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Más Allá de las Palabras / Prenda de redención

Jacobo Zarzar Gidi

De no encontrar oposición alguna, a partir del año entrante, los fieles de la Iglesia Católica no tendrán que soportar por más tiempo la ?creatividad?? de algunos sacerdotes acostumbrados a cambiar la misa según sus preferencias, introduciendo elementos extraños al rito.

La primera serie de correcciones que el Vaticano quiere aportar se refiere a la utilización común de los laicos en muchas celebraciones. En algunos templos de varias partes del mundo -como por ejemplo en Chiapas- existe la figura de ?los asistentes laicos?? que sustituyen en número cada vez mayor de casos a los sacerdotes. La Santa Sede no ve ninguna necesidad de ellos desde el punto de vista eclesiólogo.

La falta de vocaciones, dice el Vaticano, necesita de oraciones y no de hacer que los laicos asuman funciones propias de los sacerdotes. Es el mismo Papa Juan Pablo II quien ha pedido al cardenal Joseph Ratzinger, dirigiéndole un polémico texto en forma de ?Instrucción??, dedicada a la centralidad de la eucaristía para fortalecer el sentido profundo de las normas litúrgicas.

En el texto se pide a sacerdotes y fieles la suspensión de los bailes en el marco de la misa -que se utilizan en ciertas regiones del mundo- así como también de los aplausos. Asimismo, se pide delimitar con mayor precisión el espacio sagrado, incrementar el culto eucarístico, suprimir la presencia de monaguillas en el altar, no realizar absoluciones multitudinarias para el perdón de los pecados -que únicamente son permitidas en caso grave como cuando un avión se encuentra en peligro de estrellarse- y evitar generar la confusión de los fieles con la realización de encuentros ecuménicos (de otros credos), tomando en cuenta que la tolerancia es diferente a la aceptación.

Los abusos denunciados por el documento son 37 en total y se prevé que el texto de la ?Instrucción??, ya revisada y debidamente autorizada por el Santo Padre, sea publicada a principios del próximo año. Su título será ?Prenda de Redención?? (Pignus redemptionis). Una parte importante del documento está dedicada a abrir la posibilidad de que cualquier fiel católico pueda denunciar ante su obispo o en caso extremo ante la Santa Sede, todos los eventuales abusos litúrgicos que vea en su parroquia o en otro templo.

Se pide también no celebrar misas con representantes de otras confesiones cristianas. La esencia del nuevo documento está dedicada al culto de la eucaristía: el misterio de la transformación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, que merece todo respeto. Hay países en los cuales ya nadie se arrodilla frente al Santísimo Sacramento, ni siquiera el sacerdote cuando acude a tomarlo del tabernáculo. Hay veces en que después de la misa, los sacerdotes ponen las hostias consagradas con la no consagradas, demostrando de esa manera su incredulidad en la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

No hay duda de que muchas de estas disposiciones vaticanas no serán bien acogidas por parte del clero, y existen grandes probabilidades de que el documento sea bloqueado por altos jerarcas de la Iglesia Católica, aprovechando la delicada salud del Santo Padre.

A partir del Concilio Vaticano II, celebrado en Roma entre 1963 y 1966, se renovaron todas las estructuras de la Iglesia. Los Sacramentos se administran ahora en la lengua de la comunidad, el sacerdote preside la eucaristía de cara al pueblo, los retablos en las Iglesias se hicieron Cristo-céntricos, se fomentó una mayor participación de los laicos en la vida de la Iglesia, aumentaron las comisiones diocesanas y se crearon institutos de formación superior para los seglares, como lo han sido el de pastoral y el bíblico.

Sin embargo, es importante dar a conocer que a partir de dicho Concilio, disminuyeron las vocaciones religiosas, se clausuraron muchos conventos y seminarios que eran semilleros de sacerdotes y de monjas; renunciaron a su vocación infinidad de religiosos; hubo enfriamiento en la fe de la gente, disminución del fervor de los fieles y un gran desinterés por la asistencia a la nueva misa dominical. Se cambió el Canon, modificándolo como quería Martín Lutero y el Ofertorio en el cual se expresaba el carácter sacrificial y propiciatorio de la misa. (No podemos olvidar que fueron seis pastores protestantes los que colaboraron en la elaboración de la misa moderna que actualmente se celebra, los cuales fueron invitados expresamente por el Papa Paulo VI para hacer una misa ecuménica en la que participaran católicos y protestantes).

Las estadísticas nos demuestran una escasa conversión al catolicismo después de la implantación de la nueva misa e inclusive un gran crecimiento de las sectas protestantes en los países católicos. Así por ejemplo, en los Estados Unidos, las conversiones que sumaban 100,000 aproximadamente por año, descendieron a menos de 10,000.

Ante este triste panorama, y tomando en cuenta las inquietudes que actualmente tiene el Santo Padre Juan Pablo II, sería conveniente que la Iglesia realizara un estudio serio, profundo y responsable acerca de las desventajas que nos ha traído el Concilio Vaticano II, debidas entre otras cosas a las modificaciones sustanciales de la misa católica tradicional que durante siglos estuvo vigente.

Recordemos que la Bula de San Pío V (Quo Primum Tempore) emitida en Roma en el año 1570, nos dice con toda claridad: ?que abolútamente a ninguno de los hombres le será permitido cambiar o quebrantar la esencia de la misa, y si alguno se atreviese a cambiar esto, sabrá que ha incurrido en la indignación de Dios omnipotente y de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo??.

zarzar@prodigy.net.mx

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