Llega el viajero a Alba, sobre el Tormes, y se transfigura con la memoria de Santa Teresa de Jesús, tan presente en la líquida luz de esa ciudad hecha de río.
¡Ah, qué mujer tan hombre fue Teresa! Caballera andante de Dios, nació española en tiempos en que la España era el mundo. Doctora de todas las sabidurías, supo que en lo humano late el espíritu divino y que no puede entenderse lo divino si se le quita sangre y carne de humanidad.
Las madres carmelitas, hijas de la santa, conservan como preciadas reliquias uno de sus brazos y su corazón. He ahí un claro símbolo: corazón y brazo. Las obras nacen muertas cuando no se hacen con amor, pero tampoco está viva la fe si no se vuelve acción de bien a los demás.
Llega el viajero a Alba, sobre el Tormes, y aprende de Teresa que un amoroso corazón y un brazo activo son buenas armas para ganar victorias del cielo y de la tierra.
¡Hasta mañana!...