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Los Nuestros / Patricia Moreno de Puente

Lagunera con un toque del itsmo por parte de madre, Patricia nació en Torreón el tres enero de 1953. Capricornio clavada, no por nada es, pues, además de hermosa, disciplinada, competitiva, perseverante, analítica y segura de sí misma.

Fue su padre el profesor Pablo C. Moreno, que junto con Juan Antonio Díaz Durán cubren, pluma en ristre, toda la primera mitad del Siglo XX de luchas a favor de la cultura en nuestra ciudad, y él en lo personal puso en contacto a quienes de fuera vinieron a impulsarla con los que aquí hacían por ella lo que podían.

Si Paty, como la llaman y llamaremos en adelante es una lectora infatigable, ya saben de dónde le viene. Magdalena Medina es su madre de la que, seguramente, heredó una paciencia constante y apasionada y un buen humor indestructible. Tal es su nombre, tal es su estirpe.

Estudió toda su primaria en el colegio Mijares, y recuerda con cariño a su directora, la profesora Aurora Chiw Mijares, a Miriam Chiw Mijares y a Evangelina Mijares, y entre sus condiscípulas a Consuelo Reyes Retana y a su hermana Laura, que en las últimas elecciones fue candidata a la Presidencia Municipal de Torreón y lo es hoy a Diputada Federal, y con las que desde aquellos días escolares lleva una cordialísima amistad.

De aquellos días recuerda también a Concepción Plata y a Elvia Soto Luévano. Y como su señor padre impartía en el Mijares una cátedra, ello le impartía a Paty una luz muy especial que la hacía destacar entre sus compañeras, de tal manera que en las festividades siempre obtenía un papel para desempeñar, lo que le dio desde entonces su actual desenvoltura.

Su secundaria la cursó en el colegio de Los Ángeles y la preparatoria en la UAC, donde comenzaba a estudiar la carrera de Administración de Empresas, cuando ella y Luis Guillermo Puente Parás se enamoraron y se dijeron que sí, que hasta los restos, casándose en 1970. Se fueron a vivir primero a la capirucha, y luego a Coyoacán, más tarde en Los Mochis, luego en Cuernavaca, después, y siempre en pos de su esposo que trabajaba por aquel entonces en los ingenios azucareros, a Tapachula.

Coincidentemente en aquella ciudad de Chiapas vivía el también lagunero Juan Álvarez que ya para entonces estaba casado con Ana, hermana mayor de Paty. Juan tenía allá una constructora inmobiliaria, pero también plantaciones de mango y plátano, negocios que se le habían dearrollado muy bien y precisamente estaba necesitando a alguien de confianza que se hiciera cargo de sus finanzas, así que, con la llegada de Paty, vio que el cielo se le abría, y Paty, que nunca ha ido contra su destino, con la oferta de su cuñado vio que el suyo también.

Y aunque no sabía mucho o sólo tenía ideas generales de lo que tenía que hacer, nada le arredró y se dedicó a aprenderlo y aplicar a ello su sentido común. Y tan bien lo hizo que haciéndolo se pasó ocho años como un día, como suele decirse. Pero, el único hijo del matrimonio iba creciendo, y allá no había oportunidades para que hiciera una carrera, así que cuando terminó su preparatoria, como padres que eran, ella y Guillermo, su esposo, empezaron preguntarse a dónde lo mandarían a estudiar, o a dónde se cambiarían, si a la Ciudad de México o a Torreón, y ganó éste porque era el terruño, y porque aquí estaba el resto de la familia, principalmente su mamá.

Llegaron, pues, los andariegos, acompañados por su único hijo, el estudiante, Luis Guillermo Puente Moreno. Y Paty recobró su sitio en la tribu, un grupo familiar tan unido que se bastan y se sobran para ser madres, hijas, hermanas y club, pues una vez a la semana, cuando menos, se van de café a charlar, a contarse el último run run de la semana, componer al mundo y, en tiempos de guerra como son éstos, a declararse partidarias de la paz, invitando de vez en cuando a participar en tales reuniones a alguna amiga muy íntima o comadre, como una distinción.

Pero, acostumbrada en Tapachula a trabajar, después de cierto descanso, la ociosidad comenzó a hacérsele insoportable, y un día le preguntó a don Ricardo Kientzle, a quien conocía desde niña, si no tendría en sus propios negocios alguna oportunidad que ella pudiera desempeñar, o si no sabía de alguna que hubiera en los negocios de sus amigos. Y la cosa fue que por aquel entonces, 17 de junio de 1977, los señores José Amarante Uribe, Carlos Eduardo Murra Márquez, Pedro Quintanilla Serrano, Enrique Fernández Dávila, Carmen Martínez Escarzega de Leal, Jorge Anaya Rojo, Luis Sáenz Caballero y Héctor Luján Meredith acababan de fundar la Asociación de Distribuidores de Automotores, A. C., que ahora lo es del Estado de Coahuila.

Y allí fue donde el destino le tenía reservado a Paty un sitio, el suyo, en el que, a través de los años, iba a embonar a la perfección. Entró como auxiliar, para hacer de la mejor manera que pudiera hacerse lo que hubiera qué hacer, sin saber exactamente qué. Yo no me imagino a Paty haciendo todos los días la misma cosa. Y no tener que hacerlo así, es, precisamente, lo que le enamora de lo que hace desde que, por renuncia de la titular, se hizo cargo de la dirección de la Asociación en el Estado.

En la república hay 27 Asociaciones que incorporan a 1200 distribuidores de automóviles y camiones en la república. Actualmente el presidente de las Asociaciones Estatales es el señor Alejandro Gurza, que a la vez es vice presidente nacional. El objetivo principal de la Asociación es el de dar capacitación a sus asociados de lo que la necesiten y la labor de Paty, de acuerdo con su presidente, es la de ofrecer a aquéllos la mejor que se pueda encontrar en la República sobre lo que se trate, que lo mismo puede ser administrativa, fiscal, ventas o cualquier otra cosa para mantenerlos al día para dar el mejor servicio a sus clientes.

Además, organiza algunas competencias deportivas para los empleados con el fin de que se conozcan mejor unos a otros. Con el mismo objeto los entusiasma para participar en la peregrinación Guadalupana, lo mismo que les hace posadas.

Por otra parte con cierta frecuencia viaja con motivo de las onvenciones que la Asociación Nacional celebra en diferentes partes de la República, para luego reportar a sus asociados los asuntos allí tratados.

No son muchos los que llegan a ser felices en un trabajo. Paty lo ha llegado a ser. Para serlo totalmente se capacitó a sí misma trabajando y estudiando nuevamente, hasta terminar la carrera de licenciada en Administración de Empresas que había dejado a medias con motivo de su matrimonio.

Es feliz porque Paty ha hecho lo que la vida le ha enseñado, lo que Ortega dice así: “La vida no es sino quehacer. No nos hemos dado la vida, sino que ésta nos es dada; nos encontramos en ella sin saber cómo ni por qué; pero eso que nos es dado -la vida– resulta que tenemos qué hacérnosla nosotros mismos, cada cual la suya.

O lo que viene a ser lo mismo: para vivir tenemos que estar siempre haciendo algo, so pena de sucumbir. Sí, la vida es quehacer. Sí, la vida es mucho quehacer, y el mayor de todos acertar a hacer lo que hay qué hacer.”

Y Paty Moreno de Puente ha ido por la República y en donde quiera que ha estado ha demostrado cómo se trabaja en La Laguna; y ha regresado a ella para demostrar que no ha perdido fuera su capacidad de enamorarse de lo que hace. Por eso sigue siendo una de LAS NUESTRAS.

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