El día 22 de octubre de este 2003, el Papa Juan Pablo II cumplirá 25 años como Pontífice. Este gran estadista es en la actualidad jefe supremo de la Iglesia Católica y uno de los personajes con más autoridad moral en el mundo.
Públicamente da gracias a Dios por los veinticinco años de su servicio a la Iglesia en la sede de Pedro. Pone en manos de la Madre de Dios la vida de la Iglesia así como la vida, tan agitada, de la humanidad. A ella le encomienda también el futuro de su persona, los frutos de su vida y su ministerio. “Los pongo en tus manos, a fin de que con amor de madre los presentes a tu Hijo, para alabanza de su gloria’’. “Madre Santísima, obtén también para mí las fuerzas del cuerpo y del espíritu, para que pueda cumplir hasta el fin la misión que me ha encomendado el Resucitado’’.
Los 25 años de Juan Pablo II han sido muy complicados. A pesar del entusiasmo que ha puesto en su pontificado, es de todos conocido que el mundo no va por buen camino. Durante ese tiempo, hemos tenido guerras causadas por la ambición de los poderosos, aumento en la pobreza a nivel mundial, hambruna en varias naciones del continente africano, falta de fe, incremento en los índices de criminalidad y drogadicción, un vacío muy grande en el corazón de los seres humanos, escándalos de algunos sacerdotes y encubrimiento de sus obispos, presiones para que acepte las uniones de homosexuales, destrucción del Sacramento del matrimonio por infidelidades de las parejas, avance de otras religiones y sectas, grave deterioro mundial de la ecología, falta de esperanza entre los desprotegidos, suicidios, abortos y difusión en gran escala de la pornografía.
A los seres humanos nos hace falta ver la vida en su completa dimensión. Siempre estamos pensando que todo termina el día de nuestra muerte, y no tomamos en cuenta la eternidad. Al pensar así, nos lanzamos a disfrutar sensorialmente cada instante sin hacer caso de la moral y las buenas costumbres. Cada vez son más las parejas que sin importarles los hijos, se lanzan a una aventura extra-marital que daña gravemente a la familia. Todo esto afecta el sacramento del matrimonio, ofende a Dios y mortifica al Santo Padre.
Es mucha la responsabilidad que tiene en la actualidad Juan Pablo II, y no podemos dejarlo solo. Si deseamos estar unidos a Cristo, lo hemos de estar en primer lugar con quien hace sus veces aquí en la tierra. Recordemos que lo que decida el Santo Padre en la tierra será ratificado en el cielo.
Para ejercerlo, cuenta con una asistencia especial del Espíritu Santo. Estos poderes espirituales tan grandes fueron dados a Pedro para bien de la Iglesia, y como ésta ha de durar hasta el fin de los tiempos, esos poderes se trasmitirán a quienes sucedan a Pedro a lo largo de la historia. Monseñor Escrivá de Balaguer nos dice: “Hemos de pensar los católicos que, después de Dios y de nuestra Madre la Virgen Santísima, en la jerarquía del amor y de la autoridad, viene el Santo Padre’’.
Amamos y respetamos al Papa, porque amamos a Cristo a quien representa, y porque sin él no encontraremos a Dios. En Los Hechos de los Apóstoles se pone de manifiesto el amor y la devoción que los primeros cristianos sentían hacia Pedro: “Sacaban los enfermos a las plazas y los ponían en lechos y camillas para que, al pasar Pedro, al menos su sombra alcanzase a alguno de ellos’’.
Se contentaban con que les llegara la sombra de Pedro, ¡Sabían bien que muy cerca de él estaba Cristo! Los que ahora vivimos en este mundo, hemos sido bendecidos por Dios al tener un gran Papa en el momento histórico que nos ha correspondido, sin embargo son muy pocos los que tienen hambre de conocer sus enseñanzas y de darlas a conocer a otras personas.
Karol Józef Wojtyla, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kilómetros de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Es el segundo de los dos hijos de Karol Wojtyla y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941.
A los nueve años hizo su Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia. Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química, para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.
A partir de 1942, al sentir la vocación del sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia. Tras la Segunda Guerra Mundial, continuó sus estudios en el Seminario Mayor de Cracovia. Posteriormente se doctoró en Teología con un tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz.
En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y Capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia.
El cuatro de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo Auxiliar de Cracovia, y el 13 de enero de 1964 fue nombrado arzobispo de Cracovia por Paulo VI, quien lo hizo cardenal el 26 de junio de 1967. Desde el comienzo de su pontificado, el 16 de octubre de 1978, el Papa Juan Pablo II ha realizado 101 viajes pastorales fuera de Italia, y 142 por el interior de este país.
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