Ciudad en duermevela, llega el viajero a Montségur, en tierras del Languedoc, en Francia. Aquí recibieron asilo los herejes cátaros, legatarios de las doctrinas maniqueas. Para ellos el bien era Dios, y el mal era la nada. Despreciaban la materia, origen de todas las maldades.
El nombre de los cátaros, que en griego significa "pureza", contenía un reproche a las corrupciones de Roma y del poder papal. El Pontífice ordenó perseguirlos hasta que desaparecieran de la faz del mundo. En 1244 los últimos cátaros murieron defendiendo Monségur, único bastión importante que conservaban ya. Ahora el recuerdo de aquellos rígidos ascetas es una vaga sombra.
Pasa el viajero al lado de una tapia milenaria. En la juntura de dos piedras ha nacido una flor de color lila... Esa noche, ya en su cuarto de hotel, toma el viajero la libreta donde anota sus impresiones de viaje, y en el margen escribe estas palabras: "La materia es sagrada".
¡Hasta mañana!...