Hay partidos políticos y personajes públicos que cifran todo su actuar en el principio aquel: que hablen de mí; bien o mal, pero que hablen. Tal es el caso en este momento del partido político denominado México Posible que busca crear polémica a como dé lugar, quizá simple y sencillamente para no perder su registro en las próximas elecciones.
Dicho partido ha buscado llamar la atención a base de formular planteamientos audaces con vista a pretender llevarlos a una discusión parlamentaria que busque legitimar jurídica y por ende socialmente, temas como la legalización del consumo de drogas empezando por la marihuana, la absoluta despenalización del aborto y de la eutanasia, el matrimonio entre homosexuales, la manipulación genética etc.
Quizá como sus propuestas no han encontrado el eco que pensaban iban a tener en la opinión pública, el siguiente paso ha consistido en litigar, más en los medios informativos, denuncias contra obispos de la Iglesia católica, por el delito aducido de estar atacando planteamientos hechos por ese colectivo partidista.
Argumentan los militantes del referido partido que los obispos consuman una violación al ordenamiento constitucional, penal y electoral que prohíbe a los ministros de culto entrometerse en materia política. Cabe decir que no ha mediado alusión directa alguna por parte de los prelados al referido partido y a sus militantes, sino la referencia específica a que todo fiel católico tiene primero que nada la obligación de votar, constituyendo el abstencionismo pasivo una falta, por el sentido de irresponsabilidad frente a las obligaciones sociales y el desapego a la búsqueda del bien común que la abstención entraña. Otra especificación en documentos publicados por los cuatro dignatarios eclesiásticos en sus respectivas diócesis se fundamenta en que la obligación de votar presupone el hacerlo en conciencia, es decir conociendo lo mejor posible el programa político y el ideario del partido por el que sufraga, y la personalidad del candidato postulado.
En sus cartas pastorales especificaron los referidos obispos que un católico debe considerar las implicaciones morales de los programas propuestos por los partidos. Planteamiento éste que es precisamente el que asumen como “saco que les queda”, para dejar implícito que al decir aquello los obispos planteaban a sus feligresías la prohibición a votar por su partido.
Los ministros de la Iglesia tienen la prohibición clara marcada por el propio Código de Derecho Canónico de intervenir activamente en política partidista. Pero a la vez tienen la responsabilidad derivada de su función de cura de almas de prevenir a los fieles respecto de situaciones contrarias al ámbito moral, aclarando o aconsejando en torno a situaciones que se dan en el ámbito de la vida social de las personas que puedan incidir en actuaciones inmorales.
Si el ser humano fuese un ente meramente espiritual la labor de los ministros religiosos pudiera circunscribirse a ese ámbito exclusivamente. Pero como la persona debe mirar y aspirar al cielo pero teniendo los pies firmemente plantados en la tierra, su desenvolvimiento moral pleno tiene que contemplar encrucijadas, conceptos y planteamientos de orden material sobre los cuales los ministros de la Iglesia tienen la obligación de hacer expresar posicionamientos claros en beneficio de la feligresía que requiere la guía moral en asuntos de justicia social, bien común, solidaridad, paz y armonía entre personas, no entre ángeles.