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Los Nuestros / Luis Mendoza Acevedo

?¡Saludos, amigos del norte!?, era el saludo cordial con que los radio oyentes laguneros comenzaban sus días, escuchando por la radiodifusora XETB del ?Chato? Gómez la voz argentada de uno de los locutores precursores de la comunicación radiofónica en nuestra comarca: Luis Mendoza Acevedo.

Mendoza Acevedo nació en esta ciudad de Torreón el 28 de diciembre de 1928. En esa misma fecha don Nazario Ortiz Garza daba cuenta a su ciudad de lo que por ella había hecho durante su período municipal, mucho de lo cual todavía luce en Torreón.

Los padres de quien llegaría a ser uno de los más destacados locutores citadinos de su época fueron Manuel S. Mendoza Silva y María de la Luz Acevedo Martínez, quienes formaron una familia de ocho hijos, siendo los otros: Margarita, Francisco, Alberto, Elena, Miguel, Manuel y Elvira.

Luis Mendoza Acevedo se casó con María Estela Flores con quien formó una familia de cinco hijos: Clara Luz, Luis Guillermo, Luis Ricardo, Luis Gustavo y Patricia Guadalupe.

Su primer trabajo fue como ayudante de contador en una pequeña difusora propiedad de Pánfilo González, donde estaba feliz manejando los debes y los haberes. Pero, en una ocasión ?ésa es la cara que a veces tiene el destino ?faltó el locutor y Mendoza Acevedo- ¡Pero, cómo no! ?se ofreció a transmitir la programación. Y ése fue el día que descubrió que su vocación era la de locutor.

Este descubrimiento lo hizo en 1942, tan parecido al 1492 en que Colón hizo el suyo. En aquel tiempo la radio se transmitía en una sola onda, que hoy, cuando su frecuencia es modulada, a los del medio causa risa.

La principal radiodifusora de La Laguna en ese entonces era la XETB, propiedad, como ya se ha dicho, de Alonso Gómez Aguirre, padre de Alonso y Manlio Gómez Uranga. Mendoza Acevedo recurrió con Juan Torres y Leonor Balbuena, viuda de Zaragoza, que administraban la TB y, al ver el entusiasmo de su visitante, lo contrataron como jefe de programación. Ya como tal, a la primera oportunidad que se le presentó tomó el micrófono que ya no soltaría en su vida.

Pronto se relacionó con la gente del medio y, en su momento, integró con Rodolfo Guzmán Jr. y Alonso Gómez Uranga un trío que llegaría a ser famoso.

?El Chato Gómez? apreció su gran dedicación y como gran visionario que era le nombró jefe de promoción de eventos y relaciones públicas, en cuyo desempeño destacó e hizo una gran labor desde su transmisión por la mañanas de un programa que tituló ?Despertador Lagunero?, que miles de radioescuchas recuerdan todavía, porque en él dedicaba canciones de su preferencia a los radiooyentes que le llamaban a la difusora.

Luego impulsaría la transmisión directa, en vivo y a control remoto de acontecimientos importantes en la ciudad; también se interesó en transmitir radionovelas con artistas locales, lo mismo que en entrevistar a visitantes destacados nacionalmente con quienes comentaba temas de actualidad. Todo esto cuando la TB estaba en un local frente a la plaza, por la calle Valdés Carrillo, al lado del principal restaurante de la ciudad, el Apolo-Palacio.

Pero, ¿qué programas no hizo? Transmitió juegos deportivos, espectáculos artísticos, las actuaciones de aquellas famosas caravanas de artistas capitalinos que se presentaban en nuestra Plaza de Toros, en las que se impulsó a artistas locales como Toño Silva, las Hermanitas Hernández que después brillaron en el ámbito nacional. Organizó bailes en fechas importantes como las del 15 de septiembre y del último del año, amenizadas por orquestas locales como las de Chago García, de Gilberto de Santiago, de Prócoro Castañeda y de Tacho Villanueva, y que él transmitía por la radio.

En el terreno deportivo transmitió las famosas carreras ciclistas patrocinadas por El Siglo de Torreón, para lo cual algunas veces él iba en motocicleta durante todo el trayecto imprimiendo, así, a su narración su estilo y sello personal. También transmitió los juegos de aquel futbol incipiente pero inolvidable de la Ola Verde y el Torreón Cataluña, equipos con los que contaba entonces La Laguna en segunda división.

Buen aficionado, tampoco se perdió las oportunidades para transmitir corridas de toros, como cuando aquí toreó Manolete, ni peleas importantes de box, sobre todo cuando peleaba Juan Leaños, de quien era gran amigo, o los juegos de beisbol del campeonísimo Unión Laguna de Memo Garibay.

Su espíritu emprendedor y creativo lo llevó a apoyar las diversas campañas organizadas por los distintos clubes de servicio social, en uno de los cuales, el de ?Los Adolfitos y los Corbatones? transmitió durante 72 horas ininterrumpidas en la Plaza de Armas, en el que los donativos se depositaban en la fuente de la esquina de Morelos y Cepeda que estaba cubierta con tela de gallinero.

Participó como piloto en las carreras de carros antiguos, conjuntamente con aquel otro locutor conocido como ?Topolino?; como aficionado práctico, en becerradas y como aficionado a la actuación en obras teatrales dirigidas por el doctor Alfonso Garibay Fernández, Luis Berumen y Luis Díaz Flores.

En aquellos tiempos de los cincuenta, cuando mucha gente tenía todavía miedo a subir a un avión, él fue el primer locutor en hacer radio desde uno de aquellos románticos aviones de dos alas; fue el locutor oficial durante varios trienios de la Presidencia Municipal de Torreón; patrocinado por una firma cafetera, disfrazado de fantasma, tocaba puertas dando regalos, y así al tocar a la puerta de la casa de su señora madre doña Luz Acevedo de Mendoza, la asustó cuando, al abrirle le dio un cariñoso abrazo.

Luego vino la televisión en la que también fue un precursor, pero el mundo cambiaba más rápidamente que antes, la competencia era menos amistosa que antes, y el tiempo no había pasado en vano. Era el momento de pensar en retirarse a tiempo para gozar lo que con su propio esfuerzo había obtenido. Por fortuna, también sus propios hijos habían llegado a ser en otra latitud hombres exitosos en los negocios y profesiones, y le llamaban.

La unidad familiar lo puso en la disyuntiva de decidir quedarse en soledad o ir a reunirse con los suyos, acercándoseles para que ellos siguieran teniendo a mano el calor de la casa paterna y la sabiduría de su consejo, que más sabe el diablo por viejo que por diablo, y optó por ir a donde sus hijos le llamaban, mas no por dejar a su ciudad; en el corazón la lleva y su memoria la recuerda a diario, como si en ella siguiera viviendo.

Luis Mendoza Acevedo dio mucho de su tiempo, en lo que fue su profesión, a su ciudad. Por eso los torreonenses no lo olvidan y le recuerdan, siempre vestido de traje; recuerdan su voz clara y sonora, y le siguen estimando por su afable cortesía, reconociéndole como uno de LOS NUESTROS, donde quiera que esté.

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