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Los olvidados

Sergio Aguayo Quezada

¡Qué veleidosa, cruel y sabia puede ser, en ocasiones, la historia! Con los “Amigos de Fox” se refrenda la fugacidad de la mundanal gloria. En un breve tiempo fueron bajados del pedestal en que habían sido puestos por haber colocado el laurel de la victoria en la frente de Vicente Fox. Ahora son el sinónimo de tranzas y pleitos de barandilla y medios. También son un factor central en las tribulaciones electorales del Partido Acción Nacional (PAN).

Actualmente escasean las alabanzas a los “Amigos de Fox” que un día sí y otro también, aparecen como depositarios de un catalogo de irregularidades electorales. A través de los Amigos se canalizaron de manera irregular grandes cantidades de dinero a la campaña de Vicente Fox para presidente. Entre los involucrados están ciudadanas poco conocidas y una impresionante lista de empresarios de diverso tamaño y grosor. También aparecen como responsables los partidos que conformaron la Alianza por el Cambio (PAN y Partido Verde Ecologista de México). El primero está dispuesto a pagar la multa con tal de que se olvide el asunto; el asunto se defenderá con todo. Por otros motivos el caso también ha detonado y sacado a la luz la división que existe entre los Consejeros del Instituto Federal Electoral (IFE). Lo peor está por venir. Fuentes cercanas al caso me dicen que saldrán toneladas de mugre a ensuciar, todavía más, una política bastante percudida.

La historia tiene otras facetas. En 1995 empezó la planeación de la estrategia para la campaña presidencial de Fox a la presidencia. Partieron de una realidad: el PAN tenía como tope electoral el favor de un 25 por ciento del electorado; totalmente insuficiente para ganar la presidencia. El tope no podía ser superado con la estructura panista, una parte de la cual veía con profundísima antipatía al guanajuatense. La clave estaba en crear una estructura paralela. En el indispensable Asalto a Palacio, Guillermo H. Cantú explica en detalle el papel fundamental jugado por los “Amigos de Fox”. Los formalmente inscritos fueron unos dos millones de integrantes -la mayoría de ellos con alta escolaridad, juventud y recursos—. La cifra fue bastante mayor lo que explica que el candidato del PAN a presidente recibiera casi 16 millones de votos (42.52 por ciento del total) el dos de julio de hace tres años.

En una espléndida y recomendable novedad editorial (El Votante Mexicano. Democracia, actitudes políticas y conducta electoral, Fondo de Cultura Económica, 2003) Alejandro Moreno confirma la importancia que tuvo esa movilización ciudadana, las cifras que da son contundentes: en la elección de hace tres años Fox “incrementó 30 por ciento las adhesiones al PAN”. También aclara que fueron alrededor de dos millones los electores de izquierda que desertaron la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas al amparo de la tesis del “voto útil”. El sector progresista que votó por Fox todavía tiene sentimientos encontrados al respecto porque la decepción con Fox se compensa con la derrota del PRI.

Lo más sorprendente es lo que pasó con el sector de centro-derecha. Moreno confirma que las adhesiones al PAN fueron una “burbuja de entusiasmo (que) perdió fuerza hacia finales del primer año de gobierno”. La frase encapsula la historia de los olvidados que me fue relatada hace unos días durante una cena en la fronteriza Reynosa. Los anfitriones fueron empresarios que se la jugaron como Amigos de Fox. Todavía les brilla la mirada cuando reconstruyen las mil y una actividades que desarrollaron para impulsar a su candidato. Como ellos sufragaron todos los gastos es inevitable preguntarse si alguna vez conoceremos cuánto gastó el PAN (y los otros partidos) durante la campaña del 2000. Se confirma que los topes de campaña oficiales son un deseo, no una realidad. Con bastante frecuencia el día después es bastante desastroso. Eso pasó a los “Amigos de Fox” que recibieron el peor de los agravios: la indiferencia. Ellos aspiraban a seguir siendo protagonistas del cambio, pero ni sus servicios ni su presencia fueron requeridos por el vencedor o su partido que sólo les reconocieron públicamente los servicios prestados.

La peor ofensa fue que el flamante Gobierno Federal mantuvo en el cargo a los delegados que, en algunos casos, eran un paradigma de la corrupción que tanta fama diera al antiguo régimen. El cambio no se dio pese a que esa fue su principal motivación. Según Moreno, “para cuatro de cada diez votantes que asistieron a las urnas ese día (el dos de julio del 2000), la razón principal de su sufragio fue lograr un cambio”. Por la magnitud de la movilización me parecería sensato que los politólogos acuñaran la categoría de los ex Amigos de Fox tienen algo en común: su determinación de no votar por el PAN el próximo seis de julio.

Conocedores de historias internas aseguran que los Amigos generaron una discusión muy intensa en el círculo íntimo de Fox y en la cúpula panista. El sentido común más elemental recomendaba que, después de la elección, se incorporaran al partido a esos ríos ciudadanos cargados de energía, educación, juventud y dinamismo. Hubieran incrementado enormemente la membresía e influencia del partido. La dirigencia panista puso todo tipo de obstáculos porque argumentaban que eso hubiera significado que se alejaran de la concepción original de un partido de cuadros relativamente pequeño. Los suspicaces añaden que la verdadera razón estuvo en que el ingreso de los Amigos hubiera significado que los barones panistas perdieran el control del aparato.

El Presidente tenía como alternativa crear un partido que incorporara y canalizara al formidable ejército ciudadano. Vicente Fox contempló la idea pero terminó desechándola porque, según versiones educadas, no quería romper abiertamente con el PAN al que necesitaba para gobernar y porque la creación del partido le hubiera drenado parte de la fuerza que necesitaba para presidir la complejísima etapa de transición que todavía vivimos. Seguramente también influyó esa notable incapacidad para tomar decisiones difíciles que mostró al inicio de su gobierno. La voluntad ciudadana no es eterna y el desencanto gradualmente empezó a filtrarse por las redes ciudadanas que gradualmente se fueron desmantelando.

Hay frases cargadas de un humor negro totalmente involuntario. Si el PAN o Fox hubieran incorporado el entusiasmo de los “Amigos de Fox” no pasarían la pena de ver cómo ha ido naufragando su petición de “Quitarle el freno al cambio” (lema que condensa la campaña panista) cuando ellos fueron los que pusieron trancas a la transformación. Los amigos que olvidaron hace dos años podrían darle al PAN los votos que necesitan este seis de julio para ser mayoría en la Cámara de Diputados. A juzgar por las encuestas, un buen porcentaje de los que fueron “Amigos de Fox” no lo harán porque todavía está muy fresco el menosprecio y porque, además, cargan el estigma de ser tachados como corresponsables de todo tipo de irregularidades. Y sí, la historia puede ser veleidosa y cruel; también es profundamente sabia.

La miscelánea

En muchas regiones del país siguen acosando a los movimientos sociales. En Unión Hidalgo, Oaxaca, la defensa de tierras y el medio ambiente hecha por indígenas zapotecas desembocó en hechos de violencia el pasado marzo. Desde entonces están presos Carlos Manzo y otros dos integrantes de dos organismos civiles que trabajaban con la comunidad (Gubiña XXI y Comité Promotor de Investigaciones para el Desarrollo Rural). Ya están siendo defendidos por organismos civiles como el Centro de Derechos Humanos “Miguel Agustín Pro”. Sin embargo, uno de los aspectos más graves de este -y muchos otros casos— es la lentitud extrema de los organismos públicos de derechos humanos. A estos asuntos regresaré con mayor amplitud.

ntarios: Fax (5) 683 93 75; e-mail: sergioaguayo@infosel.net.mx

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