L U N E S
Todos los años nos pasa lo mismo: reconocemos que el año anterior nos fallamos y a última hora andábamos tratando de hacer lo que no hicimos en todo el año. Naturalmente, hubiera sido un milagro si eso hubiera sucedido, y como los tiempos de los milagros pasaron desde hace un rato largo, las cosas se quedaron como estaban y, nosotros volvimos a lo que se nos ha hecho costumbre: a las promesas de hacer en este nuevo año lo que no hicimos en el anterior. Pero, como nunca acabamos de convencernos de que los años sólo traen 52 semanas (así con número para dramatizarlo, a ver si nos damos mejor cuenta de lo poco que es un año), por lo pronto y sin darnos apenas cuenta ya las 2 primeras no existen.
Ojalá que todos los regidores de la nueva administración sean como René Nahle Aguilera, el primero, que de entrada se dio cuenta de que en su oficina se manejaba, indebidamente, una lana que no correspondía, reportando el caso de inmediato. Y es que, si gastando el dinero sólo los que deben, a fin de cuentas no alcanza, ¡ hay qué imaginar lo que puede pasar si los gastadores son más que los que aguantan los contribuyentes¡ Y es que dar es padrísimo, sobre todo cuando lo que se da no es lo propio. Es como cuando los banqueros estaban autorizados a invitar a comer a sus clientes y prospectos. Al principio así era, pero despues eran desayunos, comidas y cenas. Y en el caso municipal, el dinero es del pueblo.
M A R T E S
Si en ocasiones pensamos que ser mandamás, a la altura que se sea, no es, como dice mi amigo, “enchílame otra”, peor nos resulta si alguna vez nos atrevemos a pensar en lo difícil que resultaría para cualquiera ser Dios.
En esos días recién pasados, cuando el frío apretó lo suyo y temblábamos en el coche no obstante la ropa de abrigo que nos cubría, en aquello pensábamos cuando en las calles veíamos arrebujarse en sus ligeros chales a las pedigueñas o frotarse las manos a los hombres que hacían lo mismo directamente, sin ampararse en aquel antiguo “por amor de Dios”, acaso porque después de tantos años de pasar lo mismo, nada ha cambiado, y ya piden por sí mismos pase lo que pase.
Pensábamos eso, y pensábamos que menos mal que tuvieron nuestros pobres la suerte de nacer en una ciudad que sólo tiene unos cuantos días verdaderamente fríos, y no en la India, por ejemplo, donde no obstante las fogatas que para combatir el frío hacen en la calle los allá nacidos, cientos de ellos mueren congelados, según la nota de hoy y la foto respectiva que tengo ante mi vista. ¿Cómo puede soportar Dios la vista de cosas como éstas, por millares en todas partes del mundo donde el frío en estos días sea implacable? Sobre todo, cuando se da cuenta, al mismo tiempo, de que no puede, aunque quisiera, volvérselos primavera, como no pudo, aunque seguramene quiso, impedir que nacieran pobres. ¡Sea por Dios!
M I É R C O L E S
Todos, dice Ortega, venimos a este mundo a cumplir una misión; la nuestra, la que nadie puede hacer por nosotros. Por supuesto que sucede que otros la hacen, pero, no es como nosotros la haríamos. Muchos son los que se dan cuenta de ello en cuanto tienen uso de razón, otros nunca lo descubrimos. La misión de unos es grande, la de la mayoría apenas es notable; pero, la misión es cierta y, sin ella, nuestra vida no tendría sentido. Las misiones van, desde la de Mozart, grandiosa por demás, hasta la de casarse con alguien para tener tal hijo, notable por lo bueno o por lo malo: Eva vino a este mundo para acabar con la soledad de Adán y darle dos hijos: uno bueno y otro malo.
Cuentan, a propósito de esto que Ana Pavlova nació antes de tiempo y estuvo enfermiza en su primera infancia. La llevaron a vivir al campo, para que respirara aire puro, le sentó muy bien y se convirtió en una graciosa niña, muy esbelta y fina de cuerpo. Su madre decía de ella que llegaría a ser una buena bailarina. Un día le preguntó a su hija si le gustaría bailar. Y Ana le contestó: “Si ya bailo. ¡Mira! Y la niña dio unos pasos de baile inventados, alrededor de sus padres. Los padres se quedaron de a seis, maravillados de lo bien que bailaba aquella niña aque nunca había aprendido a bailar.
En su juventud, siendo ya bailarina, tuvo un novio con el que no se casó, pues el novio le dio a escoger entre él y el baile, y escogió el baile. En la finca de éste un día vió morir a un cisne. Quedó tan impresionada de los últimos movimientos del cisne en su agonía que quiso bailarlo; le explicó a Saint-Saens lo que había visto y lo que quería, naciendo así “La Muerte del Cisne”.
J U E V E S
El año ha comenzado preocupante; sin embargo, no se nota que al gobierno le preocupe, como preocupan a muchos mexicanos, esas protestas que en las calles capitalinas se vienen dando uno y otro día, según la tele nos la presenta en sus noticieros.
Una que otra protesta de vez en cuando no estaría mal, podía hasta servir de distracción para que los capitalinos olvidaran todos los males que hoy les afligen; la frecuencia es la que hace pensar si no estarán incubando un problema en el que ya las autoridades debieran pensar seriamente en cómo solucionar. Confundir estos acontecimientos puede traer graves problemas. Hace dos siglos y pico el intendente general de París visitó al rey en Versalles. El rey le pidió noticias. Normalamente los gobernantes nunca saben lo que pasa en las calles de su país. El inendente le informó que, en París, todo iba bien. Al día siguiente Luis XVI fue despertado para darle la noticia de que la Bastilla había sido tomada por el pueblo.
Cuando el rey se mostró incrédulo, el que lo había despertado añadió que todo París estaba en armas. Así, ¿es que hemos de considerar que se trata de una revuelta? comentó el rey. Y cuando el que le daba la mala noticia, le aclaró que se trataba de una revolución, el asombro del rey no creía que aquello fuera posible. Sin embargo, lo fue, ¡y en qué forma!
V I E R N E S
A los científicos les ha de pasar lo que a los músicos o a los inventores, entre otros: que buscando una cosa dan con otra, y no les queda más remedio que seguirla hasta el final, salga lo que saliere, aunque aquella que pensaban se convirtiera en una constante en su vida, que algunos alcanzaron y otros no.
Buscando, buscando una de tantas cosas como buscó, Edison encontró muchísimas cosas de las que ninguna menospreció, haciéndolas todas, sin olvidar lo suyo. Y es que el que se encapricha solo con una cosa le sucede, que a veces se le va en ello la vida, y se queda sin Juan y sin las gallinas, como solía decir mi abuela.
Pienso en esto ahora que diarios y revistas se han ocupado, aunque sea de pasada, del primer clon, esos seres producidos a partir de una célula originaria. Pero resulta que el primero de ellos llegará a ser un hombre como usted o como yo, es decir un hombre más sin mayor importancia para sus prójimos, aunque la tenga para quienes lo produjeron y que seguirán atentos todo lo que le pase a su vida. Sin embargo, cuando se comenzó a pensar en eso de producir clones, recuerdo que se hablaba mucho de la posibilidad de poder obtener buenas copias de extrarodinarios gobernantes, músicos, pintores, hombres de ciencia, Einstein, por ejemplo, era muy mencionado en esas posibilidades, en fin, que se trataba de no perder para siempre a los grandes que en este mundo han sido.
S Á B A D O
Quien sabe desde cuando se diga “sabadito lindo” refiriéndose, a su noche, más que nada; la cuestión es que si no fuera por él y por el lógico domingo para reponer de sus excesos, me parece que el mundo se hubiera ya acabado del puro aburrimiento de la mayoría, que no han desarrollado más actividad para soportarlo en sus rutinas que el relajo de los sábados.
Cuando la Biblia nos cuenta de esos hombres que vivieron tantos años, alguno de ellos acercándose a los mil, la pregunta que me inquieta es la de “¿haciendo qué?” El abuelo de Noé, Matusalén, casi le llega a los mil años. ¡Haciendo qué? Hoy el ocio tiene sus trucos. El último la tele, frente a la cual no falta quien se siente a primeras horas de la tarde y no se levante de frente a ella hasta la hora de dormir, pero, ¿entonces que ni para cuando los naipes ni el ajedrez, ni la moneda para jugar al águila o sol? Claro, claro que multiplicarse les llevaba su tiempo, pero no tanto. También podían dedicarse a ello en varios frentes, pero, entonces los que no daban para tanto eran ellos, y de empeñarse no hubieran llegado a la edad que llegaron.
Y D O M I N G O
El amor me parece una de las pasiones más depuradas que tiene el ser humano. JOSE REVUELTAS.