“Lo que preocupa a los hombres no es la realidad, sino la opinión que de ella se forman”
Epicteto
Algo no cuadra. ¿Qué país se imaginan los legisladores opuestos a las reformas? ¿A quién defienden —increíble— Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Bartlett, ahora en pareja? El país que eligió a los señores legisladores está desesperado por la falta de empleo, vive a salto de mata por la inseguridad, lo aquejan carencias básicas, vivienda, servicios dignos de salud, educación, agua, transporte, etc. Mientras los señores legisladores discuten en un vano espectáculo sobre, por ejemplo, su convicción más íntima alrededor del papel del estado en la regulación de la economía —tema central de su deontología personal— miles de mexicanos han tenido que salir del país en busca de empleo. Mientras en San Lázaro unos tiran a sus líderes y los otros se protegen por los “costos políticos”, el peso se deprecia en los mercados con las consecuencias que todos conocemos. Parece como si para ellos el tiempo no existiera.
Recordemos. Hace alrededor de una docena de años se dejó trunca la posibilidad de capitalizar el agro. Ahí quedó la coja reforma al Artículo 27 y su reglamentario. La pobreza en el agro ha seguido avanzando. Hace poco más de seis años discutíamos los “terribles riesgos” de entregar nuestra industria petroquímica. Un sentimiento nacionalista invadió a los legisladores de entonces y por eso bloquearon la apertura. El peor de los mundos: ni el estado, ni la iniciativa privada han invertido en el ramo. Resultado, en los últimos años hemos importado productos petroquímicos por un equivalente a lo que exportamos de crudo. Los sabios nacionalistas nos están haciendo intercambiar un producto no renovable por otros que podríamos estar produciendo aquí. ¡Genial! Mientras la megamarcha no logra explicar el vacío de la plaza y los corifeos de tiempos pasados se rasgan las vestiduras por la pérdida de posturas defensoras de la industria eléctrica totalmente nuestra, mexicana al 100 por ciento, mientras ellos discuten, cientos de plantas ven caer sus pedidos, despiden trabajadores, cancelan proyectos de expansión con fuertes inversiones, todo porque los costos del insumo eléctrico lenta pero sistemáticamente, los va sacando del mercado. Del otro lado de la frontera ya se instalan plantas para abastecer nuestro irremediable déficit. ¡Fantástico! Que los legisladores sigan guardando la memoria de sus almas, cada cuál en el mejor de sus nichos, total, los miserables de México pueden seguir esperando.
Con ánimo de rapiña muchos ven en esta coyuntura un buen momento para una nueva división del PRI que les dé quizá no demasiados votos, pero si un lugarcito donde seguir con sus protagonismos. ¿Está usted de acuerdo o en desacuerdo con reducir el Impuesto sobre la Renta?, ésa fue la pregunta de Reforma. Responden los legisladores, 83 por ciento a favor. ¿Usted qué prefiere, reducir el IVA del 15 al diez por ciento y que los estados puedan cobrar una tasa adicional del hasta dos por ciento?, 80 por ciento a favor. Por reducir el IVA al diez por ciento generalizado incluyendo alimentos y medicinas, 32 por ciento a favor. Dejarlo en 15 por ciento y no aplicarlo en alimentos, 58 por ciento a favor. Los consensos y disensos están sobre la mesa, pero claro todavía le pueden sacar al chantaje mayor provecho personal y político. Acordar algo, piensan, siempre será menos decoroso ante la imagen que de sí mismos tienen.
Porque al final de cuentas los señores diputados y senadores no debaten ya con su electorado, al cual difícilmente regresarán. La no reelección les da ese privilegio. Hacen y deshacen y se van de allí, a nadie le tienen que rendir cuentas, a nadie tienen que convencer de su sagrado NO a todo lo que pueda poner en entredicho su reputación personal, la que se imaginan que tienen. Porque en realidad el Congreso es la institución republicana más desacreditada. Incluso en ocasiones tienen menos crédito social que la policía, que ya es decir. ¿Qué cuidan si no tienen nada qué perder? Están en el sótano. Por el contrario, deberían ganar algo de credibilidad frente al ciudadano. Ellos no trabajan para confrontarse en un futuro con los ciudadanos comunes que los eligieron, sino con su imagen en la historia que están fraguando o creen estar fraguando. Eso es lo que no cuadra. Por eso pasan los días, las semanas, los meses, los períodos ordinarios y extraordinarios, los años y aquí estamos de nuevo discutiendo, como lo hicimos hace dos años, pero también hace seis y hace nueve, si el IVA debe ser generalizado o no. Después se preguntan de dónde nace su desprestigio. ¿Cuál será el futuro individual de los señores legisladores, o el destino de los sacudidos dirigentes priistas o del panismo calculador y del evasivo perredismo? Difícil preverlo y la verdad poco nos importa, porque al final del día los ciudadanos nos volveremos a topar con otros diputados pero con los mismos problemas: una base gravable angosta, una economía informal avasalladora, unas exenciones y lagunas fiscales inmensas, una industria eléctrica sin capacidad de crecer, una industria petroquímica enferma y languideciente, unas finanzas públicas frágiles, etc. Para cuando esto ocurra ya ni siquiera nos acordaremos de los nombres involucrados en los sainetes del 2003, ni de cómo se utilizó la oportunidad para reajustar cuentas. Para entonces los números nos hablarán de más pobreza lacerante, más familias desgarradas por la búsqueda de empleos del otro lado de la frontera, más pendientes históricos no resueltos. Pocos se acordarán de cómo fueron los zafarranchos con Fox o entre los priístas y todo, para nuestra desgracia, seguirá igual. Pero hay una fórmula traviesa para no olvidar.
Por qué no solicitamos a los señores legisladores que en una cuartilla nos hagan saber cómo van a votar o cómo votaron: apertura del sector eléctrico, sí o no; IVA general al diez por ciento, sí o no; impuesto sobre la renta al 30 por ciento generalizado, sí o no. Un listado sencillo sin evasiones. Se trataría simplemente de iniciar un archivo sobre cómo se construye o destruye desde el Legislativo a un país. Ya que no les podemos solicitar que nos den la cara de nuevo, si podríamos en cambio, seguirles la pista. Difícil recordar cómo se llamaban los legisladores que se opusieron a la apertura en petroquímica o los que se negaron a abrir el sector eléctrico hace seis años, pero eso si el desastre de sus decisiones allí está. Uno por uno, los 628 con su hojita de compromisos o irresponsabilidades, su expediente personal, sería sencillo, total de este lado, los electores, somos decenas de millones. Un marcaje personal: adopta un legislador. Digo, es sólo una propuesta.