Por Gustavo Grabia
Diario Ole
Buenos Aires, Argentina.- “Y, yo me muero por volver, hoy viajo para allá a tratar de arreglar todo; está difícil, pero quiero atajar acá, y en Independiente”.
Para allá es México, lugar de trabajo y residencia de Cristian Lucchetti en el último semestre. El año pasado, tras un Apertura en gran nivel, el Santos Laguna pagó los 500,000 dólares que le pidió Banfield y se lo llevó a préstamo por un año, con opción de compra de un millón más. Caso extraño, Lucchetti no jugó ni un partido en estos seis meses pero el Santos ya avisó que hará uso de la opción, mientras el arquero pide a gritos vestirse de rojo.
Cosa rara, se pelean por vos pero no atajaste nunca
“No atajé porque así estaban dadas las cosas de entrada, mi nivel no tiene nada que ver, los mexicanos me dijeron: ‘Te traemos, pero los primeros seis meses no atajas, porque es el torneo despedida de Adrián Martínez, que es ídolo allá’, y así fue”.
“Si yo fuera hincha de Independiente, tendría mis previsiones, porque la inactividad se paga”. ¿En qué nivel estás?
“Hasta que salga a la cancha, ni yo lo sé, pero creo que no perdí el ritmo, porque me la rompí en las prácticas creyendo, como buen argentino, que en tres partidos le sacaba el puesto. Atajaba todo lo que me tiraban, no lo podían creer, pero apenas vieron mi cara, me dijeron: “Te lo anticipamos: ataje bien o mal, este semestre es de él”.
Bueno, pero te volvés con la billetera más abultada
“Si fuera por la plata, me quedo allá. Estoy resignando muchísima guita para atajar en Independiente, todos los argentinos que juegan en México dicen que estoy loco, pero tengo 24 años, para ganar guita ya tendré tiempo. A mí me encanta la exigencia de un grande, demostrar que puedo triunfar y pegar el salto a la Selección. Allá se juega de otra manera, la pasión no existe, los hinchas van mezclados a la cancha, te piden autógrafos los del rival. A mí me daban ganas de decirles ‘te equivocaste de colectivo’. Nos quedamos fuera de la Liguilla y no te voy a decir que estábamos de fiesta, pero todos lo tomaron como, ‘bueno, empezamos antes las vacaciones’. Es muy loco”.
Loco, pero más civilizado
“Yo no reivindico a las barras bravas ni me gusta que me metan un chumbo en la cabeza diciéndome ‘ganás o sos boleta’. Pero necesito presión. Es mentira que es lindo jugar sin ella. Para mí los excesos son malos: tanto la violencia de acá como la tranquilidad de allá”.
Hablaste de la Selección...
“Lo que digo es que en Banfield tuve un nivel bárbaro, pero ahí no llamás tanto la atención. Si tengo una temporada así en el Rojo, todo el mundo habla de vos. Si te comés goles tontos, también, lo tengo clarísimo, por eso digo que venir acá es un desafío, pero también un riesgo. Yo me podría quedar en México ganando buena plata, pero prefiero arriesgar mi carrera en pos de un sueño. Sé que si me va mal, en vez de en el exterior termino en la B Nacional, pero si me pongo eso en la cabeza, tengo que largar”.
¿Se te dará?
“Qué sé yo, los mexicanos me dicen: “cuando vamos a comprar un jugador allá, nos piden un vagón y cuando buscan repatriarlos, no quieren pagar un peso”. Qué les podés decir... Mi argumento es: dejame cumplir un sueño, un añito nada más, y después vuelvo y juego el tiempo que vos quieras”.
¿Pensaron en ponerte de delantero?
“Sí, yo juego muy bien, alguna vez me pasó en Banfield, ¿eh? Y allá teníamos un partido clave con el Toluca, necesitábamos ganar y el ayudante le dijo al DT: ‘Ponelo a Lucchetti, que juega bárbaro’. Pero yo no quería. ¿Qué imagen das si salís un día de delantero, otro de arquero? Moría por hacerlo, pero no era serio”.
¿Hubieses triunfado como delantero?
“Seguro. No sé si en un nivel de Selección, pero para jugar en un equipo de la Argentina, sin dudas. Yo siento mucho más el puesto de delantero que el de arquero”.
¿Y por qué sos arquero?
“El destino. En Mendoza, en las inferiores, yo era delantero en mi categoría, la 78, y arquero de la 77; cuando vine a Buenos Aires me probé de punta, en Huracán y Platense, pasé la prueba, pero ninguno de los dos clubes tenía pensión, entonces fui a Banfield, justo necesitaban un arquero. Me probé, a los 20 días me hicieron contrato y me tuve que olvidar de ser jugador de campo”.
¿No te arrepentís?
No. Este puesto me dio todo. La única que sufre es mi vieja, que quería que fuera nueve, pero yo estoy bien. Eso sí, el alma de delantero no la pierdo nunca, el gol de penal que le metí a Boca (NdeR: Apertura 2001) me hizo más feliz que cualquier atajada, prefiero hacer un gol en cualquier momento del partido, a tapar un penal en el último minuto de una final. Yo envidio a los goleadores: en fútbol, lo único incomparable es ver a toda la gente gritando un gol que hiciste vos”.