Según John Le Carré hay que tener temple de héroe para ser una persona decente. Pero no todas las personas decentes llegan a ser héroes, dice Roberto Bolaños, el escritor chileno recién fallecido. “Personas decentes hay muchas: son las que saben decir no a tiempo; héroes, en cambio, hay muy pocos... Se puede ser una persona decente durante toda una vida, pero el héroe sólo lo es excepcionalmente, en un momento o, a lo sumo, en una temporada de locura o inspiración”, (cita del último libro de Javier Cercas, “Soldados de Salamina” (Tusquets).
Quizá para algunos lectores resulte desproporcionada la siguiente afirmación, pero yo encuentro que algunos consejeros electorales que ahora terminan su período son los nuevos héroes del panteón cívico. O quizá tan sólo han sido personas decentes colocadas por el destino en el lugar correcto (el control de mando del proceso electoral) en el momento oportuno (el período 1996-2003).
Lo cierto es que su decencia reiterada se ha traducido en un enorme provecho para el país. Pocas naciones lograron en tan poco tiempo otorgarse el beneficio de procesos electorales cuyos resultados sean legítimos y universalmente aceptados. La última vez que el América fue campeón el voto en México no servía de mucho. Cuando Maná se paseaba por España “Rayando el sol”, el PRI todavía era invencible. Apenas ayer “el carrusel”, las urnas “preñadas”, “los mapaches” y la alquimia formaban parte del diccionario electoral. En Estados Unidos tomó algunas décadas hacer realidad el sufragio efectivo y universal (los negros no eran muy bien vistos en el padrón electoral); en Europa del Este tomará algunas más. Pero en México bastaron tres o cuatro años de un comportamiento impecable por parte de las autoridades electorales, para dejar instalada de manera definitiva e irreversible la democracia formal en materia del voto.
Obvia decir que este progreso no es imputable exclusivamente a los consejeros electorales. Es producto de la maduración de la sociedad mexicana en su conjunto. Pero los consejeros han sido la cereza del pastel. A lo largo de estos años supieron resistir una y otra vez los intentos del antiguo régimen para limitar la velocidad del cambio o para recuperar los espacios de poder cedidos. Cuando los gobernantes se dieron cuenta del enorme poder que habían perdido a manos del IFE y, peor aún, cuando se percataron de la absoluta autonomía con la que los consejeros comenzaban a ejercer este poder, hicieron diversos intentos para recuperarlo. No lo consiguieron gracias a la decencia o al heroísmo (usted escoja) de los consejeros.
Por lo demás, las presiones no sólo han provenido del antiguo régimen. No hay que olvidar que los consejeros son elegidos por el Congreso, pero a propuesta de los partidos políticos. Cada uno de los ocho miembros del Consejo del IFE está ahí porque fue elegido por alguno de los partidos. Para sorpresa y desgracia de los institutos políticos, los consejeros no han actuado como personeros o representantes del partido que los postuló. Las millonarias multas en contra del PRI, del PAN y del Partido Verde (mil millones para el primero, 500 para el segundo, en cifras redondas) han sido impuestas por personas originalmente seleccionadas por estos partidos.
El 30 de octubre termina el período de siete años de la actual generación de consejeros. Toda vez que la reelección es permitida, existe un consenso ente las fuerzas políticas para conservar a una parte de los consejeros actuales y no instalar un grupo de ocho nuevos miembros que tenga que arrancar de cero. En el Congreso se favorece una mezcla de veteranos y novatos para los próximos siete años.
El gran riesgo es que en esta ocasión los partidos políticos actúen con más cálculo y pequen de mezquindad. Ya han padecido amargas muestras del rigor y la independencia de criterio del Consejo. En más de una ocasión, con motivo de alguna irregularidad, se ha hablado de cancelar el registro de algunos partidos, incluyendo las tres grandes fuerzas (PRI, PAN, PRD). No es de extrañar el pavor que los comités centrales de los partidos han desarrollado con relación al IFE.
En los próximos días cada partido propondrá una lista de tres ciudadanos que por su calidad profesional, moral y política sean susceptibles de ser designados para un asiento en el Consejo. De esta veintena de prospectos, el Congreso elegirá a un presidente y a ocho titulares y sus suplentes. Será enorme la tentación que experimentarán los partidos para confeccionar un IFE más complaciente y benigno. Es muy posible que busquen eliminar a los más estrictos del Consejo actual (probablemente Jaime Cárdenas y Alfonso Lujambio) e intenten incorporar a personajes más condescendientes. Hace siete años los partidos de oposición presionaron para incorporar a personas decididas y valientes, capaces de resistir las presiones del poder. Ojalá que ahora que la oposición se ha desdibujado (todos son poder) y que sin excepción, todos tienen colas que les pisen, tengan el valor de elegir un Consejo que esté a la altura del anterior.
Por lo pronto, nuestro reconocimiento a estos héroes de hoy. José Woldenberg (presidente), José Barragán, Jesús Cantú, Jaime Cárdenas, Alonso Lujambio, Gastón Luken, Mauricio Merino, Jacqueline Peschard, Virgilio Rivera. (jzepeda52@aol.com)