Sobran razones para que el público indio se sienta a la vez preocupado y optimista en estos días. Preocupado porque ha transcurrido la primera mitad del año sin resolverse las cuestiones más ingentes con las que se inició 2003.
Por una parte, por ejemplo, una enconada disputa sigue alimentando a los hindúes más recalcitrantes para reedificar, con la oposición de la comunidad musulmana, el templo en honor al dios Ram en la ciudad sagrada de Ayodya, su lugar de nacimiento. Sigue la precaria situación social en algunos Estados, particularmente en Gujurat, por los recurrentes conflictos intercomunitarios de origen religioso.
No ha terminado la violencia transfronteriza en Cachemira, con su diario recuento de bajas militares y civiles propiciada, está seguro de ello Nueva Delhi, por el gobierno paquistaní. Estamos a principios de julio sin que se le haya visto la orilla a estos problemas.
Por otra parte y pese a lo anterior, hay aspectos positivos que sirven de contrapeso. La India ha continuado su ascenso en términos macroeconómicos durante este período. El crecimiento del producto nacional sigue en un cinco por ciento, con lo que se mantiene la tendencia de años anteriores; el aumento en la producción agrícola, aunque no tan vigoroso como el año pasado debido al retraso de las lluvias anuales, deja amplios márgenes de cosechas para la exportación. Las reservas monetarias alcanzan 77,000 millones de dólares. La proporción de pobres ha bajado; algunos calculan hasta en un 25 por ciento de la población. Las cifras siendo menos llamativas que las de China que crece al diez por ciento anual y tiene reservas del 320,000 millones de dólares, son superiores a los promedios mundiales. Hay que enfatizar, dicen aquí, que se trata de un avance que no es producto de un sistema de decisiones estatales centralizadas sino de consensos democráticos desde los consejos pancháyats rurales.
La guerra contra Iraq lanzada por la coalición angloamericana que la India nunca aprobó, no dañó a la economía como algunos pronosticaron. Ni subieron los precios del petróleo afectando los de la gasolina doméstica, ni se produjo el desquiciamiento del comercio exterior. Ciertamente bajaron las corrientes de turismo. Los aviones y los hoteles redujeron sensiblemente sus niveles de ocupación y por lo mismo, sus ganancias. Pero los efectos de la guerra han sido pasajeros. La economía retoma su paso, en medio de la modorra del calor y del monzón del medio año.
¿Qué temas captan pues la atención de los 130 millones de lectores de los 5,500 diarios indios? Son las últimas excavaciones en Ayodya para saber si ahí hubo o no un templo, los escándalos más recientes de artistas de cine de “Bollywood” o los de los políticos. En los últimos días son los resultados de los exámenes que cientos de miles de muchachos tuvieron que aprobar la semana pasada para merecer entrar a las 11,000 escuelas de enseñanza superior del país.
Los asuntos internacionales también son de interés de los lectores en periódicos hindi, bangla, marathi, telegu y tantos otros idiomas locales, ya que afectan la vida de los veinte millones de indios dispersos en los países del Golfo Arábigo, el Reino Unido, Alemania, África y los Estados Unidos. Está por decidirse si tropas indias se incorporan a las de ocupación en Iraq. La prensa informará sobre la discusión parlamentaria respectiva.
En este país cada uno de los 650 millones de empadronados vota usando su credencial con foto y sabe que con ello tiene el poder de elegir o destituir a sus gobernantes. El resultado de las elecciones locales el próximo noviembre en cinco estados de la India, incluyendo la ciudad capital, podrá definir la suerte de la Alianza Democrática Nacional encabezada de Atal Bihari Vaspajee en los comicios nacionales del 2004. Si la coalición en el gobierno pierde podría atenuarse el ritmo de la privatización emprendida por el BJP afectándose el crecimiento nacional. Su triunfo, por el contrario, significaría continuar con políticas fuertemente inspiradas en valores hindúes tradicionales.
Lo que a nadie le cabe duda es que para comenzar a cerrar la brecha que separa la India de su vecino chino, es imprescindible acabar dentro de este mismo año las luchas entre comunidades espoleadas por intolerancias religiosas.
Nueva Delhi, Julio Faesler, jfaesler@yahoo.com