Jean Cusset, ateo con excepción de las veces que oye cantar un lied de Schubert, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-Para muchos cristianos la vida debe ser dolorosa, un continuado sufrimiento que ofrecerán a Dios en pago de la eterna salvación. Desde esa oscura ventana la felicidad se ve como un pecado, y el gozo del cuerpo como un mal.
-Pero -siguió diciendo Jean Cusset- el Antiguo Testamento palpita de humano amor en el Cantar de los Cantares, y el Evangelio sonríe con el relato de Belén. La "Noche Oscura del Alma” que acongojaba al místico la iluminó el poeta con una "Llama de Amor Vivo”. Carne somos, y espíritu. No castiguemos en el cuerpo las bancarrotas del espíritu, ni atormentemos al espíritu cuando claudique nuestra parte corporal.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini. Con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...