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Los platos rotos

Cecilia Lavalle

¿Cuántos años tiene usted? ¿Piensa jubilarse en unos cuantos años? ¿Su pensión se la pagará el IMSS? Antes de que me conteste que a mí qué me importa, le digo que si dos de sus respuestas son afirmativas usted está en problemas. Y sí, sí me importa.

Resulta que el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) está en crisis. Ésa, desde luego, no es ninguna novedad. La novedad es que los platos rotos se los quieren cobrar a las y los pensionados. El pasado martes, Santiago Levy, director general de la institución, se reunió con un grupo de senadores para tratar de encontrar una solución a la problemática financiera, calificada de “insostenible”. Levy señaló que los principales problemas son las pensiones que debe pagar a sus trabajadores jubilados y las pensiones que debe pagar a jubilados asegurados por el organismo.

Dio cifras: Actualmente el IMSS tiene 3.6 trabajadores en activo por cada jubilado, pero en 2020 la proporción será sólo de 1.2; en el caso de jubilados y pensionados no empleados por el IMSS, éstos ascienden ahora a 2 millones (noticia publicada en un diario capitalino el 6 de agosto). Y aunque no se tomó ningún acuerdo, quedó de manifiesto que se analizará, por un lado, poner a debate la edad de retiro y por otro renegociar con el sindicato un nuevo sistema de jubilación para sus empleados, adecuado -dicen- a sus posibilidades financieras.

No es la primera vez que se habla desde esta perspectiva. Ya en el informe anual del instituto, Levy habló de lo mucho que cuestan los pensionados y jubilados (noticia de un periódico de la capital el 2 de julio). Tampoco es el único. Genaro Borrego Estrada, ex director de la dependencia y actual senador de la República, también se pronunció por pactar un nuevo sistema de jubilación, además de una especie de Fobaproa. Y no es que regresara de vacaciones con ganas de llevarle a alguien la contraria; pero no estoy de acuerdo.

Para empezar me parece que no es justo ni moral querer “sanear” las finanzas a costa de quienes ya no tienen (o para entonces no tendrán) ni la energía ni la salud para defender sus prestaciones. Una persona que trabajó para el instituto los mejores años de su vida no merece menos que una pensión que le permita vivir bien los que le queden.

¿Que el IMSS tiene uno de los mejores sistemas jubilatorios del país porque la pensión es similar al último salario que recibía y porque éste aumenta en proporción al de los empleados en activo? Sí. Y eso debe ser motivo de orgullo y de ejemplo a seguir. Es lo menos que puede hacer una institución para corresponder a la vida útil que le dejó un empleado/a. Querer regatear su pensión para que al fin de su vida laboral reciba una de hambre, me parece, insisto, injusto e inmoral. Y en el caso de los asegurados me parece, además, un robo; porque se trata de personas que pagaron de su salario la cuota al IMSS, así que ni el servicio médico ni la pensión que reciben (o recibirán) es una dádiva. Todo ello sin contar con la obligación del Estado de garantizar condiciones óptimas de salud, educación, nutrición, vivienda, desarrollo integral y seguridad social a las personas adultas mayores. No me cabe duda que el IMSS está en crisis, pero tampoco me cabe duda que no se está viendo el bosque completo y se está pensando en soluciones fáciles y no integrales.

Por ejemplo, ¿cuánto le cuesta a la dependencia su propia ineficiencia? Vamos poniéndole números. Aquí un botón de muestra. Mi amiga Beatriz ha necesitado los últimos cinco meses de la atención médica especializada que proporciona el instituto. Para ello ha debido viajar muchas veces a Mérida, Yucatán, donde se encuentra un hospital de tercer nivel. Para esos viajes el IMSS paga viáticos a sus asegurados, en este caso pasaje de autobús para ella y su acompañante ($762.00) y dinero para su alimentación ($50.00 diarios por los dos (¡!)). Total, cada viajecito le cuesta al instituto unos 812 pesos. En cuatro ocasiones el viaje, programado con anticipación y tras el rosario de trámites burocráticos, fue totalmente inútil pues ¡el médico no se encontraba! O sea, en cinco meses, sólo en una paciente, el IMSS ha tirado a la basura 3 mil 284 pesos. Si calculamos que ese especialista atiende digamos que a 20 personas por día y que dada su especialidad diez son foráneos, el IMSS tiró a la basura ¡32 mil 840 pesos! Y esto es el cálculo por un especialista en una sola clínica de una sola ciudad.

¿Multiplicamos por todos los especialistas de todas clínicas de todas las ciudades que reciben pacientes foráneos, a un promedio de una ausencia al mes? ¿Hacemos un recuento de las ineficiencias que padecen no sólo afiliados sino también empleados? ¿Le ponemos números? Y esto por hablar de ineficiencia porque la corrupción también cuesta. ¿O el señor Levy nos puede asegurar que no hay corrupción en el instituto? Claro que las finanzas del IMSS necesitan terapia intensiva, pero antes de los electroshoks por qué no vamos revisando sus signos vitales.

¿Qué le parece si usted y sus amistades hacen un ejercicio numérico de las muchas fugas que tiene el IMSS y se las hace llegar a los senadores? Porque no vale que los platos rotos los vayan a pagar los jubilados y pensionados. Amén de que más temprano que tarde estaremos formados en esas filas.

Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com

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