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Menos impuestos y más baratos para financiar al país a bajo costo

ENRIQUE ESTRADA ANTÚNEZ

Sin lugar a dudas uno de los temas que más controversia causa es el fiscal y concretamente el relativo a los impuestos, en la mayoría de los casos las discusiones originadas en torno a dicho tema no son más que una pérdida de tiempo y esfuerzo. Y ya que estamos en eso podemos decir que las discusiones más frecuentes, o al menos las más acaloradas, son en el sentido de que qué pasaría si no hubiera impuestos o si ya de perdido fueran menos y más baratos. Sin el ánimo de motivar la desaparición, al menos total, de los impuestos le voy a dar un poco más de material con el único sano afán, conste que lo repito una vez más, de que sus pláticas relativas a este espinoso asunto sean un poco más amenas.

Para empezar podemos decir que desde tiempos inmemoriales se le ha condicionado a la raza humana al pago de los tributos; es decir se nos ha hecho creer, sin prejuzgar la validez de dicho argumento, que los impuestos son necesarios. Los impuestos a muchos países, les han servido para crecer y, por otro lado, minar los derechos de sus habitantes. En el otro extremo tenemos a los países que a pesar de tener impuestos altísimos, y por lo mismo difíciles de pagar, lejos de progresar siguen estancados con el consiguiente malestar para sus habitantes y ya ni hablemos de sus derechos primarios. Conste que sin hacer alusión directa a México, la mayoría de los países tienen organismos y dependencias completamente innecesarios y el tamaño de sus gobiernos debería ser incluso más pequeño de lo que cualquiera pudiera imaginar.

El tamaño de los gobiernos se puede reducir atendiendo a tres puntos básicos, el primero es que ?desde un punto de vista no tanto liberal sino de aplicación actual- el sector privado debería tener la libertad de ofrecer, si no a toda, cuando menos a cierta parte de la sociedad los bienes y servicios públicos que a la fecha se consideran exclusivos del estado y que, por lo mismo, cada vez son peores y más caros. Así como se permite trabajar a compañías privadas en el área de seguros de vida y patrimoniales, de la misma manera se debería permitir que la iniciativa privada participara en la explotación de los energéticos y, en caridad de Dios, de la seguridad social. Acciones de este tipo le permitirían al gobierno reducir sus gastos y a la sociedad tener servicios y productos más baratos y de mejor calidad.

El segundo punto a observar es el de que si el gobierno va a seguir operando, lo haga con el mínimo de personal requerido. Para empezar debe quedar claro que el gobierno no puede ni debe crear, artificiosamente, fuentes de empleo; el gobierno debe sentar las bases propicias para que la iniciativa privada genere los empleos que requiere el país porque de lo contrario ocurre lo que ha pasado constantemente, que sus organismos y dependencias son unas verdaderas y descomunales agencias de colocaciones ?que además pagan bien, ofrecen bonos, vacaciones larguísimas y aguinaldos formidables- que tiene que mantener la sociedad.

Por último, y en relación con los dos anteriores, el gobierno debe deshacerse de los ?activos? que no son redituables. Es cierto que la eficiencia y la calidad no son exclusivas del sector privado y por lo mismo deberían presentarse en todos los ?activos? del gobierno, desgraciadamente no es así, entonces si dichos ?activos? ?mejor llamémosles paraestatales y organismos descentralizados- pasan al sector privado producirán mejor y el gobierno ?mejor dicho la sociedad- ya no tendrá que seguir solventando los costos, vía impuestos, de producir en forma deficiente.

Si fueran aceptados esos puntos, veríamos que financiar un gobierno liberal es más trivial, y mucho más barato, de lo que habíamos imaginado. Y por si fuera poco existen otros caminos para que la sociedad de manera voluntaria financie al gobierno; esto quiere decir ?siguiendo en el tema de las suposiciones y engrosando el material para sus conversaciones de café- que el gobierno en lugar de pretender cobrar tantos y tan onerosos impuestos y, toda vez que cumplió con los tres puntos anteriores, puede hacerse de los recursos ?que serían muchísimo menores a los requeridos actualmente- para poder operar eficientemente y que pudieran ser, en forma enunciativa más no limitativa: 1.- Pago por uso ?algo así como el pago por evento- de los servicios que sigan siendo propiedad del estado, recordando que dichos servicios estarán compitiendo con los ofrecidos por el sector privado.

No hay nada más simple, justo y transparente que intercambiar dinero por servicios, no que actualmente ... (en esta parte usted complementa el comentario) y debe considerarse que si hay competencia nadie está obligado a elegir lo que ofrezca el gobierno; 2.- Cobrar por los permisos expedidos al sector privado y regular los mismos. Por supuesto que dicha regulación tendría que ser moderada pero eficiente; y 3.- Impuestos a la contaminación. Se podría cobrar a las empresas contaminantes e incluso a los propietarios de autos contaminantes.

Podemos concluir que si el gobierno simplemente no puede costear la prestación de los servicios públicos, es preferible que los deje en manos del sector privado a que aumente los impuestos.

Dejar que los servicios se ofrezcan en el libre mercado, en el peor de los casos, no es tan perjudicial como darle al gobierno las herramientas para que, en aras de mantener un aparato que no funciona, siga incrementando los impuestos.

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