Nueva York, EU.- Rodeada de grandes expectativas y sin la presencia de su esposo Antonio Banderas, la actriz Melanie Griffith debutó en Broadway con el musical Chicago, en una presentación que dejó de manifiesto sus escasas cualidades como bailarina y cantante.
El fan número uno de Griffith, su marido, el actor Antonio Banderas, no estuvo en el estreno ya que a la misma hora se preparaba para subir al escenario en el teatro de enfrente, el Eugene O’Neill, en la calle 49 y Broadway, donde desde marzo protagoniza otro musical, Nine, que le valió una nominación al premio Tony.
Luego de una costosa campaña publicitaria que incluyó páginas enteras de anuncios en The New York Times, el teatro Ambassador estuvo totalmente lleno para ver a Griffith, que se preparó durante varios meses para interpretar a la simpática asesina Roxie Hart en esta producción.
La obra se ha convertido en un imán para las grandes actrices, luego del éxito de la versión cinematográfica de Rob Marshall, protagonizada por Renée Zellweger, Catherine Zeta-Jones y Richard Gere.
Cuando apareció Griffith sobre el escenario, la sala estalló en un aplauso cerrado de apoyo para quien desde el primer momento se mostró tímida. Con su cabellera rubia bien corta en un estilo desmechado muy sauvage que recordaba al look de Meg Ryan, Griffith, de 46 años, vestía medias negras y un saco también negro, que apenas le tapaba por debajo de la cintura. Sus finas piernas, su agilidad y su voz sensual al emitir las primeras palabras prometían mucho, pero fue evidente que todavía le falta entrenamiento para cantar y bailar arriba de un escenario.
La falta de potencia en la voz se notó en la primera canción como solista y luego se profundizó cuando le tocó cantar con el resto del elenco, en especial con la experimentada Deidre Goodwin, quien interpreta a Velma Kelly.
Ciertos rasgos característicos de Griffith, como su risita sensual y unos grititos de ingenua, van bien con el personaje y sutilezas a algunas de las canciones, pero, en general, cuando canta, toda ella se ve nerviosa e insegura. Lo mismo ocurre a la hora de bailar.
Con movimientos sumamente naturales, Goodwin opacó todo el tiempo a Griffith, quien se veía demasiado estática. Le falta la energía y ese fuego interno que hacen de las coreografías de Fosse todo un espectáculo en sí mismas.
Fue en las escenas habladas que la rubia mostró que su fuerte son sus cualidades actorales. En un momento que simula ser una muñeca controlada por un ventrílocuo, sus muecas y lenguaje corporal arrancaron carcajadas y aplausos de toda la sala. Pero la escena en la que más se lució es durante el juicio, en el que su histrionismo es desplegado al máximo.
Pese a los notables puntos débiles de su interpretación, sus seguidores no pararon de ovacionarla al final de la obra y muchos se pusieron de pie para saludarla. La idea es que se mantenga en este rol hasta octubre, cuando su marido también debería dejar la temporada inicial de Nine.
Para entonces, estarán a punto de estrenarse las tres películas que Griffith rodó este año: Shade, con Sylvester Stallone y Gabriel Byrne; The Night We Called It a Day, con Dennis Hopper, y Tempo, dirigida por Eric Styles.