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Los Nuestros /Guillermo Rafael Estrada, Berg Gutiérrez Zamora

El destino, encargado de que los hombres nazcan en el momento y sitio debido, en ocasiones tiene, con algunos de ellos, ocurrencias que rompen, en todo o en parte con estas reglas.

A Guillermo Rafael, a quien a partir de ya llamaremos Guillermo a secas, como le llamaron sus familiares y amigos, el destino trató de jugarle una y buena, pero, a pesar de que buena parte de su vida lo trajo de la Ceca a la Meca, como, por una parte, aquí hizo sus estudios primarios, éstos acabaron por identificarlo con Torreón, dándole la manera de ser de los suyos, y por la otra, el apellido Estrada Berg nomás llegar tomó carta de identificación lagunera, con lo que chasqueó el propósito de su destino que intentó hacerlo de alguna otra parte sin conseguirlo y, antes bien, acendró su cariño por Torreón, cuya imagen puso en alto por donde anduvo, particularmente en Nicaragua donde vivió veinte años siendo el mexicano de Torreón y fue muy querido y respetado y todavía hoy recordado con cariño.

Guillermo nació en la hacienda “El Oso” de Culiacán, Sinaloa, el diez de enero de 1921; fueron sus padres el señor Juan Estrada Berg y la señora Guillermina Gutiérrez Zamora, ambos fallecidos. Tuvo tres hermanos: Juan Estrada Berg Gutiérrez Zamora, extinto; Olga Estrada Berg de Donelly, y el doctor Jorge Carlos Estrada Berg Gutiérrez Zamora.

Guillermo contrajo matrimonio con María del Consuelo Pescador Aguilera el 27 de diciembre de 1943, a quien un año antes había conocido en un baile de fin de año en el Casino de La Laguna, en uno de aquellos viajes rápidos que ya solía hacer para visitar a los suyos en fechas claves del calendario familiar.

Resulta que en aquel baile la vio y se dijo: “¡Y yo que he andado buscando fuera lo que ha estado siempre en mi ciudad!”. Y como tenía un sorprendente don de gente, y también había viajado para conocer ciudades y costumbres que otros no, en un momento la atrapó con su plática, y como Scherezada con sus cuentos, cuando acabó el baile dejó una narración sin acabar, obteniendo la promesa de María del Consuelo para volverse a ver y acabar con el suspenso. Lo demás vino por sus pasos contados: amigos, declaración de amor, novios y, por fin el gran sí frente al altar.

Luego vendrían los hijos: Margarita Martha Estrada Berg, hoy señora de Berrón; María Edmeé Estrada Berg Pescador y Guillermo Ramón Estrada Berg Pescador, fallecido. Todos ellos le dieron los siguientes nietos, todos profesionistas: La LAET Margarita Martha Berrón de Cázares; la LAET María Edmeé Garza Estrada Berg; la LCC María del Carmen Garza Estrada Berg y el capitán piloto aviador, Iván Berrón Estrada Berg.

Regresando al principio, con motivo de que su señor padre, don Juan Estrada Berg fue nombrado gerente de la agencia local de la Lotería Nacional en esta ciudad, la familia tuvo que abandonar la hacienda “El Oso” en Culiacán, Sin., para venir a Torreón.

A nuestra ciudad llegaron, pues, en 1927, y lo primero que hicieron hacer a Guillermo sus padres, fue ir al colegio de la Paz que, entonces, ¡no asustarse!, era mixto, de niñas y niños.

Anduvieron de suerte los Estrada Berg al llegar aquí en aquel año en que volvía a ser presidente de Torreón nada menos que don Nazario Ortiz Garza, que tanto había impulsado a nuestra ciudad en su interinato del año anterior demostrando lo que era capaz de hacer por ella, y que llevaba como regidores y síndicos a gente como Juan Vázquez, Victoriano Navarro, Luis de la Mora, J. Concepción Huerta, el Lic. Jesús María del Bosque Rodríguez y Santos Castañeda, así que los ojillos asombrados de Memo, pues, como quiera que sea, venía del campo, veían de pronto a una ciudad en crecimiento, y esa ciudad comenzaba a ser la suya, la que iba a afirmar su carácter, su manera de ser, sus inquietudes.

Al terminar sus estudios de secundaria lo enviaron sus padres a estudiar en Austin, Texas, y claro, con diez años de vivencia lagunera, oyendo hablar a todo mundo hasta por los codos del algodón, era lógico que al decidir su carrera ésta fue la de clasificador de algodón, de la cual obtuvo el título correspondiente el año de 1941. Lo anterior no obstante ser alérgico al algodón.

Como tal, como clasificador de algodón, a nivel nacional fue la segunda persona en la república en esta profesión, ya que la primera fue Leonel Azuela, originario de Torreón, y a quien conociera y con quien cultivara relaciones después por motivos profesionales, tanto en plazas nacionales como extranjeras, África, Brasil, etc.

Vuelto a Torreón, después de su graduación, aquí colaboró con “Algodonera La Rosita”; luego, con “Algodonera McFadden” en Delicias, Chih., en donde el lagunero se captó la simpatía de todo mundo y fue presidente del Club Rotario de aquella plaza, y miembro del “Grupo Tintero” que en aquellos años agrupaba a los principales personajes de la para entonces “ciudad más joven de la república” y de Chihuahua, conquistando a todos por su carácter abierto y su dinamismo lagunero.

Su horizonte se ampliaba constantemente, así que por un tiempo la algodonera alemana “Volkart Hermanos” se lo llevó a Brownsville, Texas, pero, a donde quiera que llevaba aclaraba su calidad de lagunero hablando de Torreón, que era la perla, por la que en todos lados declaraba su amor, y a más de uno enseñó a cantar aquello de “La Laguna tenga dinero,/ La Laguna tenga algodón/ y con ello los laguneros / pasen la vida en un gran vacilón”.

Su fama profesional crecía sin dar tiempo a Guillermo de darse cuenta de ello, acaso hasta aquel día en que sonó el teléfono, lo levantó y después del “Bueno” correspondiente se enteró de que personalmente le llamaba Anastasio Somoza, presidente de Nicaragua, hasta quien, de alguna manera, había llegado la fama profesional del torreonés Guillermo Estrada Berg, y le llamaba para invitarlo a colaborar con su gobierno a organizar el cultivo del algodón en su país.

Nueve años pasó por allá colaborando con este señor en la ciudad de Chinandega pasando, después, a la hacienda de Apascalí en los límites de Nicaragua con Honduras, donde radicó por espacio de seis años más, y así hasta un total de veinte, cuando ocurrió la caída de Somoza. Entonces regresó a México y con ello a su Torreón, que siempre había llevado en el alma.

Aquí, nomás llegar, fue nombrado gerente de la Cámara de Comercio, y en su gestión se construyó el actual edificio que fue inaugurado por el Presidente de la República Lic. Gustavo Díaz Ordaz. Posteriormente colaboró como clasificador de algodón para “Empresas Longoria” en Centro y Sudamérica.

Entre sus más frecuentes amigos tuvo una larga amistad con Rafael del Río que había sido gerente de la Cámara de Comercio con anterioridad, con Ángel Casán, padre e hijo, con el doctor Humberto Rivera y la doctora Amparito, su esposa, con Salvador Cofiño, con Patricio Montemayor, con Aurelio Garza González, con Mauro de la Peña, con Jaime Salum, con Jesús García Triana, con Enrique Corral Domene y, por supuesto, otros muchos.

Le tuvo siempre un gran respeto a su padre y, en cierta ocasión, estando todos a la mesa celebrando la cena de Navidad, llamó a la puerta su billetero de lotería para avisarle que su número se había sacado un buen premio, pero, su papá le dijo que de aquella mesa nadie se iba a levantar hasta terminarla y eso sin prisas, como siempre, y así fue, él y su billetero tuvieron que esperar su buen par de horas para felicitarse.

Cuando el terrible mal que le llevó a la tumba apareció, como terapia se dedicó a la carpintería logrando terminar algunas piezas que sus familiares guardan como un recuerdo, pero que además están muy bien hechas, pues Guillermo fue un perfeccionista nato.

El tres de octubre de 1987 falleció aquí este torreonés, a quien su destino casi le prohibió visitar a Torreón durante veinte años, pero que no pudo impedir que amara siempre en la añoranza de una lejanía obligada por conveniencias económicas, ni que donde quiera que estuviera hablara de ella con gran enamoramiento por lo que, a pesar de su aparente desarraigo, fue siempre uno de LOS NUESTROS.

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