¿Recuerdas, Terry, cuando eras cachorrito y el mundo te asombraba? La flor te suspendía; las mariposas te maravillaban; tu sombra bajo la luna era un prodigio que te dejaba absorto...
Volvías los ojos hacia mí, y había en tus pupilas un signo de interrogación. Parecías pedirme que te explicara el mundo. Pero ¿qué te podía yo decir? También para mí la luna era embeleso, la flor y la mariposa eran milagro, misterio las sombras de mi cuerpo y de mi alma...
Ahora, Terry, tú sabes más que yo. Ven y dime qué cosa es esta vida y cómo es la otra. Me lo dirán tus ojos, que en sueños me miran todavía igual que me miraron cuando tú eras un poco yo y yo era un poco tú. Explícame la flor y la mariposa, Terry, descíframe el cambiante dibujo de la luna... Sobre todo, pon la luz de tus ojos en mis sombras. Así se disipará la oscuridad y yo seré, como eres ahora tú, un rayo pequeñito de la insondable luz.
¡Hasta mañana!...