En nuestro México lindo y querido el privilegio para uso exclusivo de mantener y explotar un negocio es propiedad de unas cuantas familias o en su caso de una sola persona y, desde tiempos inmemorables sin recato el Estado lo mantiene y porque así conviene lo solapa siendo aún tema intocable en la agenda nacional so pretexto de defender la soberanía nacional.
Repartidos entre públicos y privados son monstruos propios del monoteísmo y entre sofismas y anomalías se mantiene a los verdaderos dueños: el pueblo.
Habitantes de un país que ven incrédulos los apaños que día a día comete la clase gobernante, con grandes negocios, acaparamiento de bienes y servicios, que por añadidura conlleva a la corrupción.
Zedillo en el año de 1999 lanzó una iniciativa sobre los monopolios para su revisión y aprobación en las Cámaras legislativas, esta ley como otras muchas duerme en los vastos archivos del Congreso de la Unión el sueño burocrático.
Con el pretexto de un nacionalismo mal entendido y perder la soberanía, en México se mantienen grandes empresas como son Pemex y CFE, monopolios de los que nadie escapa, una atadura conductista que entre usos y costumbres abarca todos los ámbitos desde comerciales, industriales hasta los domésticos y lo paradójico es que también los eternos sindicatos de estos consorcios son monopólicos. Las grandes empresas en México encuentran un buen terreno para fincar sus productos y dueños absolutos de una mercancía, que al ser condimentada con la mercadotecnia el monopolio está dado.
En las bebidas gaseosas se da entre dos productos que no sólo dominan el territorio nacional sino a nivel mundial, en los refrescos amargos -(cerveza)-, existen también dos grandes consorcios que se reparten el territorio nacional con sus productos de bebidas de moderación. En los consorcios televisivos, donde hasta hace poco Televisa era el amo, Televisión Azteca entró al quite, sin embargo quedan como monopolios en lo que a televisión pública se refiere estos dos grupos. En el caso de la telefonía Telmex es dueño absoluto y con las artimañas, el mismo grupo pone su competencia.
En México es común encontrar que existen monopolios hasta en los permisos para taxis o rutas urbanas.
Grupos poderosos que son dueños absolutos de almas y vidas e inclusive regulan la convivencia y el esparcimiento, la FIFA con la marca registrada de miles de ligas profesionales y amateurs, que desde luego todos pagan cuotas, una verdadera mafia monopólica, es un ejemplo tangible. En la política también se dan estos grupos de poder, un caso fue el PRI que por más de 70 años cobijó con sus siglas todo el país. En otras latitudes el Estado regula y “acapara” todas las empresas, el caso de Cuba por citar uno en Latinoamérica.
Sin embargo de qué nos puede servir el defender la soberanía nacional si en el caso de nuestras grandes empresas paraestatales Pemex y la CFE por citar dos, están en manos de unos cuantos líderes y es el mismo Estado quien solapa el despilfarro, la corrupción y la mala administración de esas empresas.
Más que un partidismo y nacionalismo mal entendido, lo que se tiene que hacer sin duda en la próxima y flamante Legislatura de la Cámara Baja del Congreso de la Unión, son buenas propuestas, sustentadas en la realidad del país, agenda capaz de sacar adelante reformas que den un giro a nuestro sector energético y, de paso terminar con estas incosteables, incompetentes y corruptas paraestatales, que aunque sí aportan, (el caso de Pemex del 24 al 31% del presupuesto), sin embargo debería en números reales aportar casi un 40% mínimo.
Y si algo tienen los monopolios mundiales es que se abren a la globalización y los nuestros se han quedado estáticos en debates estériles por parte de la cúpula política, lo que da como resultado empobrecer más la de por sí mala economía nacional. CorreoE-linga__1031@hotmail.com