde el de San Cristóbal, mientras bosteza a mandíbula batiente— total que… oye, que es eso de la deflación, bueno, no importa; espérate a que me vean en el podio, en Evian, Francia, planteando nuevas estrategias de desarrollo económico a nivel mundial, tendientes a una justa y equitativa distribución de la riqueza, se les va a caer la baba de la emoción. Ya sé, dijo, chasqueando la lengua, propondré una alianza para la prosperidad internacional. Bien, muy bien —dice Derbez, mirándolo desde atrás de sus espejuelos, ojos dormilones, párpados apenas entreabiertos—, no obstante, a la pobreza que México padece, se aúna el analfabetismo y podemos recibir reproches por problemas tan graves como la inseguridad, la salud y el desempleo. No te fijes en minucias, no seas derrotista; mira, hoy en la mañana platicaba con Martita acerca de lo que vamos hacer, ella sugiere que los del círculo rojo escriban un par de libros más para que la gente se distraiga.