Era 1998 cuando hice dos preguntas a un amigo abogado, quien radica en Ciudad Juárez; la primera, por qué las autoridades no actuaban para detener los asesinatos de mujeres en aquella ciudad; la segunda, quiénes podrían ser los autores intelectuales y materiales de esa masacre. Su respuesta fue contundente. El gobierno y la policía no actúan porque los criminales forman parte del mismo sistema, son judiciales y policías que trafican con drogas y mujeres: esa es una verdad que todos conocen en Juárez.
Cinco años después, la hipótesis sigue siendo la misma. De ella parte “Señorita Extraviada”, valiente documental de la cineasta Lourdes Portillo, mismo que recientemente proyectó el Canal 22. Lourdes invirtió varios años de su vida con el objetivo de desentrañar esa madeja terrible de las muertas de Juárez, cuyos hilos están impregnados no sólo de sangre, sino de drogadicción, machismo, fetichismo y odio a las mujeres.
Portillo arma un documental con testimonios de familiares de las víctimas y de autoridades judiciales a cargo del caso. Pero el eje central del video es la declaración de una mujer, esposa de un policía. A medida que avanza en la descripción de lo que ella presenció y escuchó mientras permaneció encarcelada y en manos de otros judiciales que a punto estuvieron de violarla, crece con mayor fuerza la convicción de que detrás del horror de esos asesinatos están agentes judiciales y policías. Y que, la única explicación para que el gobierno estatal y federal no actúen en contra de quienes de manera evidente son los criminales, es que la impunidad y la corrupción han penetrado hasta los huesos en los sistemas de justicia de nuestro país.
Frente al silencio oprobioso de los hombres del poder está la lucha de mujeres como Lourdes Portillo que valientemente investiga, encuentra y muestra testimonios de otras mujeres tan temerarias como ella, y tan enojadas e indignadas como muchas de nosotras, quienes preguntamos por qué a la sociedad parece dolerle tan poco la muerte de esas chicas.
Es relevante la presión que los medios de comunicación están ejerciendo para que se hable de las muertas de Juárez, se investigue sobre sus autores y se detenga dicha matanza. Infortunadamente, a más de seis años de iniciados esos hechos, ni los cientos de artículos publicados en la prensa nacional, ni el mencionado documental de Lourdes Portillo, ni el espléndido libro “Huesos en el desierto”, de Sergio González Rodríguez, ni el trabajo cinematográfico de Cristina Michaus, Juárez desierto de esperanza, han podido detener ese horror.
Ya no hablemos de las miles de cartas que van y vienen por la Internet y que se han enviado una y otra vez, una y otra vez, a Los Pinos y al presidente Fox, en busca no sólo de una decisión firme y clara del mandatario, sino también en pos de la solidaridad del hombre y padre de dos hijas que es Vicente Fox.
A más de un lustro de que aparecieron los primeros cuerpos de mujeres asesinadas allá en Juárez, uno se cuestiona: ¿por qué hemos dejado que la cifra de mujeres masacradas y violadas crezca, sin actuar de una vez por todas? ¿Quiénes son esos seres que se han empeñado en lastimar, deshonrar, humillar y acabar tan vilmente con las mujeres? ¿Por qué nuestro sistema judicial y de gobierno se ha descompuesto tanto que ha permitido que hombres enfermos como ésos, que tienen tantas carencias afectivas, que odian tanto a las mujeres, que ocultan su personalidad homosexual detrás de su afán violador, se integren a las filas de corporaciones policíacas y luego siembren el terror en nuestro país?
Ya es hora de que los mexicanos nos unamos y exijamos que el horror termine. Ojalá el nombramiento de Guadalupe Morfín Otero, como comisionada para la investigación de esos casos, nos traiga aires de justicia y equidad.