Hugo, como le llaman, como le llamaremos, nació en Autlán de Navarro, Jal., el 13 de junio de 1940; es decir, nació casi en el paraíso.
La fundación de Autlán de Navarro es anterior a la Conquista, y se halla en un valle cubierto de naranjos y limoneros, guayabos y otros frutales. Durante mucho tiempo fue conocido también como Autlán de la Grana por su gran producción de cochinilla, y queda en la ruta Guadalajara-Barra de Navidad-Manzanillo. Por aquellos años le faltaban caminos vecinales, y para ir a cualquier parte se iba por entre hermosos e imponentes paisajes.
Allí estudió Hugo parte de su primaria, de primero a cuarto año, en el Centro Escolar Chapultepec. No venía siendo Hugo una estrella en sus estudios, y en el cuarto año, ésto se hizo evidente. Hermano de 15 hermanos, que con él hacían 16, su padre Miguel Ángel Peña Angulo, gerente del Banco Ejidal de Autlán, seguramente pensó que aquello, más que nada era una cuestión de liderazgo, y ser el menos aplicado era una manera de significarse entre tantos con muy buenas calificaciones, pues todos llegaron a ser profesionistas.
A fin de darles mejores oportunidades, el señor Peña cambió su residencia a Guadalajara, donde la familia vivió de 1950 a 1958, y Hugo hizo su cuarto año, que repitió, y su quinto y sexto. De todas maneras, Hugo había nacido con un dolor de cabeza constante, que ha vencido, ignorándolo lo más que puede, gracias a una fuerza de voluntad que él ha venido vigorizando perseverantemente, toda su vida, y que le ha servido, además, para templar su carácter.
Precisamente por aquel problema, su padre no quiso que siguiera estudiando, como lo hicieron sus otros hermanos, y una vez que terminó su primaria, le recomendó que comenzara a buscar trabajo, lo que Hugo hizo de inmediato, equivocándose, como era natural, aceptando trabajos físicos, que, por supuesto, su padre no le autorizó.
En vista de lo anterior, su señor padre habló con algunos de sus amigos, solicitándoles que si tenían algo que pudiera hacer, cuando fuera a pedirles trabajo se lo ofrecieran, en el entendido de que él confidencialmente pagaría su salario.
Todo para que Hugo aprendiera a moverse en ese campo. Total que su primer trabajo fue en la fábrica de Básculas Sol, luego en una ferretería, con cuyo muestrario salía por los Estados de Jalisco y Sinaloa, y más tarde en un negocio denominado La Casa del Arte que se dedicaba a vender todo lo necesario a los pintores.
Al cumplir su mayoría de edad, decidió irse a la Ciudad de México, a la que llegaría en 1958, cuyas posibilidades aprovechó al máximo, tanto en el terreno de las ventas, como en la adquisición de los conocimientos de admisnistración y mercadotecnia, pues si el estudio, cuando niño, no había captado su atención, con los años el aprendizaje en la práctica se le daba muy bien, visualizaba perfectamente las posibilidades de los negocios.
Su carácter abierto y comprensivo le facilitaba las relaciones humanas y su integridad a toda prueba le conquistaba rápidamente la confianza de las personas que iba conociendo en la capital. En Autlán de Navarro había mucho comercio de libaneses, que él desde pequeño conoció por las relaciones que tenían con su señor padre, y este conocimiento le sirvió para relacionarse fácilmente con la gran cantidad de ellos dedicados al comercio en la capital de la República.
Desde allí pudo viajar de negocio y placer a Puerto Rico y Mc. Allen. Conoció a Torres Larriva, que en esa época estaba relacionado con los súper mercados, y nombres como Aurrerá y Gigante comenzaron a significar algo para él como prospectos de negocios. Ángel Galarza le comenzó a hablar de La Laguna y de sus posibilidades en ella. Mauricio Gálvez, que durante varios años había representado en esta Comarca a National Cash Register, se enfermó, y de pronto Hugo, sin saber cómo, ni por qué, sencillamente porque se abría su destino, recibía la oferta se sustituirlo.
Hugo Peña llegó a Torreón el diez de agosto de 1962. Jorge Bitar y Cástulo Garmendia serían las primeras personas que aquí conocería, y cuya amistad conserva. Más tarde conocería a personas como Vicente Zamorano, Pedro Valdés y Carlos Monfort. A éste, por cierto, de la manera más curiosa que se pueda imaginar. Resulta que, según iba haciendo amigos, un día hizo uno que pretendía a una hija del doctor, a la que quería llevarle un gallo, pero no estar allí mientras esto ocurría.
Hugo le dijo que no se preocupara, que él le llevaría el gallo a su pretendida. Y efectivamente, a la hora prevista, por cierto más cerca de la media noche, que de la madrugada, allí estaba Hugo con los músicos, y empezó el canto. De pronto se abrió la puerta y salió el doctor, y viendo a Hugo le preguntó si él era el que traía aquello. Hugo le contó la verdad; al doctor le hizo gracia la cosa y lo invitó a pasar, descorchó una botella de cogñac, y allí estuvieron platicando y bebiendo hasta finalizar con la botella, que fue por la madrugada, convirtiéndose en grandes amigos.
Total que Hugo se inauguró como representante de la National. Fue a los seminarios que su compañía daba en varias ciudadedes de los Estados Unidos. Entiendo que él llevó a Paco Borque, y terminó su primer año con un aumento de 157 por ciento y otro año las aumentó en 404 por ciento, que fue sorpresa hasta para él mismo. Hay que decir que aquí llegó soltero. En la Ciudad de México se había aficionado a la literatura y la poesía, y pertenecía al Grupo Literario San Fernando.
Así que aquí, en cuanto pudo buscó amistades con inclinaciones afines, conectándose con Licha Salas, Rosita Giacomán y Queta Ochoa, que le proporcionó una lista de libros que le permitió aprovechar todas sus lecturas. Dos años después de haber llegado a Torreón, Hugo contrajo matrimonio con Victoria Martínez, con quien ha formado una familia de cinco hijos: Abraham, casado con Anita Negrete; Victoria, casada con Alfredo Murra; Augusto Hugo, casado con Rosi Sosa; Saida Isabel, casada con Samy Ibargüengoitia y Michel Gibrán con Rosi Ceballos.
Esas circunstancias a las que tanta importancia diera Ortega y Gasset ha hecho que aquel muchachito a quien el estudio diz que hasta le hacía daño, se haya convertido con el pasar del tiempo en uno de los más estudiosos de los problemas de Medio Oriente, y ese conocimiento le haya dado cierta representatividad entre ellos, lo que le ha llevado, inevitablemente, a viajar en varias ocasiones a Irak, Arabia, Irán y por supuesto también al lejano y al cercano Oriente, y en todas esas partes saludar personalmente a su gente más representativa políticamente.
Aquí es uno de los tres hombres con más representatividad entre ellos, sorprendente en el caso de él, por su nacionalidad mexicana; pero, en cuanto se suscita alguna discusión sobre cosas que atañen al líbano o al Medio Oriente, en general, lo primero que se dice: Para eso pregúnten, o vean, a Hugo.
Él está retirado de los negocios desde hace algunos años. Su tiempo lo dedica hoy a la Alianza Cultural Mexicana Libanesa de esta ciudad y a escribir. Tiene siete libros inéditos, más seis sobre temas árabes, el último publicado en noviembre de 2000 titulado “Árabe Incipiente’’, es un fascículo que contiene fórmulas simples de aprendizaje e introducción a la pronunciación y a la escritura árabe.
¿Quién le iba a decir a Hugo, cuando fue un niño, cuyo futuro preocupaba a los suyos, por lo delicado y vulnerable que se infancia fue, que en el ambiente lagunero, tan desértico, sería capaz de tener éxitos brillantes, tanto en el campo de las representaciones, como en el de las impresiones y asesorías de negocios, como consejero confiable y de enfrentarse a esfuerzos que exigen una salud a toda prueba?
De los 63 años que cumplirá el próximo mes, 41 los ha vivido entre nosotros, contribuyendo a la modernización de los más importantes negocios en el momento del cambio, lo mismo que al mejor entendimiento entre la ciudad y una de sus más importantes colonias, lo que lo convierte, sin duda alguna, en uno de LOS NUESTROS.