En esta tierra, en este desierto donde todos los que en ella han nacido, y otros que al llegar a ella y conocerla se quedaron para siempre atraídos por ese “desvividor anhelo de ser”, tan diferente para cada cual y que todos buscan hasta encontrar, nació el 28 de diciembre de 1951 en la avenida Allende 225, oriente, Eduardo Iduñate. Nacer fue su primera lucha, su primera meta. Él la cuenta, según se la contaron:
“Mis padres esperaban que yo naciera en el mes de febrero, pero, yo tuve ganas de hacerlo cuanto antes y nací en diciembre, el día de los Santos Inocentes. Mi nacimiento prematuro les dio guerra a todos, a Socorro, mi madre en primer lugar, pero también a Eduardo, mi padre, al doctor Heraclio Figueroa, mi tío que, como médico de la familia, se puso en movimiento desde el primer anuncio físico de mi llegada y, desde el primer momento pidió a quienes allí estaban que lo dejaran solo con la parturienta, con excepción de los más cercanos familiares.
Como prematuro nací con dificultades respiratorias y para tratar de que lo hiciera (no hay que olvidar que esto ocurrió hace medio siglo) me metían a una tina de agua caliente y a otra de agua fría. Fue entonces cuando una vecina, que se quedó allí a pesar de la orden de que todos salieran, comenzó a protestar gritando: ¿Qué le está haciendo al niño, lo va a matar! El doctor, que estaba viviendo segundos preciosos para mi vida, para no perder ninguno, le dio una cachetada, pues no podía perder tiempo dándole explicaciones de sus motivos. Total que se tuvo que llamar a los bomberos para poderme llevar, utilizando su pulmotor al Centro Médico, a ponerme en una incubadora.
Por la cuadra había corrido la voz de que algo pasaba en mi casa, porque la cacheteada había salido amenazando al doctor con su esposo, el cual vino efectivamente, como vinieron los bomberos y todos vieron salir a mi padre con una cosita chiquita entre las manos, que ¡era yo! Por eso he dicho siempre que mi vida fue un accidente, como acaso lo sean todas, pero el mío muy significado. Y, si Dios se empeñó en conservarme la vida y en seguir prestándomela, siempre he pensado que fue para que yo hiciera algo con ella. En lo que siempre me he empeñado”.
Salvado, Eduardo, como todos los niños se dedicó a crecer, lo que hizo perfectamente bien, pues superó la media normal del mexicano.
A su tiempo fue al kinder del Sagrado Corazón de Jesús, conocido también como el de las señoritas Berlanga. Entre sus condiscípulos recuerda a Federico Juárez y a Prisciliano González Dueñes, que llegaron a ser muy exitosos; luego estudiaría en la Pereyra chica de la que pasaría como interno al colegio México de los padres salesianos en Saltillo, que se distinguía por una disciplina estricta, lo cual interesaba mucho a su señor padre le fuera inculcada a Eduardo, por ser el mayor de sus hijos. Luego regresaría aquí a terminar su primaria en la Pereyra.
Terminando en la Pereyra, como no se adaptó mucho con los jesuitas, le dijo a su papá que él quería estudiar en una escuela federal, y personalmente se inscribió en primero de secundaria en la Escuela Federal No. 1 José María Rodríguez, haciendo con ello amistades de todos los niveles socio económicos lo que es una gran formación; después de conocer en primaria la clase alta y medio alta en secundaria se dio la oportunidad de conocer las formas educativas de la clase baja y medio baja, sus carencias, en fin, otra cara de la vida. Y aunque no conservó muchas amistades porque sus vidas se desarrollan en ambientes diferentes, cuando se encuentran se ven con mucho gusto.
Terminó allí reprobando sólo una materia que nunca le ha gustado: el inglés. Le molesta, dice, porque es imperfecto, ¡y él persigue tenazmente, en todo la perfección! Cuando su padre le preguntó cómo le iba a hacer para estudiar la preparatoria, le dijo que iba a estudiar todo el verano con un profesor para pasarlo de panzazo, porque se venía encima el registro de la preparatoria y todavía no recibía, de México, los papeles. Su papá le preguntó qué otra cosa se podía hacer aparte de esperar, y cuando le dijo que no sabía, que solamente investigando, sólo le dijo: Pues investiga. Y entonces supo que solamente en México se podía gestionar, y cuando se lo comunicó a su padre, éste, concretamente, volvió a decirle: pues ve a México y gestiónalos allá.
Y Lalo se fue a la capital, siendo ésta la primera gestión de su vida, porque fue a gestionar que le entregaran sus papeles más rápido, lo que hizo con la secretaria de la sala correspondiente, y no se limitó a que se los dieran sino que logró que lo inscribieran en la Federal Nocturna del Centenario, y que le dieran un papel especial para que lo aceptaran, no obstante que ya habían pasado veintitantos días desde el comienzo de las clases. Cuando llegó estaba el profesor Espino que lo conocía desde secundaria quien le dijo que cómo era posible que fuera a esas alturas sabiendo que era imposible recibirlo.
Pero, cuando le enseñé el papelito que llevaba, sólo dijo: “No, pues, así sí”. Allí hizo, pues, su primer año, y en el primer año había, muchachos y muchachas. Casi de inmediato a él le gustó una que estaba allí sentadita, sería porque estaba sola, pero a Eduardo le encantó. Se dirigió a ella y se presentó, pero, unos días después aquella jovencita desapareció, dejó de ir a la escuela cuando apenas la acababa de conocer. Unos días después le preguntó por ella a una de sus compañeras, quien le informó: Fíjate que se acaba de morir un hermano. Total que no la volvió a ver.
Pero, cuando comenzó el segundo año y todos volvieron, allí estaba ella reanudando sus estudios y ambos su amistad. Nomás eran compañeros que simpatizaban y se acompañaban en fiestas, etcétera.
Cuando Eduardo terminó el segundo año hizo planes para inscribirse en la ECA, y allí se volvieron a encontrar. Ese día le dijo a su papá: Papá, fíjate que quiero irme a Estados Unidos a trabajar para hacer un dinerito con que poner aquí mi primer negocio, pues pienso casarme. Para esto él ya había hablado con Frida, diciéndole de golpe y porrazo que si se quería casar con él, y como le había contestado que sí, Lalo, cuanto antes quería hacer dinero para ello, y como muchos de sus familiares están regados por toda la Unión Americana, allá, suponía, podían conseguirle buenos trabajos en Los Ángeles.
De todas maneras, su primer trabajo fue lavar carros, pues, sólo era un muchacho de escuela que jamás había hecho ningún trabajo, y menos físico, de tal manera que aquello era pesadísimo para él, y cuando por fin, al final del día llegaba a la casa, llegaba muerto de cansancio y como consecuencia no podía dormir porque el mismo dolor muscular lo mantenía despierto, o lo despertaba. Ya después vinieron los trabajos descansados y con buenos sueldos, tanto que unos meses después el familiar con el que estaba le dijo que ya no le convenía seguir trabajando, porque la mayor parte de su sueldo se lo llevaría el gobierno como impuesto, que mejor se regresara y le dejara los papeles necesarios para gestionarle la devolución de impuestos por parte del gobierno.
Regresó y entonces su papá le manifestó su preocupación de que al casarse no iba a terminar su carrera, pero él le prometió terminarla a como diera lugar, lo que no sólo le cumplió sino que ha hecho varias carreras y abrió su primer negocio de MIMSA, BIENES RAICES, primera empresa prestadora de servicios inmobiliarios, que precisamente este mes de febrero cumple 30 años, y que es su principal negocio y el que le ha dado la libertad para hacer lo que quiere. En primer lugar terminar la carrera de licenciado en Derecho, que hizo en la UAL, para lo cual fue a ver al profesor Rivas a quien yo conocía desde que fue el albacea del hijo de un compadre, diciéndole que quería estudiar, pero que quería ser Notario y como ya había comenzado el curso tuvo que correr, estudiar mucho para alcanzar a los que habían iniciado a tiempo. Para lograrlo Frida tuvo que seguir el negocio inmobiliario y lo legal pudiendo así integrar la empresa.
Y aquí devolvamos la palabra a Eduardo Iduñate, que cuenta:
“Al terminar mi carrera me di cuenta de que la carrera de Administración de empresas no tenía mucha consistencia: sabíamos de todo y no sabíamos con profundidad de nada. Además la Secretaría de Educación Pública no daba cédula, todavía no la reconocían como carrera. Por entonces existía un colegio que se llama Colegio Nacional de Licenciado de Administración de Empresas, del cual el presidente aquí, en Torreón, era el licenciado Francisco Revueltas Marín, pero existía una asociación nacional y volví a tener el reto de defender la carrera, de lograr que dieran las cédulas profesionales, y me metí, me metí y salí Presidente Nacional de todos los colegios. Y así fue como recorrí todo el país conociendo a funcionarios públicos, medio públicos, conocí periodistas, la televisión, tuve entrevistas, conocí a gobernadores, acudí a tomas de protesta, para lo cual me mandaban aviones de gobiernos del Estado que me regresaban en cuanto el acto terminaba, cosas así que me hacían preguntarme qué era todo aquello que hacía que ya no me conociera.
Era cuestión pública, sí, pero también era algo que servía a la gente de la profesión de todo el país, y en todos esos andares conocí a gente que hoy son Senadores de la República, Gobernadores de los Estados, gente que, económicamente, porque también los hay empresarios, me enseñaron algo, porque me di cuenta de cómo ejercían su liderazgo todos ellos en su lugar de origen.
Algunos eran funcionarios públicos, otros eran presidentes de Cámaras y ahorita son Senadores del PAN, y Senadores del PRI, de todo, y llego a Mérida y me atienden; tengo amigos entrañables que en las luchas políticas de la profesión no quieren soltar el liderazgo y, por primera vez llegaba uno de Torreón, de allá del norte, con otras ideas, Presidente Nacional del Colegio Nacional de Licenciados en la Administración de Empresas. Inconcebible, ¿verdad?, pero todo ha sido la participación. Como siempre, la entrega a una causa, que si yo tomo la decisión de entrarle a lo que sea me meto de tiempo completo. Y eso me ha servido porque, además del aprendizaje, está la relación, porque la relación se encuentra allí.
Posteriormente, en el desarrollo de MIMSA, pues conozco lo que es el liderazgo, que de una profesión que no está reconocida como tal, que es la de Corredor Público, nace el profesional inmobiliario, que es la Asociación Mexicana del Profesional Inmobiliario AMTE, que la fundé aquí, la sostuve aquí por muchísimos años, como diez y ocho, y allí pude conocer a gente como los Domelli, los Cus Belaños, gente que se mueve en los negocios nacionales de los bienes raíces, las gentes que desarrollaron en México toda el área de Satélite y fraccionamientos como los primeros de Cancún, los primeros de muchas partes, y desarrollan en Mazatlán los tiempos compartidos. Vivir todo esto es fascinante e irrepetible, y por eso a mí me cautiva esta inquietud y ando en ella.
Yo estuve tres años ocho meses desarrollando lo que es la Ciudad Industrial de Torreón, en los tiempos en que fue presidente de esta ciudad el licenciado Homero del Bosque Villarreal, de quien fui colaborador en su campaña, junto con el hoy Procurador y el licenciado Cisneros, y dieron en llamarnos “los jilguerillos del candidato”, porque éramos los que hablábamos a nombre de él con los de la Alianza y los barrios aledaños de la ciudad. Yo participaba sólo por participar y conocer de todo, nada más. Tenía hambre por conocer de todo lo más que se pueda, por eso sigo estudiando. En ese caminar, he sido Secretario de la Cámara de la Propiedad Urbana con Pepe Abdo, entonces me empiezan a ventanear en eso de la cuestión pública los LAE y tuve que aceptar aquí la organización de un Congreso al que vendrían 700 personas de todas partes del país, en el que estaría presente Alejandro Carrillo Castro con la representación de López Portillo, y el profesor Mendoza Berrueto aceptaría decir las palabras finales. Para este evento recibí todo el apoyo del señor presidente municipal Homero del Bosque V.
Todas estas luchas logradas, me han hecho acreedor a varias distinciones especiales que he disfrutado en compañía de Frida, mi esposa: Como presidente de la Asociación Mexicana de Profesionales he sido invitado a representarla en España y, con tal motivo, nos tocó acompañar a Sus Majestades don Carlos y doña Sofía, en su palco en el Teatro de la Ópera; con la misma representación hemos estado en Marrakech en Marruecos e invitados a una “charreada” pero con camellos, a la que asistía el rey Hassan II. Por cierto, en un momento dado, una de las bailarinas me invitó a bailar un baile típico, a lo que mis compañeros me animaron a lanzarme al ruedo, y lo hice, mientras Frida filmaba todo.
Pero resulta que luego que el baile terminó, de parte del Sultán me dijeron que había escenificado una boda marroquí y que, por lo tanto podía llevarme a la bailarina, que ya era mi esposa, al aclararles que yo era casado, el mensajero volvió para decirme que me la podía llevar como concubina, y al volver a repetirles que no era costumbre entre nosotros, volvió a insistir diciendo que me la llevara para que ayudara a mi esposa como sirvienta. Total que para acabar con aquello, me recomendaron que me fuera de la fiesta.
En fin, para terminar quiero decir, que nada de lo que he hecho hubiera sido posible sin el apoyo total de Frida, con quien he formado una familia de cuatro hijos: Eduardo que hoy vive en Hollywood, es actor y escribe y produce para la televisión; Alfonso que es licenciado en Teatro; Frida Alicia, licenciada en Derecho, y Alejandro, estudiante de preparatoria”.
La vida de Eduardo Iduñate Ramírez es de comenzar y nunca acabar. Es cosa de un libro, o más, no de unas cuantas páginas, por más que esta semblanza sea la más larga de todas las que se han publicado, y que espero que, al menos, dé cuenta de la inquietud de este hombre incapaz de hacer dos veces la misma cosa. Si lo mejor quedó sin escribirse no es culpa de él sino mía. Que es uno de LOS NUESTROS, no cabe duda.