Sin duda alguna el principal fenómeno económico de las últimas semanas ha sido la depreciación del peso frente al dólar. Sin embargo, ha sido en los últimos días cuando este hecho se ha acrecentado, alcanzando una cotización muy cercana a los 11 pesos por dólar en los momentos en que esto se escribe, y es muy probable que aumente aún más.
Mal empieza la semana el que ahorcan en lunes, dice el dicho. Pues bien, mal empieza el año el gobierno, cuando lo ahorcan en enero. Y es que no hay que olvidar lo que la oposición, entre ellos los panistas y en particular Fox, decían de los gobiernos priístas: ?Presidente que devalúa, se devalúa?. Como nuestros lectores habrán podido constatar, en estos días no se habla de devaluación, sino de depreciación de nuestra moneda, y es que los economistas han establecido que si se tiene un sistema cambiario fijo, determinado por la autoridad, si el valor del dólar aumenta, se debe hablar de una devaluación. No obstante, cuando se tiene un sistema cambiario flexible, determinado por la oferta y demanda de dólares, sin intervención alguna de la autoridad, cuando el valor del dólar aumenta, se debe hablar de una depreciación de la moneda. El truco consiste en que, como desde la crisis de los años 70?s se abandonaron los sistemas de tipo de cambio fijo, y se adoptaron en forma general los sistemas flexibles, al establecer esta diferencia ?técnica? en el lenguaje, las autoridades pueden deshacerse para siempre de las devaluaciones. A partir de ese momento lo único que existe son depreciaciones.
Cualquiera en su sano juicio puede entender que se trata, como dicen, de la misma burra, nada más que revolcada. Que no nos confunda entonces la idiotez burguesa que pretende que al cambiar de nombre a las cosas, cambia su naturaleza. Los efectos favorables y nocivos de una devaluación son idénticos a los de una depreciación y la única diferencia sustancial entre un sistema cambiario y otro, consiste en saber si las autoridades gastarán parte o la totalidad de sus reservas internacionales en defender lo indefendible, o si las guardarán para otros fines.
Esto fue precisamente lo que la experiencia demostró, que ante un desequilibrio entre la oferta y demanda de dólares, el tratar de defender la moneda utilizando las reservas, sólo conduce a su agotamiento y transferencia a manos de los especuladores.
Bueno, dando el privilegio de la duda a este tecnicismo, deberemos corregir también la expresión para convertirla en una nueva: ?presidente que deprecia, se deprecia?.
Lo que nos llama la atención son algunas de las interpretaciones que se han dado al fenómeno. En primer lugar leemos en las páginas de algún diario: ?A pesar de la solidez macroeconómica, el peso se deprecia?. ¿No será que esta depreciación viene a demostrar las deficiencias macroeconómicas arrastradas desde hace tiempo? Veamos las cosas más de cerca. Nuestro país padece, crónicamente, de un déficit comercial paliado sólo, paradójicamente, por la recesión económica, en la que las importaciones de bienes de capital e intermedios se ve disminuida por el bajo ritmo de actividad económica; en cuanto se recupere un mayor crecimiento, el déficit aumentará. Si a esto sumamos el déficit que tenemos en cuanto a los servicios que acompañan la importación y exportación de mercancías, y el pago del servicio (intereses) de la deuda externa, por ejemplo, así como los cuantiosos gastos que se realizan en el extranjero por nuestra burguesía ?nacionalista?, el déficit en cuenta corriente, que así se llama a la suma del aspecto comercial y de servicios, se vuelve mayor.
Ahora bien, ¿cómo debemos considerar un determinado déficit para saber si estamos en equilibrio macro o no?. Debemos tomar en cuenta, en primer lugar, la magnitud del propio déficit; pero en segundo lugar, debemos tomar en cuenta la disponibilidad de recursos disponibles en los mercados internacionales de capital. De suyo se comprende que un déficit ?grande? puede resultar fácilmente financiable si existen abundantes recursos en dichos mercados y, además, son baratos (bajas tasas de interés). Pero igualmente debe comprenderse, que aunque el déficit sea ?menor? puede resultar difícilmente financiable si los recursos en los mercados internacionales son escasos o se encarecen.
Esto es lo que ha pasado, los temores de una guerra cuyos resultados no son tan ciertos como predice el pirata Bush y sus secuaces, el encarecimiento del petróleo y las dificultades que esto trae y traerá a las economías subdesarrolladas, incluso las emergentes, provocan que los inversionistas se refugien en la compra de oro y contratos de futuros de materias primas. En consecuencia, la inversión extranjera que se requiere para financiar este déficit (que por lo demás siempre es mayor en los últimos meses del año), se vino abajo. El resultado, no están en el mercado los dólares necesarios para financiar la demanda de los mismos, es decir, una depreciación de nuestra moneda que no es sino el síntoma de que una situación controlada de déficit en lo macroeconómico, se ha tornado en una situación de desequilibrio y de crisis. De nada sirve, como hemos leído asimismo en declaraciones de ?distinguidos? representantes del PAN, acusar al PRI de la caída de la cotización por frenar ?el cambio?. En las actuales condiciones, ni siquiera cambiar la constitución y permitir las reformas estructurales propuestas por el foxismo, que no son sino una fórmula que nos hará depender más aún de la inversión extranjera para financiar nuestros ?focos rojos? y convertirlos en ?focos verdes?.
La verdad es que el bajo ritmo de crecimiento económico, el deterioro de la distribución del ingreso, el aumento del desempleo y el descontrol de la inflación, auguraban ya el agotamiento macroeconómico, el cual ha explotado en la presente depreciación.
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