Las últimas semanas han arrojado nuevos datos acerca de la situación del sector eléctrico del país. Además de los llamados patrioteros del señor Fox, recién exonerado por traicionar precisamente a la patria al aceptar recursos del exterior para su campaña política, hemos leído las declaraciones del senador Manuel Bartlett que declara que la industria eléctrica nacional es autosuficiente. A nosotros nos parecen mucho más interesantes y reveladoras, las declaraciones de trabajadores o líderes sindicales que, trabajando en la industria eléctrica nos cuentan cómo fueron realizados los planes de expansión del sector eléctrico. Estos planes contemplaban un crecimiento de la demanda nacional del 6% anual durante el sexenio actual. En base a ello se licitaron contratos de construcción de plantas de generación eléctrica, muchos de los cuales empezarán a madurar precisamente en este y en los próximos años. El mismo presidente se ha ufanado de que al menos 10 plantas de capital extranjero entrarán en operación en el presente año, mediante el controvertido esquema de los contratos de servicios múltiples.
Recortando un poco la tan prometida tasa de crecimiento económico anual de 7%, se efectuaban a su vez, los cálculos para estar preparados y se fijó para el sector eléctrico una tasa de crecimiento en la generación de energía eléctrica del 6%. Ese parece ser un hecho que al menos ninguna autoridad gubernamental se ha atrevido a desmentir, y ese cálculo sea probablemente el que motive al citado senador a declarar autosuficiente el sector eléctrico.
El lector no debe olvidar aquí que este crecimiento esperado fue la justificación esencial para otorgar los famosos contratos a empresas extranjeras ya incluso desde el sexenio anterior. Sin embargo, resulta evidente que el ritmo de crecimiento de la actividad económica ha sido mucho menor al esperado, incluso la actividad industrial ha venido en constante decadencia. Dejando de lado la aritmética exacta del asunto, si se había preparado un crecimiento del 42% para los próximos seis años y resulta que difícilmente creceremos más del 12%, concedamos un 15%, resulta que la industria eléctrica tendrá incluso una capacidad instalada excedente de un 30% al menos, lo que alcanzaría incluso para sostener un crecimiento del 5% promedio el próximo sexenio. Las cuentas no le resultan claras al gobierno y seguimos sin avalar las prisas para dar prioridad a la tan mencionada reforma del sector eléctrico.
Entendemos las razones para ello: compromisos para exportar electricidad, permitiendo que las propias compañías norteamericanas entren a nuestro territorio a producirla, ante la grave crisis energética de los Estados Unidos, sobre todo de estados como el de California; la caída de la tasa de rentabilidad de las grandes corporaciones privadas mexicanas y la necesidad de contar con nuevas esferas de inversión lucrativas para sus inversiones; la ambición y codicia del gran capital oligárquico nacional y extranjero. Entendemos su prisa y la del gobierno que los representa.
En el caso del petróleo es lo mismo, y quizás lo que más convenga es hacer un poco ?tan solo un poco- de memoria histórica sobre este asunto. En 1978, cuando ante las constantes crisis del petróleo, se presionó a nuestro país para que se convirtiera en país exportador de petróleo. Nuestra nación contaba en aquél entonces con una industria petroquímica importante. Se discutía en aquél entonces sobre la inconveniencia de vincular nuestro desarrollo a las necesidades petroleras del vecino país, se refutaba la necesidad de comprometer nuestras propias reservas probadas de petróleo y depender de ello. En el inefable sexenio salinista, se desmanteló la industria petroquímica y la industria petrolera se basó casi exclusivamente en la extracción y exportación de petróleo crudo. Así como antes se nos hablaba de administrar la riqueza y del portentoso porvenir que nos esperaba al convertirnos en país exportador de petróleo, así ahora se nos habla del fabuloso desarrollo y crecimiento que lograremos al darles este sector a los extranjeros. Cualquiera puede darse cuenta que la medida correcta es en sentido contrario. Las inversiones deben hacerse en petroquímica y gas natural, y DEJAR DE EXPORTAR TANTO PETROLEO. La alternativa que realmente nos conviene es iniciar de nueva cuenta un proceso de SUSTITUCION DE IMPORTACIONES que nos permita lograr primero, la autosuficiencia y después, si se quiere o necesita, exportar productos petroquímicos. Lo que el país necesita es dejar de depender de estas importaciones, entre otras, y estar preparado para exportar productos de mayor valor agregado. Claro que esta alternativa no conviene para nada a los intereses de nuestros vecinos del norte: quieren que les sigamos proporcionando la materia prima y elaborar ellos los productos elaborados, hasta eso, no les importa si es en nuestro propio territorio.
¿Nos colocaremos en la ruta de un crecimiento independiente, sujeto a nuestras propias necesidades, o volveremos a repetir los mismos errores del pasado? ¿Seremos capaces de dar un paso, aunque sea uno, a favor de un proyecto de desarrollo nacional independiente, o seguiremos soñando con pertenecer al seño americano?
Sólo recuérdese que aquellas naciones que ignoran su pasado, están condenadas a repetirlo. Más aún, como dijera García Márquez en su obra cumbre, condenados a 100 años de soledad, no tendremos una segunda oportunidad sobre la tierra.