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Maravillas naturales desaparecidas

por Dr. Luis Maeda Villalobos

Ing. Rodrigo Díaz Contreras

TORREÓN, COAHUILA.-Se calcula que el volumen de agua creado en el planeta Tierra es, en números redondos, de algunos 1,350 millones de kilómetros cúbicos. De esta cantidad, el 97 por ciento se acumula en los mares en forma de agua salada, el dos por ciento se encuentra en los glaciares y casquetes polares en forma de hielo, mientras en la humedad ambiental y nubes, llega hasta once kilómetros de altura. El resto -o sea el uno por ciento-, comprende las aguas superficiales en los continentes, en un volumen aproximado de 228 kilómetros cúbicos y en las reservas profundas o subterráneas equivalentes a 828 kilómetros cúbicos, alojadas en una red de oquedades y canales que semejan una esponja y en las llanuras aluviales con una estructura granular de arenas, gravas y cantos rodados, por donde escurre y se acumula el agua.

El hecho de la evapotranspiración del agua superficial (mares, lagos, lagunas, ríos y demás escorrentías) aunada a la capa verde vegetal, originan que se formen en la atmósfera las nubes, que por los vientos son llevadas, hasta los polos en donde en estado sólido, el agua forma los hielos. El resto se precipita en forma de lluvia, luego de moverse cerca de la superficie y equilibrar las temperaturas afectadas por el calentamiento debido a las radiaciones solares. Al llegar al Ecuador, los vientos se calientan arrastrando las nubes, nuevamente hacia los polos, formando un fenómeno que se conoce como ciclo del agua o hidrológico.

El agua precipitada en forma de lluvia cae a la superficie, pero la mayor parte se precipita en los océanos, en donde se repone el agua que se evapora y en los macizos continentales, la lluvia forma arroyos, ríos, lagunas y lagos, mientras una porción se infiltra al subsuelo.

En éste, las aguas edáficas (aguas del sub suelo que influyen en la distribución de los seres vivos) nutren las raíces de las plantas y más profundamente se almacenan en depósitos subterráneos o acuíferos, que al saturarse, descargan en forma natural en la superficie en forma de manantiales, veneros u ojos de agua, como también se les conoce, con el objetivo de equilibrarse.

Ahora, cuando un acuífero se explota con un alumbramiento de agua excesivo, el equilibrio se pierde y desaparecen los manantiales, que eran las descargas naturales. Es el caso de la Región Lagunera, en dónde se han sobre-explotado los acuíferos y los ojos de agua, veneros o manantiales del lugar han desaparecido.

Como recuerdos imborrables, cuentan los laguneros con nostalgia la presencia de aquellos hermosos manantiales de La Laguna, que brotaban de las sierras del Sur por el rumbo de Santa Ana, Hornos y Viesca, que movían a las familias a ir de día de campo a esos lugares que eran oasis en el desierto. Manantiales de aguas tibias o termales, llenas de lirios y lampazos, de peces de colores, tortugas acuáticas y grandes tulares. Aguas cristalinas que invitaban desde luego al chapuzón. Los fines de semana y los días festivos -hasta los años cincuenta- permitían a los laguneros hacer desfile para llegar pronto a los ojos de agua de Juan Guerra, El Túnel, Corral de Piedra, El Molino, Hacienda de Hornos y Santa Ana y disfrutar de un buen baño termal en el manantial de Murillo.

La exploración

Tenemos el antecedente, de que desde el año de 1955, desaparecieron poco a poco todos los manantiales mencionados, a causa del atentado contra los acuíferos en forma brutal, por la extracción del agua en más de cuatro mil pozos de forma anárquica y circunstancial, que ocasionó la pérdida del equilibrio. El pasado mes de marzo hicimos un recorrido por todo el rumbo de las sierras del Sur, en donde se localizaban los manantiales más importantes de la región y nos dimos cuenta del gran ecodesastre que está causando, no sólo la sobre-explotación de los mantos subterráneos, sino su total agotamiento... .

Llegamos al primer sitio, que se encuentra cerca de la antigua Hacienda de Hornos y apreciamos que está totalmente seco, abandonado, con un pozo que ya no extrae agua y ese páramo refuerza el paisaje del desierto. Continuamos por camino de tierra hasta Santa Ana, algunos siete kilómetros hacia el poniente y al llegar, presenciamos lo que otrora era un ojo de agua precioso, ahora un lugar desolado con la boca dinamitada y en lugar del amplio estanque hay rocas, arcillas de color rojizo, amarillas, en un piso flojo. La llanura con matorrales y mezquites (Prosopis julíflora) chaparro prieto saladillo (Atríplex s.p.) y gobernadora (Larrea tridentata), entre otras plantas xerófitas del desierto.

Regresamos luego a la Hacienda de Hornos, hoy ejido Venustiano Carranza y de ahí caminamos hacia el Oriente, algunos cinco kilómetros hasta llegar al lugar donde se encontraba un abundante manantial de aguas tibias, en cuya margen derecha había un molino de metales. Hoy, este lugar es deprimente, no hay una sola gota de agua y el lugar desolado, lleno de mezquites, se explota para fabricar carbón vegetal. En lo que fue el estanque, pegado a la sierra, se explota igualmente la arena fósil, que igual que en los otros veneros, está formada de gasterópodos microscópicos (caracolillos), ricos en calcio.

Volvimos hasta el Ejido Saucillo, en donde se entronca la carretera a Viesca y en pocos minutos, llegamos a esa ciudad histórica, que se llamó San José y Santiago del Álamo, con una tierra riquísima en sales de calcio, sodio, magnesio y cloruros. Pronto nos trasladamos hasta donde, hace tiempo, se encontraba el ojo de agua de Juan Guerra, que también ha dejado de brotar agua y sólo quedan restos de obras de perforación, de fallidos intentos de alumbrarla del subsuelo, tarea inútil hasta la fecha. De allí, partimos a otro sitio hacia el Poniente para llegar a donde se localizaba uno de los más importantes veneros, el Corral de Piedra. Lo vimos seco, sus estanques destruidos, secos y los árboles y pinabetes que los rodean, cayéndose.

Luego de tomar los datos necesarios -como en los otros sitios- de las coordenadas geodésicas y la altura sobre el nivel del mar, con el geoposicionador (G.P.S.), nos trasladamos hacia lo que fue un abundante manantial: El Túnel. Lo encontramos socavado, sus playas y estanques secos y sin gota de agua.

La vista es de desolación y tristeza, al contemplar aquellos veneros que nos demuestran de lo que es capaz la ambición humana y su conciencia, enmarcada en una ignorancia supina, del significado de la Naturaleza y sus recursos, que se deben usar racionalmente, para la supervivencia de las especies y el desarrollo sustentable de los pueblos. Por eso es necesario que, antes de ver sólo nuestro pequeño entorno como miopes, se vuelva la vista más lejos, viendo el futuro de la humanidad, antes que el destino nos alcance.

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