Llegó sin anunciarse y me dijo a manera de presentación:
-Soy el reverso de la medalla.
No entendí sus palabras, y mi expresión le dio a entender que no le había entendido. Procedió entonces a explicarse:
-Todo mundo habla del reverso de la medalla. Nadie, sin embargo, toma en cuenta que para mí el reverso de la medalla es el anverso, de modo que también el anverso de la medalla debe decir lo que al principio dije yo: "Soy el reverso de la medalla". Y yo me presentaría como el anverso. ¿Ha comprendido usted?
Otra vez me quedé en blanco.
-He conocido hombres inteligentes -dijo con disgusto-, pero usted es el reverso de la medalla.
-Quizá lo sea -repliqué-, pero para mí el reverso de la medalla son ellos.
No me mortificaron sus palabras. Había aprendido ya que el anverso y el reverso de la medalla son la misma cosa. Todo es la misma cosa.
¡Hasta mañana!...