La noche es una larga tabla negra. Un diminuto obrero se pone a serrucharla apenas cae el sol, y trabaja aserrándola hasta el amanecer. Con la primera luz deja el trabajo; lo reanuda cuando la tarde cae.
Yo escucho en la vigilia nocturna su labor. Me arrulla el incesante aserrín-aserrán del mínimo artesano. Vuelvo a oírlo otra vez, de madrugada. Cuando él termina su trabajo yo sé que debo comenzar el mío.
Grillo, pequeño grillo tesonero que me regalas cada noche la música de tu pespunte cantoral: te doy las gracias porque me haces recordar que la noche tiene también una canción, y que la vida seguirá despierta cuando ya esté dormido yo.
¡Hasta mañana!...