Segunda parte
El servicio de la Madre Teresa se dirigía a toda persona sin distinción de casta o credo, raza o nacionalidad. De esta forma, testimonió verdaderamente lo que ella misma proclamaba: ?Cada persona es un hijo de Dios, creado para amar y ser amado??.
Insistía en el hecho de que todos somos hijos del mismo Padre amoroso, y confiaba en que todos llegarían a conocer esta verdad. Al mismo tiempo, es importante subrayar que la Madre Teresa tenía un gran respeto hacia todas las religiones, igual que tenía muchos amigos entre fieles de otras confesiones.
Sin embargo, nunca transigió con su propia fe. Su autenticidad y transparencia en esto eran muy apreciadas. Respetar la religión de otros implicaba que otros también respetarían la suya, y la gente de hecho respetó sus convicciones religiosas. Dondequiera que fuera, iba como una misionera; como una monja católica, una mensajera del Evangelio y era aceptada y respetada como tal. Su presencia era una proclamación de su fe y un testimonio del verdadero rostro de la Iglesia, una amiga de los últimos y más pequeños, como lo era su Señor y Maestro.
Actualmente, en los años posteriores a su muerte, personas de todos los credos, atraídas por su vida y mensaje, acuden a rezar ante su tumba. Asimismo, por toda la India gente de diferentes religiones se reúnen para honrar su vida y obra. Así que la Madre Teresa continúa siendo un factor unificador. Si bien la Madre Teresa vivió lo que tradicionalmente se conoce como vida religiosa activa; la oración tenía un lugar primordial en su vocación.
La relación de la Madre Teresa con Dios estaba en la raíz de toda su actividad y por esta razón ella era verdaderamente una contemplativa. Su ejemplo nos recuerda una vez más que toda actividad misionera tiene que comenzar y finalizar en la oración. Oración y sacrificio fueron sus primeras herramientas misioneras, como lo fueron para su patrona, Santa Teresa de Lisieux.
Siempre existe la tentación de reducir la misión a un servicio social. Pero para la Madre Teresa un misionero lo es para ser portador del amor de Dios. Este mandato fue el único objetivo de toda su actividad apostólica. Se esforzó por revelar el amor de Dios en las situaciones concretas de la vida cotidiana. Alimentar al hambriento, vestir al desnudo, cuidar al enfermo y todo apostolado emprendido fue su manera de transmitir el amor de Dios hacia la persona.
La Madre Teresa buscaba el rostro de Cristo en la oración y en el apostolado, y de esta forma se convirtió verdaderamente en una contemplativa en el corazón del mundo. Desde la oración, especialmente desde la Eucaristía, iba a los pobres y desde los pobres regresaba a la oración. Su misión hacia los pobres no era una cuestión de prestigio, sino de servicio, de ocupar el último lugar entre sus hermanos y hermanas.
Se consumió en un deseo: llevar el amor de Dios a los pobres y necesitados. Para concluir, el origen y objetivo sobrenatural de toda misión debe tenerse siempre presente, incluso cuando se realizan actividades temporales. En esto la Madre Teresa también es un ejemplo. Todo lo que hizo perseguía el propósito de comunicar el amor de Dios a la gente que ella servía. Ello requiere la primacía de la oración en la vida del misionero. Y en última instancia, sólo la santidad de vida puede entregar completamente el mensaje del amor de Dios.
La Madre Teresa a menudo decía que no somos trabajadores sociales, aunque llevemos a cabo un trabajo social y añadía: Lo hacemos por alguien. Con ello quería decir que era a Jesús a quien se dirigía su humilde servicio. En la base de esta afirmación está lo que ella llamaba el Evangelio en los cinco dedos, porque contaba con los dedos de la mano las palabras de Mateo 25, 40: A mí me lo hicisteis.
En cada servicio que desempeñaba, ella conservaba esta verdad en su corazón. Era con Jesús con quien estaba en la oración, era Jesús a quien tocaba en los pobres, era Jesús a quien encontraba en cada persona. Llegó a ser verdaderamente una contemplativa en el corazón del mundo; alguien que percibe, reconoce y sirve a la presencia de Dios en toda persona y en cada circunstancia.
La Madre Teresa nunca se perdió en los resultados, aunque fueron considerables. Lo importante para ella era la persona que tenía enfrente en el momento presente, la persona que necesitaba amor y atención ahora. Estaba profundamente convencida de que todos sus logros eran obra de Dios y de que Dios utilizaba su nada para mostrar Su grandeza. Y cuando hablaba de resultados, era sólo para señalar las maravillas que Dios estaba haciendo.
Toda la vida de la Madre Teresa estuvo centrada en responder la llamada que recibió de Dios en 1946. Desde el diez de septiembre de aquel año, tuvo encuentros místicos con Cristo. El resultado de ellos fue la fundación de las Misioneras de la Caridad. Estas experiencias de gran trascendencia fueron la razón última y el motivo de su servicio a los pobres. Era muy consciente de esto.
Así que su preocupación fundamental era seguir la llamada recibida de Cristo, que para ella no incluía una llamada a cambiar las estructuras sociales. Su misión era llevar el amor de Dios a los más pobres a través de su humilde servicio.
Fue llamada a entrar en el mundo de la pobreza y llevar la buena nueva del amor de Dios a los pobres, no a resolver los problemas políticos, económicos y sociales del mundo. Era muy consciente de esto y no transigía con este principio por ninguna razón. En una ocasión dijo: ?Si me mezclo en política, no tendré tiempo para amar??. Por lo tanto, la razón de no involucrarse directamente en la labor de un cambio social era que la Madre Teresa estaba siguiendo su verdadera vocación.
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