En 1933, Irene nació en San Pedro, Coah., cuyas tierras, en los viejos tiempos, “o las asolaban los indios o las arrasaba el río”, según las cantó el licenciado Luis Felipe del Río en su Geografía Lírica de Coahuila.
La cigüeña llevó a Irene al domicilio de sus padres, como correspondía, pero el destino de ella no estaba en San Pedro, sino en Torreón, y para que pudiera cumplirse, aunque ellos no lo sabían, sus padres tuvieron que cambiar a esta ciudad su residencia, lo que hicieron con el pretexto de la escolaridad, tanto de ella, como de su hermana mayor, María Inés, hoy señora de la Cruz.
Irene hizo toda su primaria en la escuela Vicente Guerrero, ubicada en nuestra Alameda Zaragoza, de la que recuerda con afecto a su directora, la profesora María Gámez y a sus condiscípulas como Isabel Muro y Carmen Vergara.
En 1939 comienza Irene su instrucción que termina en la misma escuela en el 45. En la Escuela Comercial Financiera toma un curso de Taquimecanografía con la señorita María del Refugio del Real. Al terminar, principia a trabajar de ayudante de secretaria en el Departamento de Mayoreo de los Almacenes Zarzar, no sin ciertas dificultades, pues sólo tiene l6 años; pero, pronto sus empleadores descubren que lo que le faltaba de edad, le sobraba de voluntad y capacidad, no sólo para desempeñar su trabajo de escritorio, sino para desenvolverse en ventas en sus tiempos libres, actitud que notaron no sólo ellos, sino quienes iban a visitarlos como María Luisa Batarse de Marcos, Nicolás Batarse, padre, Ricardo Fernández, Pedro Pérez, todos ellos gentes del ramo, algunos de los cuales le ofrecieron empleo.
Aunque en aquellos tiempos había muchos y muy buenos vendedores de mostrador y de mayoreo, Irene se distinguió en el medio y cuando Almacenes García que llegó aquí de México, abrió su tienda, la contrató de inmediato y con ellos trabajó nueve años.
Cuando Irene estaba por terminar sus estudios, le prometió a su madre que en cuanto comenzara a trabajar, a ella le iba a poner quien le ayudara en su casa, porque ya era tiempo de que descansara, así que desde que consiguió su primer trabajo, al mismo tiempo comenzó a vender en su casa y los domingos se iba a la Alianza a hacer lo mismo y lograr unos pesos más de entrada con los cuales cumplir a su madre lo ofrecido.
Viviendo al oriente de la ciudad, todos los días venía a su trabajo en ruleteros, y un día Ciro Murguía Esquivel, empleado bancario en Bancomer, subió al mismo que ella, bajándose en la misma esquina. Al día siguiente ocurrió lo mismo, y al bajarse ajustó su paso al suyo, diciéndole que le gustaría hablar con ella, a lo que Irene le contestó que ya lo iba haciendo.
Total que esa primera plática acabaría costándole a Ciro el valor de un boleto para una rifa de Acción Católica a la que Irene pertenecía, siendo el principio de una amistad que un año y tres meses después acabaría en matrimonio el cinco de mayo de 1963, cuando comenzaron una familia de cuatro hijos: Jesús Gerardo, Beatriz, María Irena y Norma Alicia, todos profesionistas.
Por aquellos tiempos recibió invitación para pertenecer al grupo Empleados, A.C., cuyo local estaba por la calle Falcón, entre Morelos y Juárez, del que era presidenta Rosita Wong y fundadores ella, Lida Abusamra, Nicolás Abusamra y promovían catequesis, retiros, misas concelebradas, peregrinaciones, evangelizaban en los ranchos y lograron levantar las torres de la iglesia de Guadalupe y donarle sus campanas.
Después de esto toda su actividad la centró en la Pastoral Penitenciaria, Centro para el Servicio del Prójimo en Nombre de Dios, fundado por el muy conocido y estimado padre Manuelito, servidor de enfermos y drogadictos, que hacía una gran labor a través de la Casa de la Misericordia, de la parroquia de San Rafael, su clínica y el albergue para niños y madres de los presos.
Presidentes de Pastorales han salido, aparte del padre Manuelito, Joel y Juanita Valdés, Félix y Esperanza Torres, Jorge Burciaga y su esposa, María de la Luz Torres, Anastasio Castillo, Socorrito Muslero, Paquita Gómez Barba, Isabel Muro, Irene García Sifuentes de Murguía, cuyo esposo hace cuatro años entró a este movimiento, Mario Rodríguez y José Carrillo.
En todo este movimiento de amor al prójimo, Irene García de Murguía se ha dedicado de una manera especial a llevarlo a quienes han perdido la libertad, trabajando en ello muy de cerca con el padre Manuelito, mientras éste vivió. Con Nicolás Sifuentes y Anastasio Carrillo formaron un grupo de Velación Nocturna.
En vida del padre Manuelito y ayudados por los internos Mario Rodríguez y José López, dentro del Cereso levantaron la capilla del Buen Pastor, lo mismo que una Casa de Retiro que lleva el nombre de Fernando Romo Gutiérrez.
Mujer con sentido práctico no hay puerta que no haya tocado, inclusive la de Fox, para obtener la ayuda que necesite para llevar un mensaje de amor a los presos del Cereso, a quien visita con toda la frecuencia que los reglamentos le permiten. La sinceridad de su afecto, hacia esos hombres y mujeres que han perdido la libertad en muchas ocasiones por la ofuscación de un instante, cosa que a cualquiera le puede suceder, la ha hecho conquistar su confianza, su respeto y aprecio y el nombre cariñoso de “la jefa”. Delicadamente ejercita la caridad con ternura. Sonríe y platica con ellos de tal manera que les ha enseñado una manera de salir fuera quedándose dentro, y de esta forma el tiempo se les hace más tolerable.
El siete de marzo, Día de la Mujer, de 1999, Irene García Sifuentes de Murguía recibió una placa con un reconocimiento del DIF. A la letra dice: “La Comunidad Lagunera a través de la II Feria de la Mujer otorga el presente reconocimiento a la señora Irene García Sifuentes por su dedicación, paciencia y trabajo silencioso a favor de mujeres y hombres que se encuentran privados de su libertad”. Margarita Lascuráin de Murra. Presidenta del DIF Torreón.
Asumiendo las penas de los otros, las de los presos, Irene García Sifuentes de Murguía, luchando por llevarles un poco de amor de los de fuera, se consagró a Torreón y por ello es una de LAS NUESTRAS.