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Los lobos en la política

Gilberto Serna

Desde que empezó la actual dirigencia priista a despachar en el edificio de Insurgentes, allá en el Distrito Federal, se veía venir que llegarían a los puños, por la sencilla razón de que ambos, Madrazo y Elba Esther, son pesos completos que aspiran a la silla presidencial. El que tuvo la grandiosa idea de formar una mancuerna, que se dedicara a fortalecer al PRI, disponiéndose a esperar el relevo de Vicente Fox, se equivocó de manera rotunda. El PRI, gracias a esa desafortunada amalgama, se convirtió en un cuadrilátero donde las reglas del marqués de Queensberry salen sobrando. Hasta el momento no se ve que haya referee que impida que uno de los contendientes tire golpes bajos, arremeta con piquetes de ojos y traiga bajo el guante una manopla rompehuesos. Muchos gobernadores dan aullidos de placer, por lo que el altercado puede beneficiarles. Eso es así porque el PRI está constituido, desde su fundación, por una gran diversidad de grupos que mantuvieron su cohesión durante los sexenios en que había un priista sentado en la silla principal, a cuya voluntad, en un pacto no escrito, todos se sometían.

No obstante que no es su enemigo, la aspirante tomó su mosquete para disparar contra quien es su superior jerárquico, llegando a retarlo para efectuar un debate en la televisión. Dirían las tatarabuelas “qué visiones son ésas”. Pero Elba Esther no se queda ahí, sino que reconoce que hay muchas corrientes dentro del PRI. En lo que estamos de acuerdo. En el PRI actual, como en la elaboración de tamales, hay de chile, de dulce y de manteca. Esto es, las siglas priistas cobijan igual a trabajadores, de escasos recursos, que a prósperos empresarios. En efecto, el PRI está constituido por un amplio espectro donde igual cabe un campesino sin tierras que un acaudalado terrateniente. De ahí que fue suficiente, dicho sea de paso, con darle una vuelta a la tuerca para que los grandes capitostes, poseedores de la riqueza del país, vía PRI, se encaramaran en los cargos públicos de elección “popular”. Sin hacer un solo disparo. Bueno, seamos sinceros, quizá uno de pistola y otro con rifle, además de aquél en que hubo ráfagas de metralleta.

Sin el menor empacho le dice mentiroso sin importarle que, con su airada actitud, se lleve entre las patas al partido político que les entregó el mando para que mantuvieran las oficinas priistas libres de trapisondas. A la maestra le falta sentido de la mesura por lo que despotrica sin detenerse a pensar que si llama embustero a su compañero de partido y no le da vergüenza cohabitar en el mismo despacho, lo justo es que los demás piensen que es de la misma calaña. Su ausencia de comedimiento con su compañero de fórmula puede tener como origen que con el respaldo del sindicato de maestros debería estar en la presidencia de su partido y si habla fuerte, es porque que le han hecho creer que tiene a Martita y a Vicente agarrados a su mochila. Al otro, a Madrazo, lo considera un advenedizo que trae el apellido como su único blasón. Se siente fuera de lugar cuando el otro presume de su linaje priista dándose cuenta de que ella tiene como origen los obscuros sótanos de un sindicalismo rampante, en los que, como Dios le dio a entender, pudo sortear escollos sin fijarse cómo lo lograba. Le molestan sus aires de señoritingo, sus modales refinados, que parezca un petimetre, un currutaco, un lechuguino que puede sin esfuerzo aparecer en las notas sociales de los periódicos. En cambio sus recuerdos están llenos de cuerdas de pita de donde cuelga ropa mojada secándose al Sol. ¿Será por eso su odio?

¿Cuál va a ser el desenlace?, porque las cosas que se dicen en un momento de arrebato no conducen a ninguna parte como no sea a la confrontación en el peor de los sentidos. Aunque es del todo evidente que la secretaria general del PRI, por ahora, va a encontrar pronta respuesta a su catilinaria. Que la Gordillo le dio hasta con la cubeta no se pone en tela de duda pues le desconoció su liderazgo afirmando que el PRI es un partido donde no cabe la voluntad de un solo hombre, adjetivando lo que dijo Madrazo como politiquerías, es decir, que habla necedades y carece de capacidad. En fin, las consecuencias no se harán esperar. La behetría no es exclusiva de los políticos, estimado lector, dado que les sucede lo que a los lobos que cuando alguno de sus cabecillas renquea, su instinto los impulsa a caerle a dentelladas, no por maldad sino porque su naturaleza les indica que, para la supervivencia del grupo, se requiere un guía fuerte, vigoroso, que no desfallezca cuando algo o alguien amenaza con diezmar la manada.

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