SANTIAGO DE CHILE (AP) .- Como muchos santiaguinos, Fernando Zamora toma su café fuerte, con una pizca de azúcar y una mirada llena de lujuria a los senos de la mesera, apenas cubiertos por un bikini.
Aunque Santiago es conocida como una de las ciudades más conservadoras de Latinoamérica _ donde el aborto siempre es ilegal y el divorcio sigue siendo una cuestión espinosa _ un relajamiento de su estricta moral ha permitido el surgimiento de cafés tentadoramente similares a los bares de desnudistas.
Detrás de ventanas ahumadas y con poca iluminación, mujeres jóvenes en bikini sirven tacitas de café expreso a clientes que, en su mayoría, son hombres mayores que ellas. Hay más de 100 establecimientos de ese tipo -- conocidos como "cafés con piernas" -- en la ciudad, y algunos dicen que se han convertido incluso en un sello distintivo del Santiago moderno.
"Algunos van a la playa para ver a las mujeres, y otros van al café", dijo Zamora, de 34 años, un contador que los visita con frecuencia. "No es un escándalo; es tan sólo el cuerpo de una mujer".
Vanessa Valdez, de 20, lleva dos años trabajando en los bares de café y dice que en ese tiempo ha aprendido mucho sobre ella misma y sobre la naturaleza de los hombres.
Lanza una mirada sugestiva a un joven que entra al establecimiento. Sus tacones altos resuenan mientras se le acerca. Arroja su pelo sobre su hombro desnudo y se inclina lentamente sobre la barra para besarlo.
Aunque en toda América Latina los hombres jóvenes y las mujeres se saludan besándose en la mejilla, esta práctica ha alcanzado su máximo nivel erótico en estos establecimientos.
Valdez coloca su mano en los hombros del joven, tira ligeramente de su rostro para acercarlo y le toca la mejilla con sus labios.
Camina despacio al fondo de la pasarela, donde un hombre oculto en las sombras mantiene una máquina de café expreso silbando y batiendo.
Vuelve con una tacita que casi se derrama y le vacía un poco de azúcar. La revuelve con una cuchara, mientras no deja de mirar al joven a los ojos.
En estos cafés no hay asientos; sólo un mostrador estrecho que separa a los hombres de las mujeres. Ellas trabajan de pie sobre una plataforma ubicada a unos 30 centímetros por encima de los clientes, lo cual les da mayor influencia sobre los hombres y a éstos una vista casi reverencial de los senos en bikini de las meseras.
Valdez afirma que una mujer requiere tener cierta actitud para realizar el trabajo: "Tienes que dominar a los hombres, o si no ellos te dominarán".
La mayoría de estos cafés están ubicados en el angosto laberinto de calles de la sección financiera de la ciudad, donde los empresarios son los principales clientes. Hay tres horas punta: antes del trabajo, durante el almuerzo y después del trabajo.
Entre los bebedores de café llegan parejas y mujeres solas, pero la gran mayoría son hombres.
Miguel Angel Morales abrió el primer café con mujeres en bikini hace siete años, con la idea de que podría cambiar las actitudes de Santiago, conocido por su economía abierta y _ según algunos _ sus mentes cerradas.
Morales, que se autoproclama pionero de la conciencia social, declaró que su meta era reducir la tensión entre los hombres y las mujeres "en un país que ha sepultado sus deseos sexuales durante siglos".
"Ofrezco un lugar donde un hombre puede desear a una mujer y no sentirse culpable por ello", dijo Morales. "Sólo son mujeres en bikini. Nada que uno no vea en televisión".
Pronto el café se convirtió en una moda en una sociedad que aún busca la libertad de expresión, doce años después del fin de la dictadura militar de Augusto Pinochet, que duró 17. Según el conteo más reciente, había unos 130 de estos cafés en esta ciudad de 5,5 millones de habitantes.
Algunos se quejan de que la actitud menos inhibida en los cafés de bikinis se ha producido a expensas de la dignidad de las mujeres.
"No estoy en contra de esos cafés por razones puritanas, sino porque comercian con los cuerpos de las mujeres", dijo María Antonieta Saa, congresista de Santiago. "Aparentemente venden café, pero en realidad venden los cuerpos femeninos".
Pero Margarita, una mesera en bikini que no quiso dar su apellido, dice que los hombres son los que pierden su dignidad en estos cafés, y señaló que en ellos aparece la "depravada simplicidad" de las mentes masculinas.
"Todo es un juego", agregó. "Me gusta ver a los tipos en los espejos cuando me miran mientras me alejo caminando. Se ven patéticos".
Aunque Joaquín Lavín, el alcalde conservador de Santiago, cerró varios bares de café el año pasado por tener vínculos con la prostitución, en la mayoría el trato entre los hombres y las mujeres transcurre en los breves minutos que lleva tomarse un expreso o un capuchino.
"Es muy inocente y distinto a la crudeza que uno puede encontrar en algunos clubes de Estados Unidos", dijo John Orenticher, director de estudios de medios artísticos en la Universidad de Syracuse, que hizo un corto cinematográfico sobre los "cafés con piernas".
Algunos empresarios intentaron exportar los cafés con bikinis a Argentina, que es un país más liberal, pero no tuvieron éxito.
"Fracasaron porque los argentinos están acostumbrados a ver a las mujeres sin sostén en la playa", dijo Morales. "Estos cafés sólo tendrán éxito en Santiago, porque los chilenos son muy conservadores".